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Análisis y Modicación de Conducta
2023, Vol. 49, Nº 180, 83-99
ISSN: 0211-7339
http://dx.doi.org/10.33776/amc.v49i180.7614
Entendiendo la Terapia de Aceptación y Compromiso:
estado actual y bases teóricas
Understanding Acceptance and Commitment Therapy:
Current Status and Theoretical Basis
Victor Fabrizzio Paliza-Olivares
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas
Palabras clave
ACT, ciencia contextual, contextualismo
funcional, Dolor crónico, TMR
resumen
El presente escrito otorga una revisión com-
pleta y actualizada de las bases teóricas, losó-
cas y procedimentales de la terapia de Aceptación
y Compromiso. En un primer momento, se mues-
tra brevemente el estado actual de la terapia y su
ecacia en distintas condiciones físicas y psico-
lógicas. En un segundo momento, se incursiona
en los aspectos histórico-culturales que la funda-
mentan, se prioriza el sufrimiento humano, el do-
lor crónico y la hiper-reexividad. Seguido a ello,
se presentan las bases losócas y teóricas con
hincapié al contextualismo funcional y la teoría de
marco relacional. Finalmente, se aborda la teoría
de la propia terapia y su modelo de aplicación.
abstract
This paper provides a complete and updated
review of the theoretical, philosophical and pro-
cedural bases of Acceptance and Commitment
therapy. At rst, the current state of the therapy
and its eectiveness in dierent physical and
psychological conditions are briey shown. In
addition, the cultural-historical aspects that un-
derlie it are discussed, prioritizing human suer-
ing, chronic pain and hyper-reexivity. Further-
more, the philosophical and theoretical bases
are presented with emphasis on functional con-
textualism and Relational Frame Theory. Finally,
the theory of the therapy itself and its applica-
tion model are addressed.
Keywords
ACT, contextual science, functional
contextualism, chronic pain, RFT
Recibido: 22/02/2023; aceptado: 31/03/2023
Correspondencia: E-mail: pcpsvpal@upc.edu.pe
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La terapia de Aceptación y compromiso
(ACT) ha progresado considerablemente desde
su gestación en el siglo anterior. Actualmente,
se demuestra su ecacia para distintos abor-
dajes. En condiciones físicas asociadas al dolor
crónico se observa que ACT, como tratamiento
complementario, tiene un impacto favorable y
moderado en la aceptación del dolor, la sensibi-
lidad hacia esta y su interferencia en la vida de
las personas (Ramos y Dias, 2021; Veehof, et al.,
2016). De igual forma, al emplearse como tra-
tamiento central para condiciones psicológicas
tales como depresión, distintos tipos de Ansie-
dad y adicciones, se evidencian resultados posi-
tivos y perdurables en la exibilidad psicológica
y en el manejo como reducción de sintomatolo-
gía (Bai et al., 2020; Ferreira et al., 2022; Fonseca
et al., 2021; García y Valdivia, 2018).
ACT cada año consigue más adeptos y es
aplicado por más personal sanitario. En este
contexto, un problema frecuentemente ob-
servado en la práctica es la inclusión de es-
trategias y técnicas incoherentes con la bases
teóricas y losócas propias de la terapia. Este
problema parece surgir por cuestiones de
confusión con otras propuestas terapéuticas
y la desinformación por la amplitud de ejes
temáticos transversales a ACT. Por tal motivo,
el presente escrito pretende precisar las carac-
terísticas centrales de la terapia y esclarecer
los aspectos procedimentales para su correcta
aplicación. Este pequeño acercamiento será
de manera organizada comenzando en los as-
pectos histórico-culturales que fundamentan
la construcción de la terapia, seguidos de las
bases teóricas-losócas y concluyendo en las
características propias del modelo ACT.
Sufrimiento humano
En la actualidad, parece haber una percep-
ción compartida de que el sufrimiento es mu-
cho mayor y que este se ve generado no solo
por problemas de salud, sino por propias vici-
situdes de la vida como temas relacionados a
la familia, al trabajo, a las relaciones sociales
y aspectos personales (Brach et al., 2016; Ha-
rris, 2017; Hayes et al., 2014). Evidencia de lo
descrito son los altos y crecientes índices de
ansiedad, depresión, estrés, insatisfacción con
la vida, el trabajo, etc. (De Souza y Machado,
2017; Guo et al., 2016; Polanczyk et al., 2015).
A la par, en la sociedad se ha vuelto más fuer-
te la idea de que la felicidad es la meta nal o la
que más interesa trabajar. Que para consumarla
uno debe controlar las emociones y pensamien-
tos, suprimir o cambiarlas en caso se falle en el
control y si no se siente feliz, pues preocuparse,
ya que signica que hay algún defecto que lo de-
tiene (Harris, 2017). Así pues, existe un extenso e
indiscriminado desentendimiento con el dolor
que suele estar acompañada con un afronte cor-
toplacista centrado en la disminución o disipa-
ción de cualquier indicio de sufrimiento.
Históricamente, distintos factores contribu-
yeron a que el sufrimiento sea tratado de dicha
manera. La confusión de las propiedades físicas
con las psicológicas, de la salud con la norma-
lidad y la constante biologización del padecer
emocional son algunas de estas (Catita, 2020;
Pérez y González, 2019; Pérez, 2003). La conse-
cuencia es que, en los intentos desesperados y
constantes de niquitarla, las personas termi-
nan exacerbándola, generándose a sí mismos
verdaderas enfermedades o trastornos y redu-
ciendo su capacidad de vivir a plenitud su vida,
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ya sea por las preocupaciones que genera, por
su analogía con la enfermedad o porque podría
signicar que uno no es feliz (Hayes et al., 2004).
