Revista Iberoamericana de
Economía Solidaria e
Innovación Socioecológica
RIESISE
Vol. 3 (2020), pp. 105-125 • ISSN: 2659-5311
http://dx.doi.org/10.33776/riesise.v3i1.3678
P 
Economía social y solidaria; nuevas tecno-
logías; ecosistema emprendedor; desafíos.
K
Social and solidarity economy; new
technologies, ecosystem; challenges.
R
Vivimos en los tiempos actuales la “Nueva Era
de la Automatización”, con enormes e irreversibles
avances económicos, financieros, tecnológicos y
productivos. Al mismo tiempo, aún vivimos con
un escenario de desigualdad socioeconómica,
pobreza y dificultad para tener acceso a los servi-
cios sociales básicos por parte de un importante
segmento de la población. En este sentido, parece
apropiado pensar la relación entre la era tecnoló-
gica actual y la Economía Social y Solidaria (ESS).
A pesar de las potencialidades y avances de la ESS
en diversas experiencias y territorios, podemos
observar la existencia de debilidades inherentes
a su modus operandi. Estas debilidades tienen
un carácter estructural e incluyen problemas de
calificación laboral y aspectos económicos, finan-
cieros, legales, contables, de acceso al crédito y a
las nuevas tecnologías. Esto requiere un conjunto
de acciones para crear y fortalecer el ecosistema
emprendedor solidario para calificar los actores de
la ESS dentro del nuevo contexto tecnológico.
A
Nowadays, we are going through the “New
Era of Automation”, with enormous and irrever-
sible economic, financial, technological and pro-
ductive advances. At the same time, we still live
with a scenery of socioeconomic inequality, po-
verty and difficulty in having access to basic social
services by larger portions of the population. In
this sense, it seems appropriate to think the re-
lationship between the current technological era
and the role of the Social and Solidarity Economy
(SSE). Despite the potentialities and the advances
of SSE in diverse experiences and territories, we
can observe the existence of certain weaknesses.
These weaknesses have a structural nature and
include economic, financial, legal, accounting, ac-
cess to credit, market and new technologies and
labor qualification. This requires a set of actions.
Thus, this article intend to treat the importance on
create and strengthen the solidarity entrepreneur
ecosystem, mentioning some advances, weak-
ness and challenges.
LA IMPORTANCIA DEL ECOSISTEMA EMPRENDEDOR
PARA LA ECONOMÍA SOCIAL Y SOLIDARIA
EN LA NUEVA ERA TECNOLÓGICA
THE IMPORTANCE OF THE ENTREPRENEURIAL
ECOSYSTEM FOR THE SOCIAL AND SOLIDARITY
ECONOMY IN THE NEW TECHNOLOGICAL ERA
Leandro Morais
Universidad Estadual Paulista
lpmorais@gmail.com
Miguel Juan Bacic
Universidade Estadual de Campinas
baci@unicamp.br
Códigos JEL
: O150.
Fecha de recepción: 12/9/2019 Fecha de aceptación: 21/4/2020
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1. INTRODUCCIÓN
Los tiempos actuales pueden ser entendidos como la “Nueva Era de
la Automatización”, con enormes e irreversibles avances económicos,
financieros, tecnológicos y productivos. Esta nueva era surge de los avances
tecnológicos que permitieron la inteligencia artificial, la “internet de las
cosas”, el big data, la computación en la nube, los vehículos autónomos,
la robótica avanzada, etc. Los avances en robótica, inteligencia artificial y
aprendizaje de máquina ya dieron inicio a una nueva era de automatización,
donde las máquinas combinan o superan a los humanos en una variedad
de actividades de trabajo, incluyendo aquellas que exigen habilidades
cognitivas. Está ocurriendo una nueva era que es marcada por cambios
tecnológicos irreversibles, cuyos desarrollos aún no son totalmente
conocidos, aunque parcialmente predecibles. Podemos ver también que
esta nueva era no es un fenómeno restricto al mundo empresarial e industrial,
sino que está cada vez más diseminado en innúmeras dimensiones de la
vida personal y cotidiana.
Por otro lado, una parte importante de la población se enfrenta todavía
con un escenario de desigualdad socioeconómica, pobreza y dificultad
de acceso a los servicios sociales básicos. Desde el punto de vista de la
distribución mundial de la renta mundial, los datos más recientes apuntan
para el hecho de que el 0,7% de la población reúne el 41% de la renta total,
mientras otros, 70% de la población mundial obtienen apenas el 3% de la
renta (Vásquez, Aymar y Lawson, 2018).
En esta perspectiva, como una contribución al análisis de este escenario
actual que puede tornarse desalentador en términos de distribución de
la renta y calidad de vida, parece apropiado pensar en la relación entre
la era tecnológica contemporánea y el papel de la Economía Social y
Solidaria (ESS). Esa discusión también ocurrió durante el último Congreso
Internacional Ciriec, realizado en mayo de 2018 en la ciudad de Liège,
en Bélgica. La “Declaración de Liège” (CIRIEC, 2018) dice que “…si las
nuevas tecnologías digitales crean la esperanza de ver la implementación
de soluciones de progreso para las poblaciones y de mejorar su bienestar,
también generan temores de que todos estos avances tecnológicos basados
en inteligencia artificial puedan terminar esclavizando a la humanidad en
beneficio de algunos gigantes de la economía y las finanzas”.
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A pesar de las potencialidades y de los avances en la constitución de
cooperativas y otras organizaciones de la ESS y sus impactos positivos
sobre sus propios territorios, se observa que estos emprendimientos
presentan ciertas debilidades inherentes a su modus operandi, lo
que tiene implicaciones para su surgimiento y para su sostenibilidad.
