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Otro aspecto de interés del volumen es la procedencia africana de sus auto-
res, así como su experiencia profesional en instituciones públicas continentales,
como la Comisión Económica para África o la Universidad de Ciudad del Cabo
en Sudáfrica en el caso de Carlos Lopes (originario de Guinea Bissau). En el
caso de George Kararach (de Uganda), ha trabajado como economista jefe del
Banco Africano de Desarrollo y en la Wits School of Governance en Sudáfrica.
La escasez de académicos africanos con impacto internacional y el carácter
decididamente contextual de los procesos de desarrollo añaden interés a los
puntos de vista sostenidos en el libro que nos ocupa.
La experiencia asiática de crecimiento y desarrollo acelerados en el siglo XX
se refleja en la visión de los autores, así como un enfoque institucionalista que
ve con buenos ojos la intervención pública. Dicha experiencia ha dejado sentado
que los cambios estructurales en los fundamentos productivos de las economí-
as dirigidos desde las políticas públicas son una conditio sine qua non para un
crecimiento sostenido, y para que los frutos del desarrollo alcancen a la mayor
parte de la población. De hecho, esta no es únicamente la experiencia de los
países de Asia Oriental en el siglo XX como Japón, China o Taiwán, es también
la experiencia histórica de los países que hoy conocemos como desarrollados.
En el capítulo 1 está dedicado a las bases teóricas del cambio estructural.
En palabras de los autores, esta transformación estructural “(...) se refiere a una
transferencia a gran escala de recursos de un sector a otro debido a cambios
en los fundamentos y las políticas económicas. (...) (E)sta transformación requi-
ere cambios significativos en la composición sectorial del (...) PIB, en virtud de
los cuales la participación del sector primario en el empleo y la producción se
desplaza hacia la industria moderna y los servicios. Esto implica un mayor uso
de la tecnología y un aumento de la productividad en todos los sectores. Esto
es lo que han conseguido algunos países asiáticos, a pesar de tener las mismas
condiciones de partida que los africanos.” (pp. 48 y 49).
En la línea de lo que Chalmers Johnson definió como “el estado desarrollis-
ta”, en el libro los autores abundan en la necesidad de la articulación de un
estado y unas políticas orientadas a la transformación económica. Las refe-
rencias ya clásicas de Ha-joon Chang y Thandika Mkandawire aparecen en los
epígrafes que tratan esta cuestión. En sus propias palabras: “(...) la transforma-
ción económica requiere el uso de políticas, incentivos y sanciones adecuados
para garantizar que tanto los recursos públicos como los privados se dirigen
de forma óptima. Dado que las políticas generan ganancias y pérdidas el Esta-
do tiene la responsabilidad de negociar los conflictos asociados entre grupos
sociales y, con el tiempo, articular políticas de desarrollo que promuevan el
crecimiento y la transformación de la economía sin sacrificar indebidamente
consideraciones sociales y de igualdad.” (p. 64).
Otra de los pilares de la visión de Lopes y Kararach es la importancia de
la agencia de los gobiernos africanos en eventuales procesos de cambio. De
hecho, la imposición desde el exterior de estrategias y políticas es una de las
razones más citadas del fracaso en África de los programas de ajuste estruc-
tural mencionados más arriba, en lo que podemos denominar una suerte de
neocolonialismo tecnocrático. Desde el punto de vista de los autores: “África