E-motion. Revista de Educación, Motricidad e Investigación
2013, nº 1, pp. 1-13
© Copyright: 2013 Grupo de investigación (HUM-643)
Edición Web (www.uhu.es/publicaciones/ojs/index.php/e-moti-on/index)
EL COACHING COMO ESTRATEGIA
PEDAGÓGICA PARA LA MEJORA DEL
AUTOCONOCIMIENTO DE LOS
EDUCADORES DEPORTIVOS
Antonio Fraile Aranda
Universidad de Valladolid. Email: afraile@mpc.uva.es
RESUMEN: En el presente trabajo se recoge una revisión teórica sobre la
importancia que tiene el autoconocimiento para los educadores en
general y de forma particular para los que participan, como líderes, en
actividades deportivas. Una de las herramientas que favorecen ese
autoconocimiento personal es el coaching como metodología que
facilita que el entrenador acompañe a los jugadores, como parte de un
proceso formativo, desde un modelo transformador integral (físico,
social, cognitivo y emocional) ayudándoles en su mejora personal y
técnico deportiva. Para desempeñar de forma eficiente esa labor de
liderazgo es importante que los educadores deportivos adquieran el
dominio de una serie de competencias docentes como son la
comunicacn y la escucha activa, el control y el dominio de sus
emociones, el trabajo cooperativo con sus colaboradores, el respeto y
la asertividad, y la resolución de conflictos a través de una buena toma
de decisiones. A partir de estas competencias transversales los
educadores deportivos no sólo mejorarán los procesos de interacción
con sus jugadores, sino incidirá en su autoconocimiento personal y
profesional.
PALABRAS CLAVE: Coaching pedagógico, autoconocimiento,
competencias docentes.
El coaching como estrategia pedagica para la mejora del autonocimiento de los
educadores deportivos
Fraile, A.
1.- INTRODUCCIÓN
La actual sociedad del conocimiento nos exige a los educadores, ya sea en el
ámbito del deporte como de la educación física, desarrollar un conjunto de
competencias instrumentales, personales y sistémicas con las que actuar de una
forma más eficiente. Esto nos exige adquirir nuevas habilidades y procedimientos
docentes dirigidos tanto al ámbito profesional como personal. A través de esas nuevas
competencias, nos interpretaremos mejor a nosotros mismos (autoconocimiento) y
actuaremos mejor con los demás (habilidades sociales), desde un proceso de reflexión
permanente.
Los entrenadores deportivos actuaremos de forma más eficiente gracias al
dominio de una serie de competencias y estrategias personales como son: saber
trabajar en equipo, aplicar habilidades sociales, tener un espíritu (auto)crítico con
nosotros mismos y de compromiso ético con los demás. Siendo preciso saber
interactuar con profesionalidad, compromiso, responsabilidad, formación, motivación,
entusiasmo, confianza y respeto mutuo.
Ese desarrollo competencial no sólo parte de la autoexigencia de los
educadores, sino de todos los agentes protagonistas del proceso de enseñar-aprender
en el escenario del deporte. Los aprendizajes deben estar en continua evolución
siendo, en muchos casos, el error fuente de un nuevo aprendizaje. A modo de
ejemplo, en el proceso de enseñanza-aprendizaje deportivo, se precisa que cada
movimiento o gesto técnico se destruya y construya con objeto de seguir aprendiendo
(Gallwey, 2006).
Para comenzar a abordar este trabajo, partiré de definir qué es el “coaching"
como una herramienta para mejorar la participación en la práctica deportiva. Aunque el
término tiene un origen anglosajón, ya que procede de la palabra “coach” entrenador,
su desarrollo se relaciona con los primeros pensadores griegos y entre ellos Sócrates
(método socrático). Ese procedimiento está dirigido a favorecer, mediante preguntas,
el conocimiento personal; es decir, permite ayudar al deportista a que pueda explorar
en su interior.
En la actualidad, tomando como referente la importancia del entrenador como
der grupal, el “coaching” representa un sistema integral experimentado y aplicado con
excelentes resultados en diferentes contextos, aportando los medios y recursos
necesarios para la obtención del éxito. Para el desarrollo de esta metodología, los
entrenadores precisamos de una formación personal en aquellas habilidades y
competencias personales que nos permita liderar y tomar decisiones, a partir de
dinámicas activas que se generan con el grupo deportivo.
En este caso, analizaremos qué nos puede aportar a los educadores deportivos
el "coaching" como instrumento formativo, dentro del ámbito pedagógico deportivo y
cómo podemos aplicar esta herramienta, como parte de un proceso metodológico, con
la finalidad de favorecer el acompañamiento educativo a los jugadores a nivel
emocional, afectivo y psicológico. Con ello, las personas que son buenas (en el ámbito
moral, físico, técnico, etc.,) pueden llegar a ser mejores y más eficaces en los
diferentes campos de su vida y, entre ellos, en el deportivo.