El dolor crónico
Una de las manifestaciones más habituales
y estudiadas del sufrimiento es el dolor cróni-
co. Para comenzar, se debe comprender al do-
lor como una experiencia subjetiva de carácter
emocional o sensorial displacentera asociada
o semejante con un actual o potencial daño
hístico, o descrito en términos de tal daño
(Raja et al., 2020). Las habilidades de comuni-
carlo verbalmente no descartan la posibilidad
de experimentar dolor.
Existen dos clases, por un lado, está el dolor
agudo que reere a la percepción de un daño re-
cientemente ocurrido y que tiene un rol protector,
adaptativo y de supervivencia. Por otro lado, está
el dolor crónico que implica experimentar la sen-
sación de daño de forma persistente o recurrente,
por un lapso de tiempo mayor a 3 meses y que
parece no ser asociado directamente a un daño
reciente (Ortiz y Velasco, 2017; Moscoso, 2013).
El dolor crónico, a diferencia del agudo y por
sus propiedades, pierde aquel rol protector,
adaptativo y de supervivencia transformándo-
se en una enfermedad en sí misma. Este tipo de
dolor se caracteriza por ser de origen y prolon-
gación multicausal (Moscoso, 2013). Así pues,
para comprenderla no se debe ver a la enferme-
dad en el cuerpo de la persona, sino entender a
cada persona en el contexto de su enfermedad.
Considerando lo descrito, los factores (más
allá de los físicos) que se asocian con el dolor
crónico son los emocionales, cognitivos y con-
ductuales. En torno al primero, el miedo, ansie-
dad y estrés son las experiencias afectivas más
frecuentes y prolongadoras de este tipo de
dolor. El motivo recae en que las propiedades
adaptativas de estas terminan siendo afecta-
das por la dilatada aparición del dolor y se con-
guran como su estimulo premonitorio (Gon-
zález, 2014). Esto se maniesta en la ansiedad
anticipatoria que acrecienta el sufrimiento,
predispone a la persona a padecer de episo-
dios depresivos o aumenta las probabilidades
de tener un resultado indeseable en procesos
de rehabilitación. Además, desemboca en ni-
veles altos de estrés emocional capaces de au-
mentar las frecuencias de aparición del dolor y
poner en más riesgo a la persona.
Los factores cognitivos relacionados al do-
lor crónico se ven ilustrados en cuáles son los
juicios y atribuciones que realizan los sujetos
en función al proceso de enfermedad, expec-
tativas de apoyo emocional, dominio del dolor
y autocontrol (González, 2014). Ciertos pensa-
mientos negativos como los de desconanza
o de catastrozación generan una interpreta-
ción inadecuada de la situación. El corolario
es que dichas interpretaciones y distorsiones
predisponen a una respuesta inoportuna que
impacta negativa y signicativamente a la ex-
periencia de dolor, por ejemplo, una interpre-
tación exagerada de las consecuencias de una
lumbalgia puede ampliar las posibilidades de
riesgo de cronicidad, obstaculizar el proceso
de recuperación y condicionar las actividades
de tratamiento (Ortiz y Velasco, 2017).
El último factor más relevante en mantener y
prolongar el dolor es la conducta. En esta sección
se debe prestar suma atención a los procesos de
refuerzo, aversión y motivación (Ortiz y Velasco,
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2017). Así pues, por ejemplo, si una persona ha
generado un miedo anticipado a moverse pues
esto le genera dolor, la respuesta más probable
es que lo evite. Este acto termina siendo un refor-
zador, ya que a corto plazo genera alivio y motiva
con ello más apariciones de tal conducta, pero
de mantenerse ese patrón la calidad muscular,
habilidad de recuperación, tolerancia al malestar
y calidad de vida de la persona se verían amplia-
mente afectadas a largo plazo.
Con lo expuesto, queda evidenciado que el
dolor crónico es una de las experiencias más
complejas de sufrimiento y puede verse in-
uencia o generada por diversos aspectos físi-
cos o psicológicos. Es esencial considerar que
todos los factores mencionados y sus efectos
tienen una interacción dinámica, cíclica y per-
meable, es decir, cada una puede reforzar o ser
reforzada por otra, generar su aparición, etc.
La hiper-reexividad
Aparte del dolor crónico, dentro del campo
psicológico, se ha ido estudiando un tipo de
sufrimiento particular, uno relacionado estre-
chamente con la cognición y que se denomina
hiper-reexividad. Pérez-Álvarez (2008) postuló
que este fenómeno deriva de ciertos problemas
de la vida como dicultades, frustraciones o
conictos, pero que, bajo un contexto y marco
particular podrían transformarse en trastornos.
Asimismo, este autor entiende que la hiper-
reexibilidad surgió como parte de un proceso
histórico cultural. Pérez- Álvarez et al. (2010) la
han denido como una forma intensa de auto-
conciencia en el que la persona diverge de las
maneras habituales de interacción o involucra-
miento con el ambiente o sociedad, tomándose
a sí mismo o a sus experiencias como objeto de
análisis. En palabras sencillas, es el exceso de la
reexión que, si bien dota a la persona de ma-
yor conocimiento sobre sí mismo, también pue-
de ser peligroso y generar un trastorno.
