
VALORES Y EDUCACIÓN EMOCIONAL A TRAVÉS DE LA ACTIVIDAD
FÍSICO-DEPORTIVA
La educación física ha sido, tradicionalmente, un área innovadora ante algunas
de las reformas educativas de los últimos años y tenemos la posibilidad de seguir
siéndolo ante la revolución educativa que desde la “neuro-educación” se va a producir
en este siglo. La aportación de nuestra maravillosa y útil asignatura al campo de las
emociones es básica y pionera en muchos aspectos y contextos. La actividad físico-
deportiva (AFD) es un facilitador de emociones positivas y ayuda a evitar o superar
emociones perjudiciales. Al realizar cualquier tipo de AFD, el organismo segrega
hormonas y neurotransmisores (endorfina, serotonina) que nos hacen sentir bien.
Aumenta el nivel de energía de nuestro organismo. Esta sensación suele tenerse durante
la realización de la actividad ya que el efecto de las endorfinas es rápido y potente. En
esta línea cada vez hay más investigaciones que muestran la influencia de la práctica de
AFD con la mejora del bienestar psicológico y de diversas variables emocionales e
incluso cognitivas. De hecho, el neurocientífico Fernández-Pinilla explica que la
actividad física favorece la secreción de la proteína BDNF que estimula el crecimiento
neuronal. Esta proteína ayuda a crear nuevas sinapsis y nuevas redes neuronales que
influyen directamente en el desarrollo intelectual en el más amplio sentido del término.
Con relación a la vitalidad y energía que sentimos en nuestra vida cotidiana, el ejercicio
aporta beneficios contrastados. La AFD genera dos neurotransmisores que ayudan a
regular los niveles de energía y de estrés que son la dopamina y la epinefrina. Ser una
persona activa físicamente aumenta los niveles de dopamina previniendo los efectos
adversos del agotamiento. La epinefrina nos ayuda a afrontar situaciones de estrés. Sin
embargo, cuando el estrés es continuo, la presencia de este neurotransmisor agota al
organismo y nos hace sentirnos cansados y desanimados. El ejercicio físico activa zonas
cerebrales que permiten tener mayor control inhibidor, mayor capacidad de resistir
tentaciones, mayor capacidad de tomar decisiones a su tiempo en lugar de
aceleradamente. La relación de la actividad física con la gestión de las emociones
negativas es también muy útil. La práctica de un deporte o un baile bloquea los
pensamientos negativos o preocupaciones que se pudieran tener, ya que exige al cerebro
una ocupación total en la actividad con el organismo generando endorfinas. El ejercicio
físico también contribuye a dominar el enfado, según Goleman. Por una parte, hace que
disminuya la elevada excitación provocada por la ira, damos tiempo a que el cerebro se
tranquilice, se ocupe de otra cosa y relativice.
Cuando estos datos sean asumidos por los responsables de la educación, la EF o,
al menos, los niveles de AFD tendrán que aumentar significativamente en beneficio del
desarrollo cerebral del alumnado. La importancia de nuestra asignatura sale también
fortalecida con la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner. La
inteligencia kinestésica es tan importante en educación como el resto (la lógico-
matemática, la lingüística, la ecológica, la espacial, la musical o la emocional). La
aplicación de esta teoría exige un mayor equilibrio en las competencias de cada una de
estas inteligencias cuantitativa y cualitativamente.
Desde la asignatura “la educación en valores y la práctica de actividad física en
colectivos en situación de desigualdad” en el Grado de Ciencias de la Actividad Física y
el Deporte de la Universidad de Huelva, hemos querido aportar nuestro grano de arena a
esta realidad tanto en el ámbito educativo como deportivo. Consideramos que la
educación en valores tiene como raíz la educación emocional. El respeto puede exigirse,