El modelo en el que nos apoyamos para desarrollar el “coaching” sigue un
proceso transformador, desde un tipo de metodología que facilitará que el participante
pueda alcanzar el éxito y la máxima plenitud. Esto exige, que tanto los educadores
como los propios deportistas aprendamos a inventarnos a nosotros mismos, a través
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educadores deportivos
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de una conversación reflexiva y transformadora con nuestra realidad. Para Echevera
(2003) no hay un cambio más importante en la historia de la humanidad que aquel que
transforma de manera radical nuestra concepción sobre nosotros mismos.
Por último, las conversaciones transformadoras que se puedan producir entre
educador y jugador a través del “coaching” tendrán como meta su mejora profesional y
personal. A través de definir: los propósitos, las finalidades, la propia metodología para
aprender y mejorar la motivación personal; así, como poder aprender a conectarse con
sus emociones, con sus valores y sus creencias. Desde este proceso, dirigido
inicialmente a los jugadores, también los educadores podremos lograr un mejor
enriquecimiento personal y profesional, ya que esta práctica se desarrolla desde una
perspectiva (inter) formativa.
2.- FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA
2.1.- Concepto de Coaching
El “coaching” aplicado al ámbito deportivo se puede definir como una técnica
metodológica que facilita un proceso de formación y capacitación personal, entre
educador y jugador, posibilitando que ambos puedan mejorar su autoconocimiento. Es
decir, gracias a que nos conocemos mejor y nos relacionamos mejor con los demás,
podremos actuar de forma más eficiente (tanto a partir de la actividad formativa del
educador, como de aprendizaje del jugador).
En esa relación de acompañamiento, entre el educador y el jugador, es
importante resaltar cómo ambos debemos asumir el rol de aprendices y, con ello, un
mejor autoconocimiento personal. Con la finalidad de llegar a ser dueños y autores de
nuestra propia práctica y, por tanto, de nuestra acción profesional. En este ámbito
formativo complejo, los educadores debemos actuar como facilitadores del
aprendizaje, fijando los retos a superar en esta actividad de formación, como parte de
nuestro desarrollo profesional.
Esa acción de compromiso tutelar, entre el educador y los jugadores, tiene
como finalidad llegar a percibir, analizar y reflexionar sobre las múltiples opciones de
enseñanza y aprendizaje que se presentan en la carrera deportiva. Los educadores
actuarán como facilitadores de esas competencias personales a los deportistas,
ayudándoles a ser más autónomos durante su proceso formativo. Por ejemplo, en la
formación de los escolares debe contemplar una educación en valores como la
solidaridad, el respeto, el compañerismo, la honestidad, etc., a través de los cuales
construirán las bases de su desarrollo personal y deportivo.
Los entrenadores deben aprender a ser educadores 10. En ese proceso de
capacitación profesional (a nivel inicial y permanente), estos deben conocer y aprender
a aplicar un conjunto de herramientas (técnicas individuales y de dinámica de grupos)
desde sus competencias personales, en beneficio del logro de sus metas y las de sus
jugadores. Solamente a partir de ese desarrollo personal, los jugadores podrán
establecer las vías para lograr un mejor desarrollo técnico deportivo.
Todos recordamos a ese educador (líder) que nos ayudaba a ser mejores
personas, que conectaba con nuestros deseos por aprender, que se preocupaba de
nosotros y no sólo de los resultados (especialmente recordamos a aquellos que nos
preguntaban sobre cómo nos encontrábamos cada día). Esos docentes, nos ayudaban
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a sentirnos mejor con nosotros mismos y, gracias a ello, poder desarrollar todo nuestro
potencial personal y deportivo.
Desde esas competencias de líder, los educadores podían analizar y aplicar su
práctica para favorecer el aprendizaje de los jugadores. Justificar el porqué y el para
qué de la actividad deportiva. Desde una buena motivación y un buen grado de
compromiso personal en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Así, los jugadores
llegan a tener claro por qué deben hacer lo que se les pide o para qué sirve lo que
entrenan, por encima de los resultados.
Entre las competencias a potenciar en la formación del entrenador deportivo,
se encuentra aquellas que le ayuden a conocerse mejor, para luego desempeñar
mejor su labor profesional. Por ejemplo, los entrenadores que son capaces de
comunicarse y ser conscientes de lo que está pasando en cada momento de su
actividad formativa, están más abiertos a actuar ante las oportunidades que se le
presentan en su entorno, logrando con menor trabajo los objetivos previstos.
La capacidad de una persona para liderar grupos parte del dominio de aquellas
competencias para actuar como educador, siendo esto parte esencial del proceso
formativo. Entre los componentes claves para considerar a un docente con capacidad
de líder se encuentran las siguientes: comunicarse de forma activa, mostrar empatía
con los miembros del equipo, trabajar de forma cooperativa con sus colaboradores,
resolver conflictos, conocer y saber utilizar adecuadamente sus emociones, tener un
buen sentido del humor, respetar y mostrar un buen grado de asertividad, entre otras.