Sass (2003) complementa a esta denición
agregando que, este fenómeno no debe ser
confundido como una conciencia de uno mis-
mo que parte del intelecto o que es volitivo o
reexivo. Particularmente, para entender esto,
hemos de considerar que la hiper-reexividad
surgirá de una manera automática irrumpien-
do el momento vivido en el presente y la pro-
pia concepción que uno tiene de sí mismo.
Una manera más ilustrativa de compren-
derla es a través de las palabras de Waiblinger
al hablar del poeta Hölderlin:
Nunca presta atención a lo que se le dice,
porque siempre está luchando en su inte-
rior con sus confusos pensamientos (…)
lo habitual es que esté tan ensimismado
que (…) si entonces se encuentra en la
circunstancia de tener que contestar, no
quiere pensar, no entiende lo que se le
dice y entonces despide al interlocutor.
(Hölderlin, 1979/1992, pp. 6-9).
Con lo descrito, cabe resaltar que la hiper-
reflexividad viene a ser similar a la rumia o
a la atención focalizada a uno mismo, tal
como se desprende de las descripciones de
Waiblinger. Sin embargo, hay una diferencia
central y es que estas concepciones tienen
de cimiento el satisfacer aspectos clínicos,
mientras que el otro, valga la redundancia,
estará más ligada a satisfacer aspectos histó-
rico-culturales (Pérez-Álvarez, 2008).
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Contextualismo
Pepper (1942) postuló que los humanos
utilizamos creencias preconcebidas o, como él
lo denomina, hipótesis que nos permiten ver
nuestras vidas y al mundo de tal forma que
puedan ser comprendidas y dotadas de un
sentido o signicado. Pepper, considera que
estas hipótesis son coherentes con unas metá-
foras o analogías elementales que por el senti-
do común otorgan un signicado. Estas son el
Misticismo, Animismo, Formismo, Mecanicis-
mo, Organicismo y Contextualismo.
El contextualismo es la hipótesis que intere-
sa detallar. Este asume como metáfora central
el acto-en-contexto, ello partiendo del prin-
cipio de que cualquier evento debe ser inter-
pretado como un acto que se está dando de
manera conjunta con su contexto actual e his-
tórico (Fox, 2006). Así pues, desde un aborda-
je contextual interesará analizar el fenómeno
empezando del todo y luego partiéndolo en
fragmentos por cuestiones prácticas.
En el contextualismo, se parte de un aná-
lisis radicalmente funcional con respecto a
la verdad y significado (Hayes, 1993). El mo-
tivo por el cual se maneja este principio es
porque la compresión del evento tiene que
incluir una idea de propósito, significado y
función de este. Desde esa perspectiva, las
ideas son verificadas por experiencias hu-
manas, sus significados por las consecuen-
cias prácticas que acarrea y su verdad por el
grado en el que esas consecuencias reflejan
de manera satisfactoria la acción (Gifford y
Hayes, 1999; Fox, 2006).
Particularmente, sobre la verdad, los con-
textualistas determinan la validez de un aná-
lisis observando sus funciones o propósitos.
Si el análisis incluye sucientes elementos del
contexto para lograr comprender satisfac-
toriamente el evento, entonces se considera
verdadera. Puesto en las palabras de James
(1907/2000), la verdad de una idea no es una
característica inherente y estática, sino que la
verdad le acontece a una idea, se vuelve ver-
dad mediante los eventos y hechos que se
pueden asimilar, validar, corroborar y vericar.
De lo expuesto, se desprende lo necesario
de una meta, pues sin esta no habría una base
en la cual enmarcar el análisis y poder discernir
de los innitos elementos históricos y ambien-
tales del contexto. Básicamente, si no estable-
ce una meta el contextualista terminaría anali-
zando un sin n de contextos del evento, pero
sin saber cuándo el análisis estaría completo o
sucientemente ajustado para ser considera-
do útil o verdadero (Fox, 2006).
Contextualismo Funcional
El contextualismo es el cimiento en el cual
se construyó el contextualismo funcional. En
psicología, este último ha sido desarrollado
especícamente como una losofía de ciencia
para el análisis conductual y busca entender a
las personas dentro de su ambiente, alejándo-
se de explicaciones reduccionistas de los pro-
blemas humanos como, por ejemplo, aquellos
que se utilizan en la depresión (Boone et al.,
2015; Giord y Hayes, 1999, Hayes, 1993).
El análisis conductual desde esta base lo-
sóca se considera como una ciencia natural
que persigue el desarrollo de un sistema orga-
nizado por reglas y conceptos verbales empí-
ricamente probados que sean capaces de pre-
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decir e inuenciar eventos conductuales con
precisión, alcance y profundidad (Fox, 2006;
Giord y Hayes, 1999). En pocas palabras, se
busca desarrollar teorías e intervenciones que
sean capaces de producir cambios explicables
y replicables en la conducta.
En el contextualismo funcional se entien-
de por precisión a la cantidad de maneras en
las que un fenómeno puede ser explicado,
se espera que estas explicaciones sean po-
cas. El alcance implica la cantidad de fenó-
menos que pueden ser explicados utilizando
las bases del contextualismo y se espera que
sean varias. La profundidad refiere a cómo
un conjunto de conceptos de un nivel, son
capaces de adherirse o ser coherentes con
otros conceptos de distintos niveles.
El procedimiento de análisis en el contex-
tualismo funcional tiene una base similar al
seleccionismo darwiniano. Recuérdese que en
este los rasgos que se mantendrán en una es-
pecie se seleccionan por medio de contingen-
cias de supervivencia en un ambiente dado.