Estas deficiencias tienen una naturaleza estructural e incluyen aspectos
económicos, financieros, legales, contables, de acceso al crédito y a los
mercados, a la incorporación de nuevas tecnologías, de cualificación de
mano de obra, entre otros.
Desde esta perspectiva, se debe entender la sostenibilidad de las EES
como su capacidad de crear condiciones viables de operación y de continuar
funcionando a mediano y largo plazo, lo que implica aspectos internos y
externos. Esto requiere un conjunto de acciones, como la autosuficiencia
económica y financiera, la capacidad de inversión, el aumento de la
productividad, la educación y cualificación permanentes, la preservación
de socios estratégicos, el uso de tecnologías limpias, etc.
Para actuar en este sentido, es relevante la construcción y fortalecimiento
de un ecosistema emprendedor solidario. La construcción del ecosistema
emprendedor de la Economía Social y Solidaria (ESS) es una tarea compleja,
marcada por varios desafíos económicos, sociales, políticos y culturales. Sin
embargo, existen ejemplos en Europa y Asia que pueden ayudar e inspirar
y los presentamos en este artículo.
El trabajo es un estudio exploratorio que utiliza la revisión de la bibliografía
acerca de la temática en cuestión (Gil, 2008). La revisión bibliográfica auxilió
en la composición de una estructura analítica y descriptiva para discutir el
fenómeno y proponer acciones para políticas públicas.
En este sentido, este artículo discutirá la importancia de crear y fortalecer
el ecosistema emprendedor solidario como forma de enfrentar los desafíos
de la revolución digital dentro del actual contexto de aumento de la
desigualdad que afecta gran parte del globo. Así, el artículo se estructura
de la siguiente forma: después de esta Introducción, se presentará, en el
tema 2, una breve contextualización sobre la revolución digital del siglo
XXI. Seguidamente, algunos datos sobre la pobreza y la desigualdad (Tema
3) para, posteriormente, tratar del papel de la Economía Social y Solidaria
(Tema 4) y la importancia de fortalecer su ecosistema emprendedor con la
presentación de los ejemplos de Europa y Asia. (Tema 5).
2. REVOLUCIÓN DIGITAL DEL SIGLO XXI:
BREVE CONTEXTUALIZACIÓN
Vivimos una nueva era marcada por profundos e irreversibles cambios
tecnológicos, con impactos en diversas esferas de la sociabilidad. Nuevas
aplicaciones tecnológicas tales como la robotización, la “internet de las
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cosas y de los servicios”, la aplicación de la estadística por medio del uso de
la computación, que configuró el campo de la inteligencia artificial, la big
data, la industria 4.0, la computación en la nube, los vehículos autónomos
y otros desarrollos en curso cambiarán las condiciones de ejecución del
trabajo humano, afectando el empleo y la sociedad.
La “internet de las cosas” permite una amplia y diseminada interacción
hombre-objeto y objeto-objeto, abriendo una serie de aplicaciones tanto en
áreas de la salud, el uso personal y también en los negocios empresariales y
comerciales. Dichas aplicaciones incluyen artificios que indican rutas menos
congestionadas en el tránsito, la cocina que puede cocinar una comida por
sí sola, pasando por sensores y cámaras de información en diferentes áreas,
como la iluminación pública en un barrio o una ciudad, incluyendo diversos
cambios en la dinámica de las cadenas de provisiones globales.
Aliado a la “internet de las cosas” está la “internet de los servicios” que a
través del software analítico puede extraer datos y proporcionar información
para la prestación de servicios y nuevos modelos de negocio. Así como
notaron Oliveira, Pereira y Salviato-Silva (2018, p. 66), “el conjunto de
tecnologías empleadas en Internet de las cosas y de los servicios permitirá
a las empresas tener una visión detallada de los objetos, las personas y las
operaciones, así como generar acciones de mayor valor agregado “.
Para lidiar con esta infinidad de información proveniente de estas
nuevas tecnologías, necesitamos herramientas de big data que se refieran
al conjunto de datos en continuo crecimiento, donde a cada milésima de
segundo son concebidos nuevos datos e informaciones, en un escenario
caracterizado por “ 3Vs “- volumen, variedad y velocidad. En este contexto,
una cuestión importante y relevante es transformar todo este volumen
de datos en información para generar conocimiento, de hecho, para
organizaciones y personas. En este sentido, el “big data” puede contribuir
con la gestión del conocimiento en sus esferas de creación, almacenamiento,
intercambio y utilización en sí.
En lo concerniente a la digitalización de la producción una de las
tendencias es la “fabricación avanzada” o “Industria 4.0”, que engloba las
principales innovaciones tecnológicas en los campos de la automatización,
el control y la tecnología de la información aplicadas al proceso de
producción. Aquí aparecen las “fábricas inteligentes”, con cambios en la
forma de producción, que afectan a diversos sectores del mercado, ya que
las empresas crearán redes inteligentes en toda la cadena de producción,
dándoles la capacidad y la autonomía para programar el mantenimiento,
predecir fallas en los procesos y adaptarse a los cambios en la producción.
En esta perspectiva, para Oliveira, Pereira y Salviato-Silva (2018), existen
cinco principios para el desarrollo y la implementación de la industria 4.0,
que definen los sistemas de producción inteligentes: a) capacidad operativa
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en tiempo real; b) descentralización; c) modularidad; d) orientación de
servicio y e) virtualización. Tales cambios permitirán la existencia de fábricas
“inteligentes”, en diversos sectores económicos y en empresas de todos los
niveles y tamaños. Las empresas serán manejadas por redes inteligentes
que se controlan a sí mismas, pero que, por otro lado, utilizarán un numero
reducido de personas.