Para ello, los educadores deportivos debemos adquirir una mejora de las
competencias transversales desde las que podamos actuar de forma más integral y no
sólo preocuparnos por el perfil técnico deportivo del jugador.
2.2.- Los educadores como líderes facilitadores del aprendizaje
Tanto en el escenario educativo escolar como del entrenamiento deportivo, los
educadores como líderes debemos ser un referente para los sujetos que aprenden.
Especialmente recordamos a los educadores/entrenadores considerados como 10,
que hayan dejado un importante legado en nuestra vida como estudiantes o jugadores.
Las personas consiguen sus mayores éxitos cuando se apasionan por lo que hacen
(Hochman, 2010).
Al comienzo del pasado curso universitario presenté, junto con otro profesor, a
mis estudiantes un reto, se trataba de que revisaran cuántos de sus maestros o
entrenadores les habían dejado a nivel humano una huella positiva. Especialmente,
debían recordar a aquellos que les habían ayudado a ser mejores personas. Los
recuerdos de los estudiantes se centraban no en los docentes o entrenadores que
explicaban mejor los diferentes contenidos o que les evaluaban más positivamente. La
imagen que les debía venir a su memoria era la de aquellos otros que se preocupaban
por ellos, desde una perspectiva humana. Por desgracia, el número de esos docentes
privilegiados no superaba, en el mejor de los casos, los cinco dedos de la mano.
Esta búsqueda en el pasado de la escuela, del instituto o del escenario
deportivo, sin pretenderlo de forma explícita, se convirtió a lo largo del curso, para
muchos de esos estudiantes, en una verdadera motivación por aprender más y por
poder llegar en su día a emular a esos docentes y entrenadores que tenían presente.
Esta conversación inicial se volvió a recordar el último día del curso, y a este grupo de
estudiantes se les pidió que expresaran en su cuaderno de campo, a modo de
reflexión final del curso: de qué manera les había influido esa idea de llegar a ser un
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maestro 10 en el futuro. Gracias a esa reflexión, los estudiantes visualizaron y
expresaron cómo había sido durante el curso esa búsqueda de ser mejores
estudiantes para ser luego mejores educadores, ya sea dentro del escenario escolar
de la enseñanza de la educación física o del entrenamiento deportivo.
Muchos de esos estudiantes, destacaban entre sus ideas el impacto que había
tenido para ellos esa charla de comienzo de curso, en donde se valoraba la necesidad
de ser alguien importante para sus futuros estudiantes. A partir de ahí explicaban:
Cómo algunos habían llegado a asumir el rol de líder en el grupo por su trascendencia
para los compañeros y para su propio desarrollo personal. Cómo habían podido
incorporar a su actividad pequeñas y sencillas acciones, que después podrían llegar a
ser relevantes y significativas para su futura labor como docentes. Cómo habían
podido conectar con sus emociones, reflexionando sobre todo lo que les rodeaba en
sus clases. Cómo habían podido aprender a escuchar/visualizar sus sueños, revisar lo
esencial en su vida, reflexionar sobre todo aquello que podía tener importancia de cara
al futuro profesional como docentes.
Covey (2009) emplea el término hábitos para referirse a las competencias que
podemos conseguir para alcanzar ser personas eficaces, llegando a hacer mejor lo
que ya hacemos bien. Entre esas habilidades profesionales, también válidas para los
educadores deportivos, destacaremos las siguientes:
Ser proactivo: Reconocer que somos responsables de todas nuestras
elecciones y que esa libertad de elegir debe partir de nuestros principios y
valores personales.
Empezar el día con un fin en nuestra mente: Definir nuestro futuro a partir de
crear primero una visión mental de un proyecto, vivir cada día fijando un
propósito claro en nuestra mente.
Establecer primero lo primero: Organizar y llevar a cabo las prioridades más
importantes, implica vivir con arreglo a los principios que más valoramos y
sentirnos impulsados por ellos, no sólo por los asuntos más urgentes y las
fuerzas que les rodean.
Pensar en ganar/ganar: Buscar el beneficio a partir de un respeto mutuo en
todas las interacciones (evitar que ningún jugador asuma dentro del equipo el
rol de perdedor, promoviendo un espíritu ganador a partir del aprendizaje
cooperativo entre los propios jugadores). Se puede ganar sin que otros
pierdan.
Procurar primero comprender y después ser comprendido: Escuchar con la
intención de comprender a los demás y no solo de responder, favoreciendo la
comunicación y una relación auténtica. El entrenador que procura comprender
y escuchar a los demás, se puede decir que les considera y les tiene en
cuenta.
La sinergia: Respetar y valorar las diferencias mutuas representa solucionar
problemas, aprovechar oportunidades y resolver las diferencias. La sinergia
constituye la clave de cualquier equipo, ya que sus componentes tienden a
complementarse. En todos los grupos, los puntos fuertes de algunos de sus
miembros se compensan con las carencias de otros. Todos en un equipo
pueden aportar algo a la consecución de las metas.