De igual manera, en el contextualismo funcio-
nal, las conductas que permanecerán se selec-
cionan por contingencias de reforzamiento en
un contexto dado (Skinner, 1981). Esto, es elo-
cuente con la losofía del conductismo radical,
el cual postula que el comportamiento se for-
ma y se mantiene en una constante formación
por los ambientes sociales y físicos de la perso-
na (Skinner, 1974/1994).
Por lo expuesto, se postula que para lograr
el objetivo del análisis conductual ha de estu-
diarse el contexto actual e histórico en el cual
la conducta acontece y evoluciona, ya que ello
permitirá desarrollar conceptos analíticos y
reglas que terminarán siendo útiles para pre-
decir y cambiar eventos psicológicos en una
variedad de situaciones (Boone et al., 2015; Ha-
yes, 1993). Es esencial para tal análisis, el solo
considerar aquellos aspectos contextuales que
sean de interés y contribuyan a explicar la con-
ducta especicada, dado que considerar todos
los demás elementos podría retrasar, entorpe-
cer o dicultar la nalización de este procedi-
miento (Fox, 2006; Hayes et al., 2014).
Cabe resaltar que, desde el contextualis-
mo funcional se dene a la conducta como
aquellos eventos de carácter público o priva-
do como lo son, por ejemplo, caminar, pensar,
sonreír o sentir (Giord y Hayes, 1999). Asimis-
mo, a pesar de que los contextos moldean la
conducta y esta pueda ser la misma en distin-
tas personas, es menester no olvidar que, la
función que cumpla en cada una de ellas será
totalmente diferente.
Teoría de Marco relacional
Una teoría que va de la mano con los ob-
jetivos del contextualismo funcional es la
Teoría de Marco relacional (TMR). Esta es una
teoría moderna, una aproximación analítico-
comportamental que busca explicar de mejor
manera la complejidad de la conducta huma-
na tomando como foco de estudio el rol del
lenguaje y aprendizaje (Barnes-Holmes et al.,
2005; Boone et al., 2015; Dymond et al., 2005).
TMR, por lo tanto, describe los procesos
por los cuales las personas aprenden a re-
lacionarse con los estímulos propios de sus
ambientes sociales. Lo que diferencia a esta
teoría de otras es que no se centra en las ca-
racterísticas físicas de los estímulos, sino que
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presta mayor atención y toma como base las
costumbres sociales y culturales del contexto
en el cual acontecen (Boone et al., 2015).
Según Hayes et al. (2021) las operantes son la
unidad básica de análisis en TMR y se componen
por un estímulo antecedente, una respuesta y un
estímulo consecuente. Además, estas implican
respuestas que, por denición y comprobación
empírica, no están ligados necesariamente a ca-
racterísticas o especicaciones topográcas.
Tomando ello en cuenta, TMR postula que los
eventos verbales son comportamientos operan-
tes relacionales (Hayes et al., 2001). Estas muestran
un desarrollo temporal y no abrupto, exibilidad y
posibilidad de ser moldeadas, y pueden ponerse
bajo control de eventos antecedentes como con-
secuentes (Barnes-Holmes et al., 2005). Son com-
portamientos que, por medio de una gran exposi-
ción a ejemplos o ejecución de actos relacionales
aprendidos y expandidos, permiten a los huma-
nos comunicarse e interactuar con otros o consigo
mismos de distintas formas verbal y socialmente
construidas. Por último, estos eventos verbales o
comportamiento relacional proporcionan contin-
gencias de operantes generalizadas que, al nal,
establecen enmarques relacionales con conexio-
nes crecientes y evolutivas (Zapparoli et al., 2021;
Barnes-Holmes et al., 2005).
Características y procesos principales
en TMR
Para entender TMR ha de comprenderse el
concepto de equivalencia desarrollado por Sid-
man. Esta es una respuesta obtenida cuando se
entrena un pequeño número de relaciones con-
dicionales entre estímulos, siendo así que emer-
gen un conjunto de relaciones no entrenadas
(Dymond et al., 2005). Por ejemplo, imagínese
que uno entrena a un niño a elegir la imagen de
un oso cuando se le muestra la palabra escrita
oso y que se le entrena a verbalizar la palabra
oso ante la presencia de la imagen de dicho ani-
mal. El niño, sin necesidad de refuerzos directos,
establecerá la relación entre la palabra oso” y su
verbalización como también relaciones inversas
de los otros entrenamientos, como elegir la pa-
labra cuando tiene la imagen o elegir la imagen
cuando se verbaliza la palabra.
La importancia de este hallazgo yace en dos
cuestiones. Primero, ayudó a explicar las conduc-
tas gobernadas por reglas al encontrar que los
humanos son capaces de derivar relaciones en-
tre estímulos en ausencia de un refuerzo directo
(Zapparoli et al., 2021). Segundo, el concepto de
equivalencia denió este tipo de estímulos con
suciente precisión por medio de tres elementos
centrales: la reexividad, simetría y transitividad.
Conviene subrayar que, en esta teoría y de acuer-
do con lo postulado por Skinner (1981) se dene
las reglas o instrucciones como estímulos verba-
les antecedentes que especican una relación de
dependencia entre estímulos y eventos.
