Los escasos estudios que han intentado
esbozar una historia de la literatura puertorriqueña en Estados Unidos
ponen de manifiesto la dificultad de establecer límites entre ésta y la
literatura de la isla. Algunos críticos, como Frances Aparicio, intentan
distinguir entre la literatura de la isla y del continente diciendo que en
la isla la problemática se concentra fundamentalmente en la cuestión
nacional y que en Estados Unidos esta literatura tiene unas raíces más
sociales que surgen del movimiento pro-derechos civiles. Otros, como
Monica Brown, afirman que el tema de la identidad nacional también se
encuentra en la literatura nuyorican.
En su artículo “Puerto Rican Literature in the United States: Stages and
Perspectives,” Juan Flores propone una división de la historia de esta
literatura en etapas con la que estamos de acuerdo, ya que abarca aquellos
aspectos y representantes literarios que hemos considerado imprescindibles
en la estructura de nuestro estudio. La primera etapa marca los inicios o
raíces de la literatura puertorriqueña de Estados Unidos en la producción
periodística y testimonial de los primeros exiliados puertorriqueños que
llegan a Estados Unidos en las últimas décadas del siglo XIX. Entre ellos
se encontraban grandes figuras de la política y la cultura de la isla como
Eugenio María de Hostos, Ramón Emeterio Betances, Francisco Gonzalo Marín
“Pachín” y Lola Rodríguez de Tió.
La segunda etapa abarca
aproximadamente dos décadas, desde mediados de los cuarenta a mediados de
los sesenta, y tiene dos vertientes muy diferenciadas que distinguen
Eugene Mohr y Juan Flores: la visión desde la isla y desde Estados Unidos.
La primera vertiente es la de numerosos escritores de la isla que
comienzan a despertar un interés creciente por los compatriotas que en
esas décadas abandonaban la isla en busca de un futuro mejor. Son obras
que presentan el tema de la emigración, como Trópico en Manhattan
de Guillermo Cotto Turner, La Carreta de René Marqués, Harlem
todos los días de Emilio Díaz Valcárcel, Ardiente suelo,
fría estación de Pedro Juan Soto y En Nueva York y otras desgracias
de José Luis González. Desde la isla son conscientes de las
traumáticas consecuencias que tiene el dejar la tierra natal para
marcharse a un nuevo espacio donde la cultura, la lengua y la población
son extrañas. Estas obras sirven de ejemplo de una literatura sobre la
comunidad puertorriqueña que abre las puertas a la expresión propia e
interior de una literatura que se consolidará más tarde. A esta narrativa
dedicaremos una parte de nuestro estudio puesto que su aparición introduce
una temática que se desarrollará plenamente en obras posteriores ya
producidas en inglés. La segunda vertiente es la que recogen las
Memorias de Bernardo Vega y A Puerto Rican in New York and Other
Sketches de Jesús Colón, producidas en la misma época. Eugene Mohr
denomina a estos autores proto-nuyoricans en su estudio The
Nuyorican Experience: Literature of the Puerto Rican Minority. Son
ellos los que comienzan a impregnar la producción escrita de una visión
diferente a la de la isla aún muy condicionada por ella. Las
preocupaciones de ambos escritores se centran en la situación de la
comunidad puertorriqueña en Nueva York como veremos en la sección dedicada
a su obra. Ellos son sin duda artífices de una nueva etapa en la que la
experiencia de la emigración se describe desde la propia voz de sus
protagonistas.