Afilar la sierra: Representa la renovación de cada uno de nosotros en los cuatro
ámbitos de la vida (sico, socio-emocional, mental y espiritual). Es
imprescindible en la formación permanente y clave del desarrollo personal del
educador, ya que nos permite utilizar de forma más eficiente los aspectos
anteriormente indicados
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A partir de los tres primeros conceptos (proactividad, empezar con un objetivo
en la mente, establecer lo primero lo primero), los educadores podemos ser más
autónomos e independientes, responsables, tener un mejor control de nuestra vida,
planear nuestro futuro, establecer prioridades para lograr el liderazgo interno y
personal (victoria privada). Esto nos exige adquirir las competencias para tomar la
iniciativa a partir de una buena motivación personal, lograr confianza en nosotros
mismos, programar mejor nuestros objetivos, planificarlos, organizarlos y gestionarlos
en relación a nuestros recursos: tiempo, espacio, personas, medios económicos, etc.
Otros hábitos, también necesarios e importantes en el ámbito de las
competencias profesionales del entrenador deportivo son: pensar en ganar/ganar
(posibilitando un modelo deportivo cooperativo en el que ganen todos ya que todos
pueden aprender), partir de comprender para luego ser comprendidos (la escucha
activa es una de las claves de la comunicación), y la aplicación de la sinergia ayudarán
a las personas a ser más interdependientes (a partir de compartir con el resto de
compañeros sus competencias con objeto de aprender de todos). Además de todos
estos aspectos, los educadores deben desarrollar aptitudes para resolver conflictos,
buscar estrategias para el trabajo en equipo, desarrollar la creatividad o pensamiento
lateral que nos ayude a actuar de forma innovadora y diferente (cuando dependemos
del conocimiento de los demás, nuestras soluciones serán anticipadas por los
innovadores).
Dentro de estos hábitos cognitivo-emocionales se encuentra la capacidad del
educador para afilar la sierra a nivel físico, emocional, mental y espiritual. Es una
competencia de renovación personal, ya que forma parte de nuestro desarrollo
profesional, a partir de la mejora de la salud e higiene mental y de la estabilidad
emocional. La formación permanente como llave de esa mejora profesional, gracias a
ser aprendices podremos avanzar en el conocimiento. La reflexión personal, la
autocrítica, la humildad, el seguir aprendiendo de todos y de todo nos permitirán actuar
dando respuesta a nuestros errores de hoy, que serán el éxito de mañana.
Para concluir, los educadores deportivos para actuar como líderes precisamos
de un buen autoconocimiento personal y profesional que nos guíe en nuestra labor
docente. Para ello, analizaremos un conjunto de competencias transversales que
tienen que ver con el desarrollo profesional que precisamos para actuar en ese ámbito.
2.3.- Las competencias de los educadores deportivos
En diversos estudios realizados en el contexto europeo (Antonelli y Salvini,
1978; Graça, 1994; Fraile et al., 2004) se recoge que los técnicos deportivos deben
atender a numerosas y diversas funciones: educador, gestor, organizador, animador y
der, entre otras. Lo que les exige disponer de competencias que les ayude a
responder adecuadamente a dichas tareas profesionales.
Las competencias profesionales tienen múltiples facetas, entre ellas: la
epistemológica, la sociológica, la política, etc.; por ello, se debe reclamar para el
desarrollo de los aprendizajes una perspectiva multidimensional e integral de los
conocimientos. La comprensión, el juicio y la movilización de diversos recursos
cognitivos, personales, sociales y éticos constituyen la estructura interna de una
competencia, así como la capacidad de aprender a aprender, como aspecto esencial
para captar su carácter cambiante y evolutivo (Escudero, 2008).
Cuando hablamos de competencias en el ámbito de los educadores deportivos
nos referimos a aquellos conocimientos, actitudes y habilidades necesarias para
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desempeñar con éxito las funciones que se le asignan en el escenario de la actividad
sica y deportiva. Por tanto, desde esta perspectiva se puede considerar que una
competencia incluye una serie de cualidades personales, una caracterización de las
funciones y tareas en las que se pondrán en acción esas cualidades y una serie de
condiciones de realización. La persona competente se conoce mejor a sí misma, las
funciones que tiene que cumplir y las condiciones en las que debe hacerlo, y a partir
de ello podrá regular mejor su actividad profesional (Yániz, 2008).
Para considerar que los docente disponemos de esas competencias, el
conocimiento teórico debe pasar a la acción y convertirse en comportamientos
observables y relevantes en múltiples ocasiones y escenarios. La estructura interna de
una competencia debe contemplar: conocimientos, habilidades cognitivas, habilidades
prácticas, actitudes, emociones, valores, compromisos éticos y motivaciones. Por
tanto, es preciso definir indicadores que nos permitan comprobar si la competencia
que es objeto de revisión, atiende a cada uno de los componentes de esa estructura
interna (Rychen y Salganik, 2006).