La unidad básica de la conducta verbal
en TMR es la respuesta relacional arbitraria-
mente aplicable (RRAA). Esta surge ante tipos
especícos de control contextual, ya sea por
claves contextuales de relación (Crel) que es-
pecican el vínculo entre los estímulos o cla-
ves contextuales funcionales (Cfunc) que espe-
cican las funciones que se transformarán de
un estímulo en base a otro (Hayes et al., 2021;
Ruiz y Luciano 2012).
Las RRAA, describe Hayes et al. (2001), se ca-
racterizan por tres particularidades: vinculación
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mutua, vinculación combinatoria y transforma-
ción de funciones. La implicación mutua reere
que, si a una persona se le enseña una relación
entre dos objetos en una dirección, la relación
en la dirección contraría puede ser derivada sin
un entrenamiento directo. La implicación com-
binatoria, comparte similitud con la anterior, la
distinción es que esta se extiende al estableci-
miento de una relación que no ha sido directa-
mente entrenada entre tres estímulos, tal como
el ejemplo del niño y el oso. La transformación
de estímulos es, quizás, la característica más im-
portante y acontece cuando las claves contex-
tuales elegidas para una función o funciones de
un estímulo se basan en una RRAA de otro estí-
mulo. Dicho de otro modo, las funciones de un
estímulo alteran o transforman las funciones de
otro estímulo de acuerdo con la relación deri-
vada entre los dos, sin entrenamiento adicional
(Dymond et al., 2005).
Sobre estas particularidades descritas, tal
como menciona Zapparoli et al. (2021), es
necesario esclarecer algunos aspectos. Por
un lado, la transformación de funciones es
una propiedad esencial que permite eviden-
ciar cómo los estímulos y eventos adquieren,
cambian o pierden propiedades psicológicas.
Por otro lado, es necesario tener claro que los
tipos de vinculación y la transformación de
funciones tienen una distinción importante.
Mientras las primeras operan con una clase
contextual de control de Crel, la segunda ope-
ra por medio de las Cfunc. Esto debido a que la
vinculación hablará más sobre el tipo de re-
lación que hay entre los estímulos y la trans-
formación de funciones sobre las funciones
producidas durante el acto relacional.
En conclusión, TMR otorga una manera de
analizar, predecir y enseñar repertorios gene-
rativos que, a nal de cuenta, son recombina-
ciones de estímulos que se ven potenciados
por la innita imaginación humana. Además,
establece que desde el momento en el cual los
repertorios operacionales-relacionales están
consolidados, la persona ya podría responder
verbalmente a básicamente todo. Asimismo,
estas respuestas relacionales ocurrirían a la par
de conductas operantes no verbales y podrían
cambiar o alterar sus estímulos de control, moti-
vando así ciertas condiciones o consecuencias.
Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)
ACT tiene como bases el contextualismo
funcional y TMR. Además, opta por un acer-
camiento descriptivo de la conducta en su
entorno, dejando como elemento secunda-
rio la búsqueda de sus causalidades (Andi-
no, 2017; Vallejo, 2012). Para ACT es esencial
la identificación de relaciones funcionales
entre comportamientos y contextos que
estén ligados probabilísticamente a la mo-
dificación, predicción y cambio conductual
(Hayes et al., 2014).
A cierto grado, esta terapia surge como res-
puesta de abordaje al sufrimiento humano. Sin
embargo, a diferencia de otras terapias psi-
cológicas plantea como objetivo generar una
exibilidad psicológica que permita llevar una
vida signicativa en vez de reducir sintomato-
logías o malestares de las personas.
Para esta terapia y como describe Hayes et
al. (2014) el fenómeno que lleva a acrecentar el
sufrimiento se denomina Rigidez o inexibilidad
psicológica y está representada por seis procesos.
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El primero es la atención inexible, siendo esta
caracterizada por una visión apegada al pasado
o al futuro y, olvidando, el presente. El segundo
es el quiebre de valores, referida a una desco-
nexión con aquellos ideales, principios o visiones
que la persona pudiese tener, implica un estado
de conformidad, fusión y evitación. El tercero es
la inactividad o impulsividad, siendo expresada
en una actitud pasiva frente a la vida, evitando
la persona cualquier forma de agencia sobre el
entorno o sucesos. El cuarto es la vinculación al
Yo conceptualizado que, en otras palabras, ree-
re a un apego e identicación excesiva por parte
de las personas a sus historias, a eventos que ex-
perimentaron en su pasado. El quinto y el sexto
vendrían a ser la evitación experiencial y fusión
cognitiva, ambos conceptos centrales en ACT
que serán abordados con mayor detalle.
La evitación experiencial, viene a ser aquel
esfuerzo desmesurado que las personas reali-
zan para controlar, eliminar o reducir la inten-
sidad, frecuencia o duración de aquellos suce-
sos privados percibidos como desagradables
(Hayes, 2013). Esta ardua labor, no obstante,
lleva a la amplicación o creación de muchos
trastornos o problemas psicológicos y es que
estos intentos de huir o diezmar tales expe-
riencias desagradables terminan siendo ine-
caces (Barraca, 2005; Andino, 2017).
Como menciona Vallejo (2012), la caracte-
rística más problemática de la evitación expe-
riencial es su persistencia, la cual podría expli-
carse por dos grandes motivos. Uno, se trata de
un comportamiento reforzado negativamen-
te, pues genera un alivio inmediato al reducir
el malestar y ello aumenta sus probabilidades
de aparición abismalmente. Dos, el impacto
que tiene la sociedad y cultura occidental en
la que está envuelto la persona. El ser feliz,
pensar en positivo o sentirse bien se convierte
en una suerte de mantra u obligación, por lo
que eliminar el sufrimiento, malestar o demás
sensaciones displacenteras es casi un mandato
que debe ser seguido.