Durante los años setenta y principios
de los ochenta surge la que se ha dado en llamar literatura nuyorican,
que se caracteriza fundamentalmente por la creación de una poesía urbana
desde el gueto comprometida con la comunidad. Estas obras surgen a raíz
del movimiento social que reivindica un espacio para la comunidad
puertorriqueña en la sociedad norteamericana. La estética nuyorican
parte de un grupo de poetas entre los que encontramos a Pedro Pietri,
Miguel Algarín, Sandra María Esteves, Lucky Cienfuegos y Miguel Piñero,
entre otros, que comienzan a reunirse en el Nuyorican Poet’s Café
en esta época. Estos poetas leen y escenifican sus poemas frente a un
público perteneciente a la clase trabajadora del Barrio y se convierten
así en trovadores de una comunidad que necesita encontrar una vía de
liberación a sus frustraciones. Esta poesía surge de y para la comunidad
ya que está plagada de una temática nueva en torno a la vida del Barrio:
la pobreza, la marginación, las drogas, los edificios en ruinas, y demás
miserias. Sin embargo, también intenta transmitir lo positivo de la
comunidad que sobrevive culturalmente y que ha de sacar fuerzas de la
unión. Para estos poetas lo importante no es lo estético sino el mensaje
de protesta social y de solidaridad que transmiten.
Asimismo, a través de su producción
literaria reivindican que son puertorriqueños de Nueva York y por
tanto fruto de unas circunstancias sociales y políticas que les obligan a
reflexionar sobre lo que es ser puertorriqueño. En la introducción al
volumen Nuyorican Poetry Miguel Algarín define este hecho en
términos muy concretos:
The experience of Puerto
Ricans on the streets of New York has caused a new language to grow:
Nuyorican. The Nuyoricans are a special experience in the
immigration history of the city of New York. There is at the edge of every
empire a linguistic explosion that results from the many multilingual
tribes that collect around wealth and power. The Nuyorican is a
slave class that trades hours for dollars at the lowest rung of the
earning scale. The poems in this anthology document the conditions of
survival” (15).
Vemos cómo el componente social se
encuentra muy marcado en esta poesía, detonante de una generación de
poetas comprometidos con la comunidad, que introduce una nueva temática en
la literatura norteamericana, haciendo de las cosas y los espacios más
decadentes una fuente de energía y creatividad. Estos poetas son notables
por su rebeldía y su rechazo de objetivos poéticos, pues lo que les
importa es el mensaje social y la denuncia de un sueño americano prohibido
para las clases bajas de emigrantes. El lenguaje poético es muy realista y
surge del habla de la calle, del bilingüismo y del spanglish,
convertido en medio poético por primera vez a pesar del rechazo que al
principio recibe de la crítica literaria en la isla y en Estados Unidos.
En muchos de ellos se aprecia la influencia de corrientes literarias
anteriores como la beat generation en lo concerniente a la
expresión poética espontánea. Sin embargo, entre los nuyorican
prevalece el compromiso social y la unidad con la comunidad
puertorriqueña.
Una representativa muestra de esta
poesía se incluye, entre otras, en antologías como la ya mencionada
Nuyorican Poetry, editada por Miguel Piñero y Miguel Algarín, y
en Herejes y mitificadores, editada por Efraín Barradas y Rafael
Rodríguez. Resulta interesante observar que mientras la primera antología
surge como una necesidad de recoger para el público general la obra de
estos poetas, la segunda es una edición bilingüe que ya desde su
introducción pretende llegar también al público de la isla y así darse a
conocer.
Barradas alude en esta introducción al término nuyorican, y
explica:
Para el puertorriqueño del continente
este mismo término se convierte en estandarte de orgullo y afirmación de
una nueva personalidad cultural que se comienza a ver como distinta a la
puertorriqueña insular, aunque sin dejar de tener elementos de
puertorriqueñidad, y como una negación de la norteamericana, a pesar del
idioma inglés que viene a servirle casi siempre de medio de expresión.
(15)
De este modo, tal obra poética se
presenta como un producto nuevo que recuerda a Puerto Rico desde la
distancia a través de la mitificación o la crítica, pero a su vez surge
del habla y sentir del Barrio, y sus temas son cuestiones que preocupan a
sus habitantes.