Los impactos de esta nueva era estarán en varias esferas de sociabilidad:
en la forma de producir y consumir, en las relaciones entre las personas, en
el sector público y en el mundo del trabajo.
El Informe sobre el futuro del empleo del World Economic Forum
muestra un escenario en el que la robotización y la introducción más amplia
de herramientas de big data y de la industria 4.0 se da en olas, en la medida
en que una prepara el terreno para la próxima, que se establece sobre las
alteraciones ya consolidadas instauradas por la anterior (WEF, 2018).
Esta nueva era es un fenómeno que no está restricto al mundo empresarial
e industrial, sino que se encuentra cada vez más difundido en innumerables
dimensiones de la vida personal y cotidiana. Castells (2010), al abordar los
posibles desarrollos en el uso de Internet a principios de este siglo, advirtió
sobre el profundo impacto en las nuevas formas de relaciones personales y
sociales, así como las nuevas posibilidades de investigación y aprendizaje,
y los nuevos tipos de organizaciones y formas de trabajo. Es la “sociedad de
red”, el resultado de este conjunto de transformaciones que abarca todas
las capas sociales en todo el mundo. Hoy en día, el uso masivo de Internet,
de forma “ubicua y generalizada” (Oliveira, Pereira y Salviato-Silva, 2018),
conduce al resurgimiento de las diversas conexiones de esta “sociedad de
red”, tornando la informática, en sus diversas formas uso y desarrollos, algo
omnipresente en lo cotidiano de las personas y de las “cosas”.
El camino que está tomando la organización del trabajo a partir de
la aplicación de la tecnología de información muestra que existe clara
tendencia a la destrucción de las relaciones formales y a la construcción
de estructuras que favorecen la informalidad y el trabajo precario. Son
ejemplos claros los aplicativos de transporte (Uber, Cabify, etc.), los apps
de comida a domicilio y entregas generales (Glovo, Rappi, Uber Eats, etc,),
los que ofrecen trabadores (TaskRabitt, Handy). Estas empresas, financiadas
por fondos de inversión gigantescas apuestan que los nuevos formatos
tecnológicos conseguirán destruir estructuras de trabajo y relaciones
sociales consolidadas y que la información centralizada, la vigilancia
permanente sobre el trabajador (disponibilidad para actuar, nota que
recibe del cliente) aliada a su incapacidad de contraponerse políticamente,
viabilizará pagar remuneraciones extremamente bajas y permitirán captar
la mayor parte del valor económico del negocio. Slee (2017) muestra que
las apps afectaron negativamente a las ciudades y a las personas.
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En este aspecto, la pregunta es: ¿qué políticas son necesarias para usar
tales innovaciones a favor de la ESS como forma de contribuir a una mayor
inclusión socioeconómica e impedir que las innovaciones empeoren la
calidad de vida de parte significativa de la población? Tal cuestionamiento
surge del inconformismo con los actuales niveles de pobreza, de
desigualdad y de concentración que, concomitantemente con los avances
tecnológicos significativos de la actualidad, aún restringen el acceso de
muchas personas a lo básico para sobrevivir. En el siguiente tópico, algunos
datos de este escenario.
3. POBREZA, DESIGUALDAD Y CONCENTRACIÓN EN EL SIGLO XXI
A partir de las nuevas definiciones de pobreza del Banco Mundial, las
estadísticas más recientes de la institución muestran que una de cada diez
personas, o 767 millones en todo el mundo, sobrevive con menos de US$
1,90 por día. La mayoría de los pobres del mundo viven en zonas rurales
(80%), son menores de 14 años (44%), no tienen educación formal (39%) y
están empleados en la agricultura (65%). Además, a pesar de los avances
económicos de nuestro tiempo, casi la mitad de la población mundial
- 3.400 millones de personas - aún lucha por satisfacer las necesidades
básicas (World Group Bank, 2018).
La temática de la pobreza y de la desigualdad debe tratarse desde una
perspectiva multidimensional (Sen, 2001), es decir, no solo desde el aspecto
del ingreso monetario, sino también teniendo en cuenta la posibilidad de
acceso a los servicios sociales básicos, de acuerdo con FAO (2018):
a) En 2017, el número de desnutridos en el mundo aumentó a 821
millones de personas, lo que significa aproximadamente una de cada
nueve personas;
b) La desnutrición infantil (niños menores de 5 años) sigue siendo un
problema grave, ya que alrededor de 151 millones de niños se
encuentran en esta situación (22% de los niños en este grupo de
edad);
c) En todo el mundo, cerca de tres de cada diez personas - de un total
de 2.100 millones - no tienen acceso a agua potable en sus hogares,
y seis de cada diez - o sea 4.500 millones - carecen de saneamiento
básico;
Además, vale mencionar que 330 millones de familias en todo el mundo,
el equivalente a 1.200 millones de personas, no tienen acceso a viviendas
seguras y de calidad, en un contexto donde el problema se volverá aún más
crítico, ya que el déficit habitacional puede aumentar en un 30% hasta el
2025, llegando a 1.600 millones de personas, según Mahendra y Seto (2019).
El World Inequality Report (Chancel, 2018) revela que la desigualdad de
ingresos está aumentando en todos los países, en un escenario donde la
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riqueza privada (al contrario de la riqueza pública - que se ha estancado o
incluso disminuido en muchos países), en los países ricos, ha crecido a una
tasa del 400 al 700% desde 1970 hasta la actualidad.