La fusión cognitiva, está estrechamente liga-
da al sufrimiento que parte de la literalización del
lenguaje, es decir, de la sobre-identicación con
las reglas verbales. Es la confusión de aquel mun-
do simbólico con el real, en la cual el comporta-
miento y la emoción terminan estando a merced
de las cogniciones, generando en la persona un
mayor nivel de insensibilidad al contexto real, al
entorno en el cual se vive y a las consecuencias
directas de sus acciones (Hayes, 2020).
Procesos clínicos centrales: Modelo de
exibilidad psicológica
En ACT el modelo para abordar el sufrimien-
to humano es el de exibilidad psicológica o
hexaex. Este modelo parte de que un gran por-
centaje del sufrimiento es atribuible a la fusión
cognitiva y evitación experiencial. Por tal moti-
vo, a través de este modelo, se busca someter
a esas reglas o procesos verbales a un control
contextual ecaz que permita a la persona estar
más atento a las respuestas positivas de sus ac-
tos en el presente y que reconozca el valor de la
vida que lleva (Hayes et al., 2014).
Estos procesos no son una panacea o un
elixir curativo, sus benecios en la salud no se
dan por eliminar contenidos o cogniciones ne-
gativas o indeseables, sino, porque posibilitan
la experimentación de los contenidos sin que
estos controlen el comportamiento o atención.
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El modelo de flexibilidad psicológica se
ve conformado por 6 procesos que están
directamente ligados a los descritos en la
inflexibilidad. Estos procesos son: atención
flexible, valores, compromiso, yo como con-
texto, defusión cognitiva y aceptación (Ha-
yes, 2013). Cabe destacar que, en este caso,
cada proceso actúa como neutralizador de la
rigidez psicológica y desempeñan un rol im-
portante al momento de establecer el nivel
de adaptabilidad a situaciones desafiantes.
Asimismo, como se observa en la figura 1,
cada proceso esta interrelacionado con los
otros, pero muestran una vinculación más
fuerte y profunda con alguna en particular.
Ello da entrada a tres estilos de respuesta
de flexibilidad psicológica: la abierta, la cen-
trada y la comprometida. Como se observa,
cada estilo implica una predominancia de
ciertos procesos sobre otros.
Atención exible al momento presente
La atención exible es un proceso esencial,
pues su correcta aplicación facilita y comple-
menta los procesos de aceptación, defusión y
acción comprometida con los valores.
Figura 1. Procesos del modelo de exibilidad psicológica y estilos de respuesta
Notas: Elaboración propia a partir de autor S. Hayes, K. Strosahl y K. Wilson, 2014, Terapia de aceptación y compro-
miso: proceso y practica del cambio consciente: Desclee De Brouwer
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Prestar atención al momento presente im-
plica vivir el aquí y ahora de manera exible. El
presente, para ACT y este proceso, no es opues-
to del pasado o futuro y es que las personas
no viven en esos extremos cuando comentan
estar preocupados o rumiando, más bien suce-
de que las historias sobre el pasado y el futuro
absorben tanto su atención que al nal dejan
en segundo plano los eventos que acontecen
en ese momento en su entorno (Hayes, 2013).
La atención, para estos procesos, es una
exible intencional y consciente. Este tipo de
atención posibilita la oportunidad de ser par-
te activa del mundo en el cual se desenvuelve.
Permite vivir las experiencias adoptando una
postura de apertura, aceptación y suspensión
del juicio que deja a los pensamientos, emo-
ciones y sensaciones ir y venir sin que estos
generen exaltación (Hayes, 2013; Hayes et al.,
2014). Esta atención, acarrea la aparición de un
sentido del Yo que es capaz de diferenciarse de
los contenidos de la consciencia, es decir, facili-
ta el surgimiento del Yo como contexto.
En estos procesos de atención al momen-
to presente se pueden presentar dos tipos de
dicultades. Uno, reere a la dicultad de cen-
trar la atención de manera exible, consciente
y constante. Esto acontece más en infantes o
personas con algún trastorno del desarrollo
como aquellos del espectro autista. El otro,
implica una rigidez en la atención que se tra-
duce en la capacidad del sujeto de estar en el
presente por breves lapsos de tiempo, volvien-
do de manera persistente a un mismo evento,
contenido o situación de historias pasadas o
futuras. Esto suele presentarse más en perso-
nas con sintomatología depresiva.
Valores
En la actualidad distintos estudios han
demostrado la importancia de este proce-
so en ACT y en la comprensión de otros fe-
nómenos en ámbitos como el escolar, de-
portivo, clínico y demás (Beltrán-Gabrie et
al., 2021; Heckler y Forde, 2015; Henriksen,
2020; Rahal y Gon, 2020).
En términos generales, la conexión con
valores es la capacidad de reconocer y seguir
una dirección deseada, elegida y considerada
importante para el desarrollo vital. Los valo-
res que aquí interesan son aquellos elegidos
libremente que determinan los reforzadores
principales de una acción y fungen como
pauta para otras (Hayes et al., 2014).
