Reseñas
E, , () . - : 0214-0691
Estos caminantes son llamados «compañeros de su peregrinación», designación
que nos remite a una referencia neotestamentaria citada asaz por los humanistas:
2 Timoteo 4, 11. El tratamiento del diálogo apela así a una mutación necesaria
de la comunicación sapiencial, concebida desde la preceptiva ciceroniana como
herramienta de difusión de los saberes en el Renacimiento español. Para el autor
de la obra, que se sitúa claramente en las coordenadas culturales del tardohuma-
nismo, este discurso estaba igualmente impregnado de una oralidad dogmática y
aleccionadora, deudora de las Artes Prædicandi, ya que se imponía como modelo
de comunicación kerigmática en el que la erudición solo podía adquirir pleno
signicado apoyándose en la eloquentia.
Laminio, alter ego de Patón, hace de guía privilegiada al narrar lo que observa
en los lugares por los que pasa, práctica recurrente en el Humanismo literario
que se encargó de difundir la nueva sonomía del pensamiento cristiano previo
al Concilio de Trento: poner las letras humanas al servicio de las divinas. Se tra-
taba de potenciar una visión optimista y a la vez íntima de la comunicación con
Dios. Este cristianismo de talante humanista se percibía como un largo sendero
de luz que solo podía frenar la amenaza herética volviendo a los Antiguos (cf. el
desalumbramiento, la oscuridad que el yerro causa, pp. 193 y 194). El protagonis-
ta itinerante que nos presenta aquí Patón se erige como baluarte de esa luz que
alimenta su erudición compartida. El intercalado de textos provenientes de la
Antigüedad grecolatina y su función dialogística con los personajes que deslan
en la obra enriquecen esta visión humanista de los saberes y se conviertene en un
método ecaz para dotar de sentido trascendente a la espiritualidad cristiana. La
traducción al castellano de una carta atribuida a Isócrates y destinada a Demóni-
co (pp. 149-158), soporte de 62 consejos moralizantes, es buena prueba de ello.
A esta pieza documental, se añaden algunos epigramas de Marcial, por quien el
manchego muestra una gran debilidad, poemas de Boecio, citas de Horario, Ovi-
dio, Plauto, Varrón, Virgilio, entre otras muchas autoridades.
En cuanto al relato, se inicia en Salamanca, ciudad en la que reside hasta prin-
cipios de Cuaresma, tiempo fuerte del año litúrgico que, según el maestro Patón,
resultaba idóneo para formular disquisiciones moralizantes sobre las vanidades
del mundo, la lujuria, la avaricia y demás temas entroncados con los siete pecados
capitales que explicaban los predicadores durante el ciclo litúrgico cuaresmal. En
este sentido, la descripción del vejamen universitario aparece como lección ho-
milética del memento mori. A su vez, el uso reiterado de exempla en este tipo de
comentarios no puede desvincularse de su proyección pedagógica, sobre todo al
conceder a una historia la categoría de magistra vitae. Por otra parte, no es casual
que la narración comience en la ciudad del Tormes ya que, como apuntan los
editores, allí se graduó el autor antes de ocupar diversas cátedras en Villanueva
de los Infantes. Por esta razón, en su ejercicio de itinerancia, el propio Patón
muestra un conocimiento exhaustivo de la vida universitaria salmantina, infor-