Como el mismo Barradas reconoce, esta es una “literatura de transición”
(28) que abre el camino a “la creación de un lenguaje poético propio” (25)
para describir y representar una identidad puertorriqueña. Una muestra de
esta poesía es la que encontramos en poemas como “A Lower East Side Poem,”
donde el juego entre los espacios de la identidad es importante:
There’s no other place
for me to be
There’s no other place
that I can see
There’s no other town
around that
Brings you up and keeps
you down
No food little heat
sweeps by
Fancy cars and pimps bars
and juke saloons
And greasy spoons make my
spirit fly
With my ashes scattered
thru the
Lower East Side ...
...........................
I don’t wanna be buried
in Puerto Rico
I don’t wanna rest in
long island cemetery
I wanna be near the
stabbing shooting
Gambling fighting and
unnaturaly dying
And new birth crying.
(Barradas y Rodríguez 96-8)
Como podemos apreciar, el Barrio sirve
al mismo tiempo de escenario de miserias y también de refugio cultural y
emocional. El poeta acepta su destino: el espacio norteamericano le ha
marcado y ya no es posible regresar a la isla. En el Barrio ha instalado
un hogar que no es posible en otra parte porque el ser puertorriqueño
también consiste en estos tiempos en vivir en el Barrio.
A este grupo de poetas le suceden
otros que introducen nuevos temas, aunque mantienen la carga social de sus
predecesores. Algunas figuras de este grupo son Tato Laviera, Víctor
Hernández Cruz y Luz María Umpierre, entre otros. También muestran una
mayor preocupación estética e influencias de la poesía minimalista como en
el caso de Hernández Cruz o influencias de ritmos raciales como en el caso
de Laviera. El bilingüismo sigue estando presente en esta poesía que
obviamente va dirigida a la comunidad y por tanto no disfruta de gran
trascendencia editorial. Toda esta producción poética comparte una
preocupación por la situación de una población que se desarrolla entre dos
mundos y culturas diferentes al mismo tiempo que comienzan a crear un
espacio propio en suelo norteamericano junto a otras minorías con las que
se establecen lazos de conexión.
Las colecciones de Tato Laviera La
Carreta Made a U-turn (1979) y AmeRícan (1985) también
han de ser consideradas obras clave en la evolución de la literatura
puertorriqueña ya que suponen un paso adelante en la temática y en la
elaboración poética. En La Carreta Laviera explora una amplia gama
de temas que ya sus antecesores habían presentado como las condiciones de
vida en el gueto, la desmitificación del sueño americano, e incluye
aspectos propios del Barrio, como la situación de la mujer en la comunidad
y la influencia de la música popular de origen africano. AmeRícan
supone todo un manifiesto de la nueva identidad puertorriqueña a través
del término que el poeta acuña. Con esta tipografía, que se pronuncia como
“I’m a Rican,” se subvierte la idea de lo “americano” como estrictamente
estadounidense y por lo tanto blanco y wasp: “we gave birth/to a
new generation/AmeRícan salutes all folklores,/european, indian, black,
spanish,/and anything else compatible:/. . .
AmeRícan, defining myself
my own way any way many/ways Am e Rícan, with the big R and/ the accent on
the í” (94).
El término AmeRícan
intenta abarcar más allá del área de Nueva York al mismo tiempo que
sugiere la doble lectura que Frances Aparicio explica: “The basic word,
disregarding its capital letters and written accent, would read
“American,” as in a person whose origin is America (either North, Central
or South). A second reading implies a more specific nationality within the
context of the United States society” (155).
De este modo se incluye el componente
puertorriqueño en un término monopolizado hasta ahora por la sociedad
norteamericana al tiempo que se pone en duda la unidad nacional donde se
excluye a otros ciudadanos pertenecientes a minorías raciales o étnicas.
Su poesía representa una identidad cultural nueva que surge del Barrio y
se extiende a todo el continente, a todas las raíces que forman parte de
ella.