En otras palabras, interesan los valores que
la persona considera como los deseos más
profundos de su ser, la forma en la que espe-
ra vincularse con los demás y consigo mismo
(Hayes, 2013). Son principios que rigen el
pensamiento o la conducta y pueden guiar
o motivar cualidades deseadas de acción,
cualidades que se desea transferir a la propia
conducta (Harris y Hayes, 2009; Hayes et al.,
2004). Como se observa, los valores son pro-
cesos que tienen una suerte de jación en el
futuro, pues cuentan con características ape-
titivas y de no evitación al presente.
Un aspecto importante que resaltar de
este proceso son los dominios de valor, es-
tos refieren al campo o el espacio donde se
desarrollan los valores, donde estos son ac-
tuados. Los más destacados según LeJuene y
Luoma (2019) y Hayes et al. (2014) son los si-
guientes: Relaciones familiares, Matrimonio/
pareja/relaciones íntimas, Paternidad, Ami-
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gos/vida social, Trabajo/carrera, Formación/
desarrollo personal, Tiempo libre/ocio/diver-
sión, Espiritualidad y Salud/forma física.
Cabe destacar que, los valores no deben
confundirse con sentimientos, juicios u obje-
tivos. En cuanto al primero, por ejemplo, suce-
de frecuentemente con la felicidad. El proble-
ma de intentar establecer valores bajo tales
criterios es que las personas no dominan vo-
luntariamente a los sentimientos, siendo es-
tos son volátiles, efímeros y permeables (Ba-
rraca, 2005; Hayes, 2013). Recuérdese que los
valores se identican como cursos de acción,
pues son los actos los que llevan al cambio,
los que pueden ser aplicados al mundo real y
de los que se tiene un control voluntario.
En torno a la confusión de los valores con
juicios o decisiones. Hay una brecha entre va-
lores seguidos por elección a aquellas segui-
das por juicios. Elegir implica optar por una
alternativa de entre aquellas disponibles, no
requiere una razón particular; juzgar reere a
preferir una opción por motivos especícos, a
través de una explicación lógica o justicación
(Hayes et al., 2014). El juicio tiene una relación
con evaluaciones verbales y causalidades.
Por último, acerca de la confusión de los va-
lores como objetivos. Debe considerarse que
los objetivos, reeren a cursos de acción pla-
nicados, alcanzables y especícos. Pueden
lograrse en tiempos pautados, son extingui-
bles al conseguirse o funcionan como escalón
para pautar uno nuevo. Los valores son una
asíntota a la cual no se alcanza propiamente,
no son especícos y no es que puedan ser lo-
grados en un lapso (Barraca, 2005; Harris y Ha-
yes, 2009). En el mejor de los casos, se podría
armar que los valores contienen a los objeti-
vos, no lo contrario. Por ejemplo, cuando una
persona se propone lograr la nota más alta en
alguna materia de estudio, está establecien-
do un objetivo, tal vez al plazo de unos meses
ya lo pueda lograr y con ello plantee otro. Sin
embargo, cuando establece dar lo mejor de
sí en lo que respecta el área académica, ello
tiene más matices de un valor.
Compromiso con la acción
El acto comprometido es emprender una
acción especica en el momento pero que
también posee una proyección al futuro, es
decir, son acciones ejecutadas en un presente
prolongado (Hayes et al., 2014).
Además, el compromiso, es la aplicación o
materialización de aquellos valores elegidos.
Es realizar un conjunto de acciones que están
basadas en valores y que su ejecución evi-
dencia la existencia de dicho valor y refuer-
za futuras apariciones de nuevas conductas
encaminadas al mismo propósito (Harris y
Hayes, 2009; Hayes et al., 2004; Hayes et al.,
2014). El compromiso genera pautas de ac-
ción que cada vez pueden ser ampliadas y
estar en continua expansión.
Lo expuesto, no signica que aplicar actos
comprometidos sea algo que deba hacerse
permanentemente o que sea infalible en la
generación de bienestar. Lo cierto es que los
actos son volátiles en cuanto su aplicación de-
pende de los valores que se desean seguir, así
pues, si estos cambian los actos también lo ha-
rán. Sin embargo, que los actos puedan cam-
biar no signica que el compromiso otorgado
cambie. Por ejemplo, puede acontecer que al-
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guien haya realizado distintas actividades en
son de tener una vida productiva en el ámbito
laboral, pero, por eventos de la vida cambia y
se plantea hacer lo posible para mantener una
vida serena. Si bien los valores a seguir y con-
ductas hayan cambiado, el compromiso que
da a cada valor elegido sigue siendo el mismo.
Entonces, para que la acción comprome-
tida sea efectiva, la persona debe estar dis-
puesta a ser persistente y, aún más importan-
te, exible a medida que las circunstancias y
otros factores cambien. De acuerdo con Ha-
rris y Hayes (2009), se debe tomar en cuenta
algunos pasos para lograr una acción o ac-
ciones comprometidas. El primer paso será
elegir un dominio de la vida que sea de alta
prioridad para el cambio. Cabe destacar que,
los dominios se describen dentro del proceso
de valores. El segundo paso implicará que la
persona elija qué valores desea perseguir en
el dominio seleccionado. Un tercer paso será
desarrollar objetivos que se guíen por esos
valores. Por último, lo único que quedará por
hacer es actuar conscientemente y en con-
gruencia con esos dominios y valores.
Yo como contexto
El Yo como contexto implica una toma de
perspectiva y ubicación del Yo en el ahora.