A partir de estas premisas, considerando el rol de líder de los entrenadores
deportivos, nos detendremos en aquellas competencias que consideramos más
relevantes para su formación personal y profesional: la comunicación y la escucha
activa, control y dominio emocional, el trabajo cooperativo, el respeto y la asertividad, y
la resolución de conflictos a través de una buena toma de decisiones.
a) La comunicación y la escucha activa. La comunicación representa la
capacidad para intercambiar mensajes verbales y no verbales, dirigidos a
determinados objetivos. El diálogo es uno de los medios idóneos e imprescindibles
para el desarrollo de una buena comunicación (en este caso entre el educador y los
escolares). Gracias al intercambio de opiniones o puntos de vista se pueden compartir
los conocimientos y experiencias personales. En el escenario educativo, para Bain
(2006) se favorece la comunicación cuando se estimule al alumnado a pensar.
Entre los diferentes componentes que forman parte del sistema de
comunicación se encuentran el paralenguaje (cualidades de voz y sonido de las que
parte el educador); la kinesia (dominio del lenguaje corporal a nivel de gestos,
posturas y expresión corporal); la proxémica (dominio y uso del lenguaje en relación a
la distancia corporal con la que se encuentran el entrenador y los jugadores); la
apariencia física o imagen corporal que muestra el educador en dichas presentaciones
públicas y, por último, el dominio de los silencios que forman parte de ese proceso
interactivo. Hay personas que se sienten afectadas cuando en una conferencia o en un
diálogo grupal se produce un tiempo largo de espera, en donde ninguna persona
interviene (en ocasiones provocado por el propio ponente, con objeto de observar la
respuesta emocional de los asistentes en la sala).
Una buena comunicación entre el educador y los jugadores viene determinada
por la actitud para empatizar (poner en el lugar del otro), transmitir el mensaje,
escuchar de forma activa, responder a las demandas de los participantes y disponer
de una buena capacidad de expresión verbal y corporal (también la posición de las
manos expresan nuestro estado emocional, en ocasiones detectan el grado de
coherencia o contradicción entre lo que se dice y lo que se muestra corporalmente).
También los escolares deben aprender a escuchar, a ponerse en lugar de los demás
y, con ello, a cuestionar sus propias ideas y las de los demás. Para ello, se les debe
enseñar a buscar información y a argumentar, a través de la observación, la inferencia,
la interpretación y la explicación, así como a debatir sobre problemáticas sociales
vinculadas con la actividad corporal.
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En el estudio realizado por Fraile, De Diego y Boada (2011) se señala que los
educadores deportivos a nivel europeo valoran la capacidad de dialogar y comunicar
como la más importante para desarrollar su labor profesional. Según estos
entrenadores, su capacidad para dialogar con los jugadores representa un excelente
medio para favorecer un buen ambiente y un buen clima durante el entrenamiento. La
comunicación permite compartir ideas, pensamientos, teorías y significados con los
jugadores y, con ello, favorecer unas buenas relaciones interpersonales con los
miembros del equipo.
De acuerdo con esos datos, Zaldivar (2001) considera que la comunicación,
como acción compleja y como intercambio de información verbal y no verbal, favorece
un mejor contacto racional y emocional con y entre los jugadores En esa misma línea,
García Ucha (1996) señala que entre un 50 y un 70% de la tarea del entrenador con el
deportista precisa de la comunicación; en donde se incluyen la posibilidad de transmitir
orientaciones sobre los ejercicios, los mensajes para mantener los esfuerzos y la
motivación del deportista, así como la regulación o rectificación de la ejecución motriz
(el feed-back representa uno de los medios básicos para garantizar el aprendizaje de
los jugadores, ya que les permite tomar conciencia de todo aquello que están haciendo
bien, para seguir progresando; cuando ese mensaje no es positivo el aprendiz se
encuentra ante la necesidad de reconsiderar su práctica).
Por tanto, el entrenador debe conceder gran importancia al diálogo como una
parte esencial de las relaciones personales y para favorecer los aprendizajes. Solo
gracias a ese sistema de comunicación del entrenador con los jugadores, dentro de un
modelo democrático, éstos podrán adquirir un mejor conocimiento de los resultados de
su práctica. Favorecer el bienestar y el respeto entre los jugadores nos evitará adoptar
una postura autoritaria (Moreno y Del Villar, 2004).
b) Control y dominio emocional. Los trabajos de Charles Darwin (1872) son
pioneros a la hora de explorar la relación entre el cuerpo y las emociones de una
manera científica. Para este autor, el comportamiento humano expresa las condiciones
interiores. Su idea principal fue que la evolución de la expresión se realiza de manera
igual que el resto de rasgos. Así, algunos hábitos relacionados pueden llegar a ser actos
reflejos que se transmiten a las generaciones futuras en forma de características, donde
algunas expresiones emocionales, incluso algunos gestos, pueden ser instintivos.
Más recientemente, se comienza a utilizar el concepto de inteligencia
emocional que tiene su origen a partir de las teorías de Peter Salovey que populari
Goleman. Desde estas teorías se comienza a valorar la importancia de la capacidad
de autocontrol y de automotivación personal vinculadas con las emociones. Así, en el
escenario deportivo, la capacidad del entrenador para conocer e interpretar los
sentimientos propios y los de los jugadores le ayudará a mejorar su autoconocimiento
intrapersonal y sus relaciones interpersonales.