Según Vásquez, Aymar y Lawson (2018), el 1% de los más ricos del
mundo acapararon el 82% de toda la riqueza creada en 2017 y que existe,
63.000 son “ciento millonarios” - aquellos que poseen, en inversiones y
aplicaciones, al menos US$ 100 millones – siendo que, lo más probable es
que tales ingresos constituyan los US$ 40 billones guardados en paraísos
fiscales evadiendo impuestos; Y mirando a los más ricos, hay en el mundo
un poco más de 2.000 multimillonarios siendo que su volumen de riqueza
aumentó en 2017 en US$ 762 mil millones – cifra esta, que solventaría siete
veces la pobreza extrema del mundo.
Desde el punto de vista del mercado laboral, según la ILO (2018), en el
mundo, hay aproximadamente 200 millones de desempleados; la mitad de
la fuerza laboral mundial es informal; apenas el 27% de la población mundial
vive con protección social; 2,5 millones de personas pierden la vida en el
trabajo anualmente; 170 millones de niños están trabajando. Además, se
estima que alrededor de 1.400 millones de trabajadores tenían empleos
vulnerables en 2017 y que otros 35 millones deben juntarse a ellos en 2019.
Otro preocupante problema mundial es la falta de oportunidades para
los jóvenes (menores de 25 años de edad), que poseen tasas de desempleo
tres veces más altas que la de los adultos. Sobre este tema, se debe
prestar especial atención a lo que convencionalmente se conoce como la
generación ni-ni”. Un estudio de Novella et.all (2018) señala que una parte
importante de estos jóvenes (64%) que se encuentran en esta situación no
se debe al hecho de que sean “improductivos” o “no quieran hacer nada”,
sino a la falta de oportunidades en el mercado laboral formal porque, en
lugar de poder asistir a la escuela, están obligados a participar en cualquier
actividad remunerada para complementar los ingresos familiares por
razones de supervivencia;
Además, para la ILO (2018), se espera que el número de trabajadores
que viven en la pobreza extrema se mantenga por encima de 114 millones
en los próximos años y, cuando se trata de cuestiones de género, las tasas
de participación de las mujeres en el mercado laboral permanecen muy por
debajo de las tasas masculinas.
Como se observa, a pesar de los avances materiales extremadamente
significativos, sobre todo, en términos tecnológicos, todavía convivimos
con niveles alarmantes de pobreza multidimensional, que abarca amplia
parte de la población mundial. Es decir, este sistema económico resultó en
un modelo de crecimiento económico poco inclusivo y sostenible.
Como expresó Scalon (2001), tanto la desigualdad como la pobreza
- fenómenos complejos y multifacéticos - deben comprenderse como
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“privación de habilidades básicas que conducen a la vulnerabilidad, la
exclusión, la falta de poder, la participación y la voz, la exposición al miedo
y a la violencia; finalmente, a la exclusión de los derechos básicos y del
bienestar” (p.1). Por eso, la búsqueda de alternativas para reducirlos pasa
por “dos vías simultáneas”: la formulación de nuevos modelos de desarrollo
y la definición e implementación de políticas públicas que permitan una
distribución más equitativa de los bienes y recursos sociales.
En este sentido, se cree que el papel de la ESS como un instrumento
efectivo de contribución a este debate gana espacio y relevancia, dado que
la ESS se presenta como un paradigma alternativo de producción y consumo,
capaz de generar trabajo e ingresos, además de impactar aspecto de cuño
social, político, territorial, cultural y ambiental (Morais y Ferreira, 2018).
4. LA CONTRIBUCIÓN DE LA ESS EN LA NUEVA ERA TECNOLÓGICA
La ESS comprende una variedad de prácticas económicas y sociales,
que realizan actividades de producción de bienes, prestación de servicios,
finanzas solidarias, trueques, comercio justo y consumo solidario. Este
fenómeno multifacético que, progresivamente, gana espacio en la
academia, en las agendas de políticas públicas nacionales e internacionales
y por la adhesión de sus actores, se presenta, en los últimos años, como
una alternativa innovadora para la generación de empleo e ingresos y una
respuesta a favor de la inserción sociolaboral. Adicionalmente, también
puede considerarse como un nuevo modelo de desarrollo más humano e
inclusivo (Morais, Dash y Bacic, 2017).
Independientemente de la heterogeneidad en términos de definiciones
y organizaciones de ESS (cooperativas, sociedades mutuales, asociaciones,
organizaciones comunitarias, empresas sociales, fundaciones, universidades
con sus incubadoras de emprendimientos, empresas recuperadas, ONGs,
etc.), lo importante es prestar atención a los elementos comunes que nos
permiten identificar organizaciones que se encajan como ESS. En general,
funcionan a partir de principios operativos específicos basados en: valor
social, participación voluntaria, solidaridad, reciprocidad, innovación,
propiedad colectiva, autogestión, empoderamiento, cohesión social,
gobernabilidad democrática y comunitaria y articulación armoniosa
con el territorio. Algunos de esos actores, tal como las cooperativas
(agrarias, de producción, de consumo, etc.), las mutualidades, los bancos
comunitarios y las empresas recuperadas actúan dentro del mercado,
vendiendo o permitiendo acceso a productos o servicios para clientes o
socios. Estos actores constituyen los emprendimientos de la economía
social y solidaria (EES).
En esta dirección, se debe reconocer la existencia de una relación proficua
entre la ESS y un alternativo paradigma de producción y de consumo, más
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inclusivo y sostenible. Esta relación se guía por la generación de trabajo e
ingresos, pero con inclusión socioeconómica, participación y diálogo social
y sostenibilidad ambiental. Este hallazgo nos permite señalar una relación
umbilical entre la ESS y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la
Agenda 2030, que se entienden como una forma de confrontación de los
niveles de pobreza y desigualdad descriptos anteriormente (Morais y Bacic,
2018).