Similar es la visión de Sandra María
Esteves, profundamente comprometida con la comunidad a la que su poesía va
dirigida como un himno a la resistencia y supervivencia cultural dentro
del Barrio. En Bluestown Mockingbird Mambo (1990), Esteves lleva a
cabo toda una caracterización del ser puertorriqueño en Estados Unidos con
un énfasis especial en el sujeto femenino, presentado como figura que
encarna la resistencia y la fortaleza necesarias dentro de la comunidad.
Esteves encuentra en la obra poética un medio de creación inspirado por la
maternidad como símbolo máximo de creación y supervivencia, y como un
homenaje al poder de la mujer para resistir y mantener la comunidad unida.
En Tropical Rains, Esteves representa una identidad que se
encuentra en la indefinición y al mismo tiempo engloba todos sus
componentes: “Being puertorriqueña/ Americana/ Born in the Bronx, not
really jíbara/ Not really hablando bien/ But yet, not Gringa either/ Pero
ni portorra, pero sí portorra too/ Pero ni qué what am I?” (34). El
lenguaje poético se vuelve bilingüe y oscilante para representar un estado
intermedio y difuso que encuentra su expresión en ese movimiento constante
entre ambas lenguas y espacios.
Las obras de Víctor Hernández Cruz
como Tropicalization (1976) y Bi-Lingual Wholes (1982)
suponen paralelamente todo un ejercicio poético donde se conjuga el
minimalismo, la poesía visual y la experimentación constante a través del
juego de palabras, con los sonidos y formas de ambas lenguas. El lenguaje
poético se vuelve extraño por medio del juego lingüístico a partir de los
dos idiomas, como se aprecia en “Art-This”:
Josefina got tagged on
her the name Pepa
Which is female for Pepe
and she dug that
Pepa for if you look
close the other name
Jose y fina means Jose
and thin or sounds
Like oficina like
Joseoffice also it had
Something in it of Jose
is fina Jose is
Finis finished no this
for someone being
Composed by an artis
To top it off Pepa also
means pit
You see what is inside of
fruits this
Is all Spanish and
something is being
Lost in the translation
just like you lose
Your natural color when
you leave a tropical
Country to come to a city
where the sun
Feels like it’s constipated . . . (#)
Como podemos apreciar en estas líneas,
destaca especialmente el proceso que él denomina “tropicalización,” que
exploraremos más adelante, consistente en la transformación del paisaje y
lengua norteamericanos a través de imágenes y significantes procedentes de
la cultura Latina. A través de la poesía se construyen mundos
defamiliarizados que surgen del entorno del Barrio y la ciudad
estadounidense, pero donde quedan constantemente patentes las señas de
identidad puertorriqueña, sus ritmos, su lenguaje y su perspectiva.
La narrativa también se hace eco de la
vida del Barrio a partir de los años sesenta. Aunque trataremos con
detalle la narrativa en nuestro estudio, podemos simplemente señalar que
en la literatura de este género también se distinguen dos etapas: la que
algunos críticos denominan nuyorican por forjarse en el Barrio
paralelamente a esta poesía, y otra etapa, que comienza a finales de los
ochenta y se extiende hasta el presente, en la que surgen nuevas voces
narrativas. Piri Thomas, Nicholasa Mohr y Edward Rivera son los autores
más destacados de esta primera etapa en la que predomina la temática que
ya veíamos en la poesía, pero que llevan al texto a través de la forma
autobiográfica. Down These Mean Streets de Piri Thomas se
convierte en todo un clásico al estilo de otras obras producidas desde el
gueto como Malcolm X o Manchild in the Promised Land. Para
Thomas, la creación literaria es un medio para descubrirse a sí mismo. En
su obra se transmite la experiencia de vida en el Barrio, en el mundo de
las drogas y del crimen para poder llegar a entender las circunstancias
que empujan a tantos individuos a este tipo de vida. Al mismo tiempo
suponen el cuestionamiento de la identidad racial y nacional que hasta
ahora había permanecido atada a los valores de la isla, pero que
individuos como Thomas se ven obligados a revisar.