Goleman (1998) distingue las siguientes emociones:
Ira: rabia, enojo, resentimiento, furia, indignación, acritud, irritabilidad,
hostilidad, odio y violencia
Tristeza: pena, desconsuelo, pesimismo, melancolía, autocompasión, soledad,
desaliento, desesperación, depresión.
Miedo: ansiedad, temor, preocupación, inquietud, desasosiego, incertidumbre,
nerviosismo, angustia, susto, terror y pánico.
Alegría: felicidad, gozo, tranquilidad, diversión, gratificación, satisfacción,
euforia.
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Amor: aceptación, cordialidad, confianza, amabilidad, afinidad, devoción.
Sorpresa: sobresalto, asombro, desconcierto, admiración.
Aversión: desprecio, desdén, displicencia, asco, antipatía, disgusto,
repugnancia.
Vergüenza: culpa, perplejidad, desazón, remordimiento, humillación, pesar y
aflicción.
Las emociones nos informan de lo que sucede a nuestro alrededor y nos
permite adaptarnos a los cambios que se producen en nuestro entorno. Tanto para los
entrenadores como para los jugadores, las emociones pueden actuar de forma
diferente, ya que dependiendo del carácter de cada uno pueden dificultar o favorecer
la capacidad de pensar, planificar, conseguir metas, solucionar problemas, etc.
También, las emociones actúan como impulsos que nos llevan a intervenir en la
práctica (ya que representa un estímulo de movimiento hacia algo). A partir de las
emociones, las personas (entre ellas los entrenadores) afrontamos con diferente
ánimo las diferentes situaciones. Gracias a que admitimos como propias las
emociones de nuestro interior, llegamos a liberar muchas de los problemas que
obstaculizan nuestro desarrollo personal y social (Miller, 2007).
Por último, cada emoción genera una reacción corporal vital, aunque no
siempre consciente. Estos comportamientos emocionales a nivel externo o interno de
nuestra actividad corporal representan una de las principales fuentes de información
que nos ayudan a adquirir una mayor autoconciencia corporal. Por todo ello, la
inteligencia emocional es clave para que un entrenador disponga de una buena
capacidad para reconocer sus propios sentimientos y los de los demás, y con ello
poder llegar a actuar con mayor eficacia. Por ejemplo, ese autocontrol emocional
permite a algunos entrenadores tener la tranquilidad mental para tomar decisiones,
claves para la obtención de mejores resultados (pedir un tiempo muerto, realizar un
cambio, provocar la atención del árbitro, cambiar un sistema de juego, etc.).
c) El trabajo en equipo debe partir de la cooperación como una estrategia
para que los miembros de un equipo actúen juntos y puedan lograr mejores objetivos
comunes. En el ámbito del entrenamiento, el trabajo en equipo corresponde con las
acciones que realizan algunos entrenadores que comparten sus labores técnicas con
sus ayudantes y a nivel de jugadores con el compromiso de éstos por esforzarse tanto
por su aprendizaje, como por el de sus compañeros (Johnson, Johnson, y Holubec,
1999).
El trabajo cooperativo parte de que el entrenador, superando una conducta
individualista, esté habituado y formado para comunicar a sus colaboradores tanto sus
propuestas de acción como presentar, de forma autocrítica, los problemas que han
surgido durante la práctica. También, los educadores junto con los jugadores han de
actuar de forma conjunta en la toma de decisiones. Desde un proceso democrático y
participativo se favorecerá una mejor cohesión en el grupo, haciendo jugadores más
responsables y autónomos, que actúen desde sus motivaciones e intereses y no por la
imposicn externa o amenazas de un adulto (Johnston, 1997).
Una de las características que recoge el aprendizaje cooperativo es poder
negociar y llegar a acuerdos de consenso, haciendo más efectivo los aprendizajes
desde un conocimiento compartido. La eficiencia del programa dependerá de la
capacidad del entrenador para desarrollar acciones colaborativas con otros colegas y
con los jugadores, gracias a intercambiar conocimientos y experiencias. Cuando el
entrenador consigue implicar a los jugadores en las finalidades de su programa de
trabajo los resultados serán más factibles, así el entrenador no caminará sólo sino
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recogiendo las aportaciones de todos los miembros del equipo. No obstante, esto
exige negociación, llegar a acuerdos, trasparencia y honestidad en el proceso.
También las metas deben establecerse de forma realista y a partir de las capacidades
del grupo (tan malo puede ser exigir por debajo de las metas establecidas, como por
encima de lo que los jugadores sean capaces de llegar a hacer).