La Agenda 2030 compone un ambicioso conjunto de 17 objetivos y
169 metas definidas y desarrolladas a través de un amplio diálogo entre
los Estados miembros de la ONU, las autoridades locales, la sociedad
civil, el sector privado y otras partes interesadas1. En la actualidad, la ESS
se considera en Naciones Unidas como uno de los caminos auxiliares
que contribuirán a la implementación de los ODS. Tal reconocimiento
ya ha sido señalado por Utting (2018) que sugiere que los gobiernos y
las organizaciones multilaterales incluyan la ESS en sus debates y en la
planificación para implementar los ODS en sus territorios.
Otros aspectos concernientes al efectivo papel de la ESS para contribuir
a la construcción de un modelo de desarrollo más inclusivo y sostenible
deben ser mencionados, como destacan Borzaga, Salvatori y Bodini (2017),
basados en diversos estudios:
a) En general, dado su origen comunitario, las organizaciones de ESS
presentan menor probabilidad de trasladar sus actividades de
producción, recurriendo a la reubicación con el objetivo de reducir
costos;
b) La ESS contribuye a la creación de alternativas a partir del desarrollo
territorial y comunitario, basadas en la propiedad colectiva y
la redistribución de superávit a los involucrados y a los grupos
desfavorecidos;
c) Los emprendimientos de economía social y solidaria (EES)
desempeñan un papel fundamental en la creación y conservación de
empleos, incluyendo los trabajadores autónomos o independientes,
inclusive, fortaleciendo su poder de mercado y sus economías de
escala;
d) La ESS presenta una naturaleza anticíclica bien documentada en su
capacidad para mantener sus actividades y las de sus cooperados y
trabajadores en tiempos de crisis económica;
e) La ESS se consolida a partir de una fuerte presencia de mujeres, incluso
asumiendo puestos de liderazgo, lo que contribuye al incremento
de los ingresos familiares, así como en términos de emancipación y
empoderamiento;
h) Las organizaciones de la ESS auxilian fuertemente a la inserción
sociolaboral de grupos desfavorecidos, con extremadas dificultades
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para obtener trabajo e ingresos. Son éstos los casos de discapacitados
físicos y mentales, inmigrantes, personas con bajas calificaciones, ex
convictos, etc.
En este sentido, es evidente que, como propugna Vazques Barquero
(2018), la ESS utiliza estrategias innovadoras para satisfacer las necesidades
de la población, contribuyendo a la interacción de los actores locales con
redes de otras instituciones (públicas o privadas, como universidades,
municipios, otros emprendimientos sociales, etc.), fortaleciendo así el
sistema de innovaciones en los territorios.
Por lo tanto, se pueden apreciar las formas de contribución de la ESS
en este contexto actual de avances materiales con pobreza y desigualdad.
Y tratándose de tiempos modernos, se sugiere un esfuerzo para que las
nuevas tecnologías puedan ser incorporadas por la ESS y por los EES en
pro de fortalecer sus acciones y resultados (Morais y Bacic, 2018).
5. NUEVAS TECNOLOGÍAS Y LA IMPORTANCIA DEL FORTALECIMIENTO
DEL ECOSISTEMA EMPRENDEDOR PARA LA ESS
Uno de los aspectos más desafiantes de esta “sociedad de la información”
es la rápida y avasalladora difusión de lo que se está conviniendo en
llamar “economía compartida. Obviamente, esto se debe, en gran parte,
a la interconectividad más fácil y más barata propiciada por los recursos
tecnológicos disponibles, especialmente las nuevas tecnologías de la
información. Compartir a través de plataformas digitales posibilita incluso
impulsar los movimientos sociales en las redes y las nuevas formas de
transacción económica y manifestación política (Lisboa, 2017). Para el autor,
que propugna la tesis de que la ESS aún no se despertó a esta realidad, el
cooperativismo de plataforma” es una gran posibilidad para el desarrollo
de emprendimientos y organizaciones de ESS.
No obstante, cabe cuestionar ¿cómo se relaciona la ESS con esta nueva
manera de “hacer” economía?
Es preciso, por tanto, avanzar hacia la “economía del cuidado”, en el
sentido de combinar la generación de empleo, de trabajo y de ingresos,
con la orquestación de los problemas sociales y una mayor distribución del
ingreso, algo que resulta de especial interés cuando se considera el papel
de la ESS, teniendo en vista sus valores fundamentales, enfoques operativos
y modelos organizativos (Borzaga, Salvatori y Bodini, 2017).
Afirma la “Declaración de Liege” (CIRIEC, 2018), para quien este tema se
refiere a un pertinente campo de investigación y acción: “En esta situación
de aceleración del tiempo sin precedentes, y dados los riesgos de divertir lo
que debería considerarse como un progreso para las poblaciones, es esencial
que los actores de la economía pública, social y cooperativa se apoderen de
todos estos temas. De hecho, es esencial que esta extraordinaria promesa
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tecnológica que ofrece la tecnología digital se transforme en progreso
económico, social, democrático y ambiental”.
Aunque se necesite avanzar en esta discusión, ya se notan, en diversos
países, algunos ejemplos de articulación de la ESS con nuevas tecnologías
como: bancos comunitarios y monedas sociales, plataformas en línea
de comercialización basada en la solidaridad, iniciativas “cibernéticas
ciudadanas”, en proyectos y acciones de “crowdsourcing científico”, así como
movimientos tales como Media Labs, HackLabs, FabLabs, etc., además de
otras experiencias en el campo de las “tecnologías sociales”2.
Dichas experiencias permiten la generación de ingresos y la inserción
sociolaboral, sobre todo, de una clase de desfavorecidos, muchos de
ellos jóvenes, antes sin perspectivas de obtención de ingresos. Más allá
de estos factores económicos, también se incrementan las condiciones de
infraestructura de los territorios (mejorando las condiciones de vivienda,
educación, salud, etc.), concibiendo e intensificando las relaciones
comunitarias y de pertenencia local, amparadas por la reciprocidad y la
solidaridad.