Ese proceso de transformación y
auto-descubrimiento se repite en la obra de Nicholasa Mohr que impregna
sus historias de una herencia y una perspectiva femeninas. En Nilda,
el Barrio se presenta a través de la perspectiva de una jovencita
puertorriqueña que comienza a entender cómo funciona el mundo que le
rodea, pero desde una ingenuidad que agudiza aún más la crudeza de la
historia. In Nueva York y El Bronx Remembered recoge también
la historia de gente común cuyas vidas transcurren en el Barrio no
necesariamente entre drogas y violencia. Es precisamente el carácter
humano y solidario de la comunidad lo que Mohr desea resaltar en muchas de
sus obras, intentando escapar del estereotipo a través de historias donde
las mujeres tienen una función muy importante en el Barrio. Nicholasa Mohr,
que sigue publicando obras en la actualidad, constituye un puente muy
valioso hacia el nuevo grupo de escritores y escritoras que comienzan a
escribir en los años ochenta y que están logrando altas cotas de calidad
literaria.
Entre estos escritores contemporáneos
encontramos a Ed Vega, Jack Agüeros, Judith Ortiz Cofer, Aurora Levins
Morales, Rosario Morales, Nicholasa Mohr, Esmeralda Santiago, Ernesto
Quiñónez, Abraham Rodríguez y Edwin Torres. Todos ellos plantean una
redefinición de lo que es ser puertorriqueño después de la emigración que
les ha convertido en seres biculturales, con identidades en constante
transición. En Puerto Rico, algunos ponen en duda su identidad política,
pero la mayoría se aferra a la pureza de una identidad cultural propia
aunque de hecho, la isla está siendo absorbida culturalmente por Estados
Unidos. Mientras tanto, la literatura puertorriqueña en Estados Unidos es
hoy en día quizás la más comprometida con el tema de la identidad
cultural.
En los últimos años se han
multiplicado los estudios sobre la identidad puertorriqueña y a menudo se
apunta a la evidencia de que se está forjando una identidad puertorriqueña
basada en gran medida en nociones de raza y cultura más que en nociones de
soberanía nacional.
Nicholasa Mohr comenta
sobre su relación con la isla:
I love the island but
it’s not my place of birth. When I’m in New York I feel my Puerto Rican
roots but I’m not an island person. There´s no conflict. I was brought up
as a Puerto Rican; I didn´t invent it, it´s my culture . . . Puerto Rican
identity in the States is almost a century old.
It´s not circumscribed by the island.
(Hernández 1997, 90)
Podemos apreciar cómo las nociones de
cultura y nacionalidad se separan en la obra de muchos de estos
escritores, cuya cultura e identidad es puertorriqueña pero que no se
sienten atados al espacio territorial de la isla. Como podremos observar a
través de nuestro estudio, la literatura puertorriqueña en Estados Unidos
acentúa aun más la necesidad de llevar cabo una revisión del concepto de
nación, que no se entiende como estado ni soberanía territorial.
CITATION: * This introduction has been taken
from the PH. Dissertation by Antonia Domínguez Miguela/ Esta introducción
procede de la versión
electrónica de la Tesis Doctoral de la autora Antonia Domínguez Miguela "Pasajes
de ida y vuelta : geografías de la identidad en la narrativa
puertorriqueña de Estados Unidos"
defendida el 21 de junio de 2002 y accesible en abierto a través del
repositorio institucional de la Universidad de Huelva. Para citar /Please
use this reference: Antonia Domínguez Miguela. Pasajes de ida y vuelta
: geografías de la identidad en la narrativa puertorriqueña de Estados
Unidos. Tesis doctoral. Universidad de Huelva, 2002.