En el trabajo realizado por Yagüe, Fraile y Rodríguez (2004), se recoge que los
entrenadores no están habituados a compartir y negociar de forma grupal sus planes
de acción en el ámbito del fútbol. Especialmente en el escenario de la alta
competición, los entrenadores desconfían de aquellos colaboradores que les impone el
club. Incluso, algunos entrenadores buscan técnicos que nos les puedan hacer
sombra. Para atender esas carencias formativas y cuestionar algunas de esas
creencias, ligadas a los modelos de entrenamiento tradicional, se diseña un programa
de formación permanente a través de un seminario de investigación-acción. La
finalidad de este programa formativo es conseguir que un grupo de entrenadores se
habitúen a elaborar de forma colaborativa sus programas, a observarse en las
prácticas de entrenamiento y a buscar soluciones a los problemas que surgen
vinculados con la falta de resultados deportivos o con el funcionamiento del equipo.
Para ello, se enseña a este grupo de entrenadores a cómo coordinar las tareas de
planificación, puesta en práctica del programa y la evaluación de los resultados.
Desde este trabajo cooperativo se facilita que: la diversidad de los jugadores
pueda mejorar la búsqueda de resultados del equipo, las decisiones grupales tengan
más relevancia que las individuales, las responsabilidades y los resultados obtenidos
sean compartidas, los tiempos de aprendizaje sean menores una vez que el grupo
aprende a trabajar, se aprenda a respetar y tolerar las opiniones de los demás desde
las sinergias y la cohesión grupal. No obstante, para que este proceso cooperativo sea
realmente efectivo se debe evitar que la excesiva diversidad de opiniones pueda
ralentizar el proceso de aprendizaje, así como que la responsabilidad de los errores
pueda diluirse entre los componentes del equipo debiendo, para ello, establecer una
buena coordinación entre todos los componentes del equipo.
d) El respeto y la asertividad. El respeto es una actitud y disposición a
mantener una buena relación con los demás, y no subestimar o infravalorar el
comportamiento de los compañeros. El respeto se relaciona con el reconocimiento y la
dignidad, así como con la atención a los derechos y deberes que uno tiene con los
demás (Sennett, 2003). En el escenario deportivo, el respeto representa la manera de
relacionarnos de forma amistosa con los demás y valorar la integridad de las personas
“fair-play”. Desde el compromiso con los compañeros y con el entrenador. También, el
árbitro y el entrenador deben exigir que los jugadores respeten las reglas del juego en
beneficio de la propia actividad.
La asertividad se define como aquella cualidad que poseen las personas que
conocen sus derechos e intereses y los defienden ante los demás (Mañas, 2011). La
conducta asertiva en el deporte se manifiesta cuando el entrenador muestra y defiende
sus opiniones, derechos e intereses a los demás sin violar los ajenos, respetando y
animando a los jugadores a que expresen sus opiniones (de forma proactiva). En este
caso, el educador se debe dirigir a los jugadores con respeto, destacando los aspectos
positivos de su práctica, diferenciando lo que es una respuesta no adecuada de lo que
representa como persona y señalando aquellas conductas que considere deben
mejorar, haciéndoles ver que el error debe formar parte de su aprendizaje. Una de las
claves para conseguir un buen nivel de asertividad, es que todas las personas tienen
el deber de respetar a las demás, tratarlas con consideración y tener sus derechos en
cuenta (Monjas, 2009).
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No obstante, según Marina y Valgoma (2000) el respeto, a veces, se confunde
con temor y obediencia ciega a la autoridad, acatamiento a todo lo que el adulto dice y
reclama. Desde una perspectiva democrática esta conducta no se puede admitir, ya
que puede llegar a representar una actitud de dependencia de la autoridad del
educador en la toma de decisiones. En el ámbito educativo, el respeto exige no
subestimar o infravalorar el comportamiento de los compañeros durante la práctica
físico-deportiva. También, está muy relacionado con la atención a los derechos y
deberes que uno tiene respecto a los demás, y que se convierten en compromisos a
cumplir con el grupo de compañeros y con el profesorado.
Durante la práctica deportiva, los jugadores deben mostrar respeto a las reglas
del juego; para ello, el educador debe conseguir que todos los participantes sean
capaces de cumplirlas, evitando las trampas y las acciones que puedan atentar la
salud de los compañeros. También, se debe utilizar como un forma de establecer un
tratamiento digno a partir de favorecer una relación amigable entre los escolares. Es lo
que entendemos como “fair-play”.
Así, del mismo modo que el educador debe mostrar respeto a los jugadores
(ser respetuoso), debe adoptar una actitud que le haga merecedor del respeto ajeno
(ser respetable) y le cargue de razones morales para exigir que le devuelvan el mismo
tratamiento que dispensa a los demás (ser respetado) (Vaello, 2009). Estos aspectos
que presenta el autor dirigidos al escenario educativo, son también de aplicación para
entrenadores y deportistas.
e) La resolución de conflictos se puede definir como una confrontación de
intereses, percepciones o actitudes entre dos o más partes con intereses y propósitos
incompatibles. Los conflictos surgen a partir de un posible desajuste entre el estado
presente y el que se desea obtener. En esencia, éstos son elementos consustanciales
a la convivencia humana (Burnley, 1993), teniendo en cuenta que no entrañan por sí
mismos un valor negativo, si bien tampoco poseen, indefectiblemente, un valor
positivo. Aunque, a partir de participar en ese proceso que nos lleva a resolver un
problema, a los educadores puede ayudarnos a descubrir los intereses personales y
promover nuestro crecimiento personal.