Son, por lo tanto, experiencias que dialogan con aspectos económicos,
sociales, ambientales, políticos y culturales, además de conectarse con
los diversos ODS de la Agenda 2030. Incluso, pues, son experiencias que
contribuyen al empoderamiento de los actores partícipes, así como para
una mayor gobernanza tanto de los emprendimientos en sí, como de sus
respectivos territorios, ya que acaban participando en instancias políticas
deliberativas o consultivas. Muchas de las experiencias aprovechan las
nuevas tecnologías para atender demandas sociales y comunitarias bien
definidas.
Sin embargo, a pesar de las potencialidades y de los avances de la ESS y
sus impactos en los respectivos territorios, se puede observar la existencia
de ciertas debilidades inherentes a su modus operandi, con implicaciones
en la sostenibilidad y en la eficiencia de los EES. Tales debilidades son de
orden estructural y contemplan aspectos económicos, financieros, jurídicos,
contables, de acceso al crédito, al mercado y a las nuevas tecnologías, de
cualificación de la mano de obra, etc.
En esta perspectiva, es necesario pensar en la sostenibilidad de los EES,
entendida como su capacidad para generar condiciones de viabilidad
para continuar funcionando a mediano y largo plazo, lo que envuelve
aspectos internos y externos y requiere un conjunto de acciones, tales
como: la autosuficiencia económica y financiera, la capacidad de inversión,
el aumento productivo, la educación y la cualificación permanentes,
la ampliación social del emprendimiento, la preservación de socios
estratégicos, el uso de tecnologías limpias, etc.
La importancia del ecosistema emprendedor para la economía...
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Este hecho torna evidente la pertinencia y relevancia de construir y/o
fortalecer el ecosistema emprendedor para la ESS, sobre todo en tiempos
de nuevas tecnologías, lo que implica más y nuevas exigencias, desde el
punto de vista de la producción, de la comercialización y de la base de
servicios de apoyo a los EES (Morais y Bacic, 2017; 2019).
Los elementos que forman parte de un ecosistema emprendedor son
de naturaleza institucional y relacional y están integrados dentro de un
ambiente natural y social. Cohen (2006) distingue los elementos de la red
formal de los de la red informal, siendo:
a) Red informal: representa a los amigos, colegas y familiares de los
emprendedores y sus eventuales relaciones con otras empresas en
condiciones similares a las que están creando o administrando.
b) Red formal: compuesta por una diversidad de actores, como las
universidades de investigación, los servicios de apoyo del gobierno
local, regional o nacional, los servicios de apoyo empresariales
(consultores, contadores, abogados), proveedores de capital (bancos,
inversores ángeles - capital semilla), inversores de riesgo, empresas
formales de gran y mediano porte.
Otro elemento fundamental de la construcción del ecosistema es el
grado de interconexión, o sea, de la interdependencia que todos los
componentes del ecosistema guardan entre sí. En este sentido, se entiende
que la construcción ecosistémica debe basarse en una perspectiva “bottom-
up” y de transversalidad, posibilitando la coevolución hacia una vitalidad
colectiva.
En otros términos, de manera general, conforme a lo sistematizado
por Serrano (2015), los ecosistemas son “redes de actores” (personas
emprendedoras, investigadores, financiadores, políticos - ejecutivos y
legislativos, etc.) que toman en cuenta las dimensiones física - territorial y
cultural del territorio en cuestión; territorio éste marcado por un conjunto
de sistemas, tales como: a) sistemas políticos (alianzas y coaliciones entre
los actores sociales y los actores políticos que constituyen la base para
la gobernanza territorial); b) sistemas de producción (que inducen a la
creación de redes de actores involucrados en la producción de bienes y
servicios) y c) sistemas territoriales de innovación (creados por algunos
grupos de actores involucrados en la generación y difusión de la innovación).
Dichos sistemas constituyen un “componente físico” con consecuencias
sociológicas, políticas y económicas. Aún para este autor, el constructo
ecosistémico también debe tener en cuenta la necesidad de promover la
autorreflexión”, o sea, ser capaz de analizar de forma “endogámica”, a partir
de la investigación, de la creación de estadísticas y del análisis de impacto.
Además, debe crear y fortalecer lazos con los movimientos sociales.
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En este sentido, el ecosistema se trata de la confluencia de acciones de
diferentes actores (sectores público y privado, universidades, sindicatos,
cooperativas, escuelas, partícipes, etc.) en pro de la ESS e específicamente
do los EES.
Interesantes inspiraciones del constructo ecosistémico para la ESS
pueden obtenerse a través de dos estudios, que retratan dos regiones
(Europa y Asia).
El primero se refiere al estudio “Social enterprises and their eco-systems:
developments in Europe” (European Commission, 2019), que reconoce la
complejidad inherente al proceso de constitución del ecosistema para la
ESS (en el caso específico de este estudio, de las “empresas sociales”), y
propugna la existencia de dos pilares fundamentales: políticas públicas de
apoyo y capacidad de autoorganización de la sociedad civil. Dicho estudio
se pauta por el análisis de la estructura ecosistémica para las empresas
sociales de los países de la Unión Europea, constituida con base en los
siguientes aspectos: a) conocimiento – sensibilización política y formas
legales de reconocimiento de estas políticas y acciones; b) acceso a los
mercados; c) soporte público y fiscal para start-ups de ESS; d) acceso a
la financiación; e) instrumentos de apoyo a las redes y soporte mutuo, y
f) desarrollo de investigación y cualificación en el área. Según el estudio
de la Comisión Europea: “Los informes nacionales confirman que, más
que depender de apenas un factor, el ecosistema está moldeado por la
interacción entre todos estos factores” (European Commission, 2019, p. 19).