Es la experiencia que la persona tiene de
ser consciente de que es la única poseedo-
ra y observadora de sus vivencias internas
(Hayes, 2013; Hayes et al., 2014). Es, en úl-
tima instancia, el poder diferenciar entre
las emociones y el ser emocional, las ex-
periencias y la persona. En síntesis, desde
esta perspectiva la persona es el observa-
dor de su propia experiencia, estas son las
que cambian, no el yo que está observando
y conteniendo todo.
Para llegar a este Yo, se debe tomar dos
procesos en cuenta. El Yo como concepto
y el Yo como proceso. Sobre el primero, la
ACT, buscará diferenciarlo de la persona,
dado que ese proceso actúa como una suer-
te de ancla: no le permite desprenderse de
su historial, de aquello que vivió, aquel con-
tenido del pasado. Este Yo como concep-
to se suele manifestar con etiquetas tales
como:” yo nunca soy violento, yo soy poco
inteligente, “Soy bueno, etc. Palabras que
fueron reforzadas y literalizadas en las his-
torias de las personas (Hayes et al., 2004).
El segundo, contrario al anterior, es un pro-
ceso que en ACT se busca generar. El yo como
proceso, es un paso que acerca al yo como
contexto. Se ve denida por ver, sentir o vivir el
presente tal y como es, sin juzgamientos ni jus-
ticaciones. Este proceso ayuda a identicar y
disminuir aquellos reforzadores que llevan a la
persona a etiquetarse, a mantenerse aferrados
al yo como concepto.
Defusión cognitiva
Como se expuso previamente, la fusión
cognitiva, era un proceso propio de la rigi-
dez psicológica. Sin embargo, la fusión no es
en sí misma negativa, lo cierto es que es par-
te del poder razonar, los humanos tienden a
estar constantemente evaluando, midiendo,
planificando o comparando distintas cues-
tiones. Hacer dichas actividades no son in-
herentemente dañinas, es más, han llevado
a la humanidad a muchos de los avances
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logrados. El problema realmente se encuen-
tra cuando la persona no tiene control sobre
estos procesos, cuando la fusión acontece
de manera automática, invisible y frecuente,
llevando a la persona a una constante evita-
ción experiencial o a la reducción del reper-
torio conductual en determinadas áreas (Ha-
rris y Hayes, 2009; Hayes et al., 2004; Hayes
et al., 2014).
Por la tanto, el reto central de la defusión
no es desaparecer la fusión o tomar su lugar,
sino más bien saber determinar cuándo es
adecuado y pertinente seguir a las cognicio-
nes y cuando es mejor solo observarlas mien-
tras uno se mantiene en el aquí y el ahora.
Fundamentalmente, el proceso de defusión
implicará separar los procesos cognitivos
que estén aconteciendo de sus productos
como, por ejemplo, los pensamientos (Ha-
yes, 2013). Significará enseñar a la persona
a observar a los fenómenos verbales como
lo que son en realidad y no como lo que se
percibe o cree que es.
Con lo expuesto, se puede inferir que la
defusión no elimina el contenido verbal, sino
que minimiza su efecto automático sobre la
conducta de manera que otros recursos y
procesos puedan actuar. Asimismo, el con-
trol del lenguaje se realiza “no mediante la
transformación de su forma sino, más bien
cambiando su función (Hayes et al., 2014,
p.367). Al final, cuando ya se tiene práctica
en la defusión y hay un Yo como contexto
bien desarrollado, se podrá usar la fusión de
manera voluntaria cuando se considere se-
gura o deseable y descartarla cuando su uti-
lización no sea útil o beneficiosa.
Aceptación
Para la ACT, aceptar implica adoptar vo-
luntariamente una actitud de apertura y
disposición que, de manera intencional, po-
sibilite la experimentación de las vivencias
actuales con flexibilidad, suspensión de jui-
cios y receptividad (Barraca, 2005). La acep-
tación es un proceso no un fin, además, re-
quiere un rol activo por parte de la persona
y no uno pasivo. Este último aspecto, es im-
portante destacar, pues históricamente sur-
gieron ciertas connotaciones erróneas sobre
la aceptación. Algunas la definen como un
proceso pasivo relacionado a una dejadez de
la persona frente a los hechos de la vida, una
actitud de resignación o de extrema toleran-
cia sin objeto alguno, sin un fin alcanzable.
El rol activo en la aceptación signica “abra-
zar las experiencias tal como son en el momen-
to, pero porque se elige hacerlo (Hayes et al.,
2014, p.409). De igual manera, este rol es afín
con la acción comprometida, dado que en ACT
la aceptación no solo va dirigida hacia los even-
tos de la vida en los que se carece de control,
sino también a aquellas acciones que la persona
mantiene y que no la llevan a la vida que desea.
Puesto de otro modo, el reconocer que las ma-
neras de afronte o soluciones tomadas no son
viables y funcionales es un acto de aceptación,
una actitud activa e intencional de apertura.
Fuera de lo expuesto, el proceso de acep-
tación tiene como desafío principal enfrentar
a la evitación experiencial, ya que esta lleva a
la antítesis de la aceptación. Cuando los su-
jetos entran en un estado evitativo reducen
su contacto con su presente e historia y la
inteligencia vivencial se termina diezmando.
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Como consecuencia se restringe el grado de
agencia que tiene el sujeto en su entorno. De
igual forma, una actitud evitativa puede ser
automática, acontecer de manera inconscien-
te, lo cual limita la visión y compromiso con
aspectos valiosos, llevando a la ejecución de
conductas repetitivas, que no pueden evolu-
cionar hacia estructuras más positivas o acor-
des a los objetivos de la persona.
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