En el ámbito deportivo, el entrenador puede aprender a prevenir el conflicto
proponiendo unas normas y unas reglas de convivencia en el grupo, que serán más
efectivas cuanto más participen los propios implicados. Asimismo, el educador puede
favorecer ese estado de convivencia creando un buen clima de trabajo en el grupo.
Siendo importante considerar que competir no excluye cooperar con los demás, a
partir de mostrar tolerancia y empatía entre todos dentro de una buena comunicación.
En el caso de incumplimiento de algunas de esas normas, es necesario
introducir la figura del mediador. La mediación, junto con otras opciones como el
arbitraje y la conciliación, está recibiendo una atención creciente como alternativa en la
resolución de conflictos, especialmente, entre adolescentes, dentro y fuera del marco
escolar. Su valor se hace singularmente patente en el marco de la actividad física
(Ruiz Omeñaca, 2008).
La solución de conflictos pasa por las siguientes fases: a) definir el conflicto con
precisión, considerando el tipo de problema, los datos que se poseen y estableciendo
a dónde se quiere llegar; b) generar diferentes soluciones al problema; c) evaluar las
propuestas utilizando los mismos criterios en cada una de ellas, prediciendo sus
consecuencias y considerando los intereses de todas las partes implicadas en el
problema; d) seleccionar la mejor o más viable solución, considerando que sea la más
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aceptada por el grupo; e) verificar la solución escogida a partir de elaborar un plan de
acción que nos permita el logro de la meta; f) evaluar los resultados después de probar
el plan de acción (Sanz de Acedo, 2010).
Cuando se ha conseguido resolver el problema, los sujetos que han intervenido
en el conflicto deben adquirir un compromiso de actuar a partir de las soluciones
adoptadas de forma consensuada. La resolución de esos conflictos, por tanto, no
significa sólo poner en marcha soluciones una vez surgido un problema, sino que la
ejecución de buenas prácticas ajustadas a las necesidades y ritmos emocionales y
cognitivos de alumnos desarrollarán al mismo tiempo buenas respuestas. Siendo los
aprendizajes cooperativos una adecuada metodología, ya que pone énfasis en la
prevención de los conflictos a partir de desarrollar diferentes habilidades sociales
(Fraile, López, Ruiz, y Velázquez 2008).
Por último, a la hora de resolver problemas o conflictos, una labor importante
del entrenador, como educador, es la necesidad de tomar decisiones. Esta actividad
cognitiva forma parte de las actividades rutinarias de los entrenadores deportivos y
supone un proceso que requiere elegir la solución más adecuada para cada una de las
tareas a desarrollar. Para conseguir que este proceso sea eficiente, se necesita
desarrollar la capacidad para identificar los factores relevantes y actuar de forma
eficaz. Según Espar (2010), la primera parte en la toma de decisiones surge de
nuestra racionalidad, pero éstas no llegan a plasmarse hasta que gracias a nuestro
corazón las hacemos que duren. Mientras que el líder actúa con el corazón, como una
cuestión emocional, la dirección de equipo exige racionalidad a la hora de programar,
poner en práctica y evaluar el proceso educativo.
3.- CONSIDERACIONES FINALES
Para concluir, consideramos que la relación que se debe establecer entre el
coach y los jugadores debe ser la de facilitador del aprendizaje, gracias a que a partir
de su intervención, basada en preguntas, el deportista pueda obtener un mejor
autoconocimiento, así como redescubrir su motivación; siendo necesario comenzar
conociendo la visión que esa persona tiene de sí mismo. Después podemos pasar a
definir y diseñar, de forma consensuada, los planes de trabajo tomando como
referentes esa visión personal. Cuando los participantes no tienen claro hacia dónde
quieren dirigir su trayectoria deportiva, el trabajo para el acompañante es ayudarles,
haciéndoles ver que el principal interés debe partir de ellos.
Solamente cuando podemos llegar a relacionar el proceso de aprendizaje
deportivo con la visión que tienen esos jugadores a medio/largo plazo, la motivación
será más significativa y potente. No hay sueños imposibles, siendo imprescindible la
necesidad de fijar plazos para llegar a conseguirlos. No obstante hay que pensar
menos en el cuándo y más en el qué estoy haciendo, para qué lo quiero hacer, por
qué me quiero dedicar a este tipo de aprendizajes o prácticas y no a otras, etc. Lo
realmente importante de los objetivos no es el resultado que se obtiene, como el
proceso que se exige hasta conseguirlo. Por tanto, los entrenadores debemos dar
prioridad a los objetivos de entrenamiento sobre los de competición, ya que desde la
mejora en el entrenamiento se podrá llegar a mejores resultados.
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