Con relación al primer aspecto, dependiendo del país, dicho
reconocimiento se produce a partir de diferentes instrumentos, como por
ejemplo: leyes específicas para las empresas sociales (caso del Reino Unido)
o para la ESS (casos de España e Italia); creación de ministerios, secretarías
o departamentos pertinentes al tema (casos de Bulgaria con el National
Social Economy Concept y de Polonia con el National Programme for Social
Economy Development); elaboración de documentos oficiales resaltando
el papel de los programas de fortalecimiento de la ESS. En lo que se refiere
al segundo aspecto, las empresas sociales y / o de ESS poseen productos y
servicios que pueden destinarse a la demanda del sector público y privado.
De esta forma, se verifican políticas públicas o programas de fortalecimiento
para estos emprendimientos, especialmente en tres frentes, dependiendo
del país: promoción, integración o sustitución de servicios ofrecidos
anteriormente por el estado y ahora prestados por empresas sociales. Con
respecto al tercer aspecto, se percibe, en los países estudiados, que existe
una creciente estructura fiscal relacionada con el campo de la ESS que se
caracteriza por ser compleja, heterogénea y fragmentada. Este hecho se
debe a la heterogeneidad de las organizaciones que componen la ESS
(cooperativas, asociaciones, fundaciones, empresas sociales, etc.).
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El acceso a la financiación (4º aspecto) se considera una cuestión
estratégica y, en general, los instrumentos financieros que apoyan las
innovaciones sociales son más recientes y vienen presentando creciente
importancia y atención. Como ejemplos se citan: impact investing; social
impact bonds; social venture capital; crowdfunding etc. Las redes y los
mecanismos de soporte mutuo (5º aspecto) son otro punto fundamental
en la estructura del ecosistema europeo para la ESS. Donde existen estos
elementos, las posibilidades de éxito de la ESS son mucho mayores, en
comparación con los casos en que no se verifican. Además, las redes
permiten replicar experiencias positivas en términos económicos, sociales
y políticos. Finalmente, pero no menos importante, el último aspecto
trata del desarrollo de capacidades y de cualificación para operar en este
segmento. Y para ello, son necesarios conocimientos específicos para los
emprendimientos y organizaciones de ESS, evitando la mera copia de
las prácticas de los emprendimientos tradicionales, desconsiderando el
potencial de la ESS para generar modelos alternativos más eficientes y
coherentes con sus raíces locales peculiares, dimensión inclusiva y objetivos
sociales explícitos.
En el caso asiático, se destaca el ejemplo de Corea del Sur, a partir del
Local Social Economic Ecosystem Development Project (LSEEDP), creado
para garantizar la sostenibilidad de la ESS surcoreana. La estructura
desarrollada considera los gobiernos locales (con sus respectivas políticas
de apoyo), las redes de la ESS (y sus centros de cooperación) y la sociedad
civil (consultada en sus instancias participativas). En este ecosistema, la
“formación de activos” (en temas de infraestructura, recursos humanos y
expansión del mercado) se considera un elemento fundamental y todo
este proceso desemboca en “proyectos locales estratégicos”, donde se
conciben proyectos de apoyo a la incubación de emprendimientos de ESS
y de desarrollo local. Aunque integrados, el LSEEDP prioriza los proyectos
de desarrollo local a partir de los ecosystem groups for boroughs” (especie
de grupos ecosistémicos de barrio), que reciben apoyo durante cinco años
hasta que alcancen niveles de autonomía. Este proceso se divide en dos
etapas, siendo la primera para fomentar las capacidades de la sociedad
civil y la segunda para dar asistencia en cuestiones económicas, financieras,
jurídicas, etc. de los potenciales emprendimientos iniciados. Otro aspecto
interesante se refiere a la creación de las “Zonas de Economía Social”
(“Social Economy Zone” - SEZ) con el propósito de permitir que cada
barrio identifique y use estratégicamente los recursos locales disponibles
para compartir, con el fin de resolver los problemas locales a través de la
cooperación local (Kim; Jung, 2016).
Como se percibe, hay que dar especial atención a la implementación de
políticas públicas para apoyar la ESS y los EES. Lo ideal es que tales políticas
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sean concebidas como políticas de Estado y no apenas del gobierno,
lo que significa una mayor efectividad y continuidad en las acciones y
proyectos de ESS. La vitalidad colectiva (y no individual) del ecosistema
es una condición de su propia sostenibilidad, mantenimiento y evolución,
donde las partes deben conocer las interdependencias entre los diversos
organismos pertenecientes y de sus redes de negocios colectivos.
Cuando se trata de la sostenibilidad de las experiencias y prácticas de
ESS, es de suma importancia avanzar en la creación de metodologías para
la cuantificación de sus actividades y resultados. De modo general, en la
actualidad, todavía se carece de metodologías bien definidas para cuantificar
los impactos socioterritoriales de las experiencias de los emprendimientos
sociales o cooperativos en sus respectivos territorios. La complejidad del
fenómeno - dados sus impactos no solo económicos, sino también sociales,
políticos, culturales y ambientales - también requiere mezclar metodologías
cuantitativas y cualitativas. Este es un tema importante en la agenda de
investigación sobre la ESS.
Desde el punto de vista cuantitativo, se observan avances en el área,
a partir de los estudios: a) ILO (2017), b) Monzón y Chaves (2017), y c)
Álvarez y Alarcón (2019). El primero presentó una visión general de cómo
las cooperativas y las variables clave de la Economía Social son medidas
con objetivos estadísticos. Según el trabajo, para recopilar datos sobre
cooperativas, no basta una única operación. Los registros, levantamientos de
información y sus combinaciones son enfoques generales en la recopilación
de datos sobre cooperativas. Se pueden utilizar otros métodos, tales como
cuentas satélite”, investigaciones basadas en establecimientos y unidades
domésticas, que ayudan a producir información más completa y confiable
sobre el tema, con el potencial de ser más comparables internacionalmente.
El segundo estudio fue realizado en 28 países europeos y nos trae un
importante salto en lo que concierne a las informaciones cuantitativas de
la ESS, hasta el año del 2015. Más allá de estos datos, se dio un salto aún
mayor, aunque de manera panorámica e incipiente – lo que revela, incluso,
la etapa embrionaria del tema en el ámbito internacional en el capítulo 8,
titulado: “Methods and indicators to evaluate the social economy and its
impacts. El tercer trabajo mencionado tenía como objetivo realizar una
propuesta para facilitar la medición de los aportes de las cooperativas a los
ODS a partir de un análisis de redes apoyado en la teoría del balance social
como instrumento de medición aplicado a un grupo de 16 cooperativas
colombianas.
Del punto de vista cualitativo, es interesante mencionar el trabajo
de Castro y Oreamuno (2017) que sugieren un enfoque diferente para
comprender los impactos de las cooperativas en sus respectivos territorios,
más allá de las cuantificaciones tradicionales de ingresos y empleos
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generados. Esto, pues, en la visión de ellos,en lugar de producir impactos
específicos, las cooperativas asumen una serie de papeles sociales dentro
de sus comunidades, lo que les permite influir en las dimensiones del
desarrollo de manera más dinámica” (p. 148).
En otros términos, para los autores, los fenómenos sociales complejos
exigen medidas y métricas “holísticas” de entendimiento. De esta forma, los
autores se valen de una metodología cualitativa (observación y entrevistas
semiestructuradas) y analizan los impactos territoriales en once cooperativas de
Costa Rica. Las categorías analíticas utilizadas se basan en el Human Development
Report de las Naciones Unidas a partir de cuatro dimensiones: salud, educación,
ingresos y bienes y servicios públicos - capacidades colectivas.
El gran desafío será mezclar metodologías cuantitativas y cualitativas
para la construcción de un instrumental que sea efectivamente capaz de
mensurar la complejidad de los impactos de las experiencias cooperativas,
así como de la ESS como un todo, en sus respectivos territorios.
6. CONSIDERACIONES FINALES
Vivimos en un contexto paradójico, marcado, por un lado, por notables
avances materiales expresados por las profundas transformaciones
tecnológicas y, por otro, por niveles preocupantes de desigualdad
socioeconómica, pobreza multidimensional y desempleo.
En otros términos, las profundas alteraciones de la tecnología
impactaron fuertemente la sociedad. Sus efectos pueden observarse en la
forma en que se desarrollan todo un conjunto de actividades en todas las
ramas de la actividad económica, que pasaron a ahorrar y dispensar trabajo
humano. Como resultado en muchos países aumentó el desempleo y el
trabajo pasó a ser precarizado y / o peor remunerado. Nuestra sociedad
aún no ha dado respuestas concretas a este hecho, lo que implica en la
deteriorización del contrato social que posibilitaba cohesión y coexistencia
de las personas a partir de la esperanza de mejora de las condiciones de
vida. Esta situación podrá conducir a la inestabilidad política y social e
incluso a la insostenibilidad a largo plazo.
Además de esto, el actual modelo económico genera una fuerte presión
sobre los recursos naturales que son cada vez más escasos, siendo posible
imaginar un futuro en el que el control de estos recursos obedezca la lógica
de los países más poderosos y más consumistas. Evidentemente que este
panorama distópico es exactamente lo contrario de lo deseado por los
ODS de la Agenda 2030.
En el afán de mostrar un camino que permita una alternativa al cuadro
retratado, proponemos mayor atención para las experiencias de ESS. Estas
experiencias permiten la generación de ingresos e inserción sociolaboral,
sobre todo de segmentos sociales históricamente más perjudicados y
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marginados. Además de la mejora de las condiciones económicas se
observan mejoras en las condiciones sociales y la infraestructura de los
territorios (condiciones de vivienda, educación, salud, etc.) y la intensificación
de las relaciones comunitarias y de pertenencia local, amparada por la
reciprocidad y la solidaridad. Las experiencias de ESS abarcan aspectos
económicos, sociales, ambientales, políticos y culturales, y se conectan con
los diversos ODS de la Agenda 2030.
Carballo et. al (2017) luego de analizar la relación del emprendedorismo
con el desarrollo económico concluyen que hay extensos canales que
relacionan la actividad emprendedora de las empresas con ánimo de lucro
con el desarrollo económico y proponen políticas públicas de largo plazo
para apoyar estas actividades. Deducción semejante puede hacerse para el
caso de las empresas que actúan en la ESS.
Dada la fragilidad de los EES, es necesario desarrollar y / o fortalecer
(cuando éstos ya existan) un ecosistema emprendedor solidario para apoyar
de forma integrada tanto las acciones para constituir estos emprendimientos
como su desarrollo. El ecosistema debe integrar diversos actores (sector
público, universidades, escuelas, sindicatos, cooperativas, empresas, etc.)
dentro de las políticas y acciones que apoyen los EES. Las políticas de apoyo
deben ser formuladas como políticas de Estado y no solamente de gobierno,
para lograr que las acciones sean permanentes y tengan continuidad. También
es extremamente importante la existencia de un marco legal apropiado para
la ESS y específicamente para los EES, así como mecanismos e instrumentos
claros de cuantificación y supervisión de las actividades y resultados de la
ESS dentro del contexto regional y/o nacional.
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