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85REVISTA IBEROAMERICANA DE RELACIONES LABORALES
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(Thomas, 2011:145). Se trata de un término que se presenta de manera genérica, en la
mayoría de los casos, si bien es especíco y circunscrito a un lugar determinado. Carol
Thomas realiza una deconstrucción del concepto basándose en “siete dimensiones de
los cuidados que son características y representativas de los trabajos feministas y de la
corriente dominante en el campo de la política social” (Thomas, 2011:146). Esas siete
dimensiones son las siguientes:
1. La identidad social de la persona cuidadora, en la que el género es el identicador
social clave.
2. La identidad social de la persona receptora de cuidados, denida principalmente
por su pertenencia al grupo familiar y su variable más signicativa es la situación
de dependencia.
3. Las relaciones interpersonales entre la persona cuidadora y la receptora de cuida-
dos, relación que se dene por los lazos de parentesco y el grado de familiaridad.
4. La naturaleza de los cuidados, su contenido social primario, denido principalmente
como un estado de actividad, pero también como un estado afectivo.
5. El dominio social en el cual se localiza la relación de cuidados, lo que hace refe-
rencia a la división público/privado en el marco de la división social del trabajo en
la sociedad capitalista. Según donde se ubiquen, la conceptualización cambia y
tiende a ser especíca de un dominio concreto.
6. El carácter económico de la relación de cuidados, es decir, si la relación tiene vín-
culo normativo o vínculo monetario, si bien en la mayoría de los casos viene deter-
minada por el primero.
7. El marco institucional en el que se prestan los cuidados, es decir, su localización física.
Teniendo en cuenta las dimensiones presentadas, “es posible construir diversos con-
ceptos de cuidados combinando diferentes variables de cada una de ellas” (Thomas,
2011:151). En este punto, cabe preguntarse entonces: ¿es posible construir un concepto
único de cuidado que resulte útil para todos los nes? ¿Cuál sería el rango epistemoló-
gico de ese concepto unicado? Desde el punto de vista del trabajo teórico, parece que
habría que analizar las formas de cuidados y la adscripción de género en relación a otras
categorías teóricas, ya que por sí mismo el concepto de cuidados resulta problemático, ya
que no hay una denición única y coherente; además de esta cuestión, está la dimensión
epistemológica del término y el escaso desarrollo de la reexión teórica al respecto. “Esto
obliga a tratar el concepto de cuidados como una categoría empírica, pero no teórica”
(Thomas, 2011:174). Y por ello “se hace necesario relacionar el concepto de cuidados
como categoría de análisis en relación, en general, al Estado de Bienestar y en particular,
con las políticas de protección social” (Daly, M. y Lewis, J., 2011:225).
La literatura sobre cuidados se centra en dos corrientes principales, basadas en los
aspectos relacionales del cuidado y en las comparaciones entre prestaciones y servicios
asociados a los cuidados (Daly, M. y Lewis, J., 2011:225). En todos los casos, el cuidado
ha sido aplicado especícamente a las mujeres y al intento de conceptualizar una carac-
terística denitoria de la condición vital femenina. Así, los cuidados “suponen una respon-
sabilidad social absolutamente generizada y naturalizada que se produce a partir de la
articulación del sistema de género, sistema de parentesco y de edad, afectando más a
las mujeres adultas, y apoyándose en una caracterización social diferente de los trabajos
realizados por hombres y mujeres y en una separación cultural de lo racional que queda
ligado a los hombres, y lo emocional, asociado a las mujeres” (Esteban, 2003:31). La
tarea de cuidar es un arte, que requiere un tiempo, dedicación, conlleva una ética y una
estética, presupone un conocimiento teórico y práctico y sobre todo un marco especíco
donde ésta pueda llevarse a cabo. Debe contemplar los aspectos socioculturales, los
valores, las creencias, los modos de vida, las distintas concepciones de salud y enferme-
dad, en suma... la diversidad cultural debe de formar parte de cualquier paradigma que
intente abordar al ser humano desde la prestación del cuidado (Valle Racero, 2000:22). Y
es también un compromiso, que tiene que ver con la responsabilidad (atribuida por otros
o por uno mismo), la solidaridad, y que conecta de manera directa con nuestros aspectos
emocionales: el cariño, la comprensión, la sensibilidad, el respeto, el reconocimiento...
El tema del cuidado plantea de manera directa el interrogante acerca de la posición de
las mujeres y su igualdad en distintos ámbitos de la sociedad, pero principalmente en la
esfera de la familia y el trabajo. Existen rasgos comunes a todas las mujeres que tienen
responsabilidades familiares y de cuidado, pero estas no son un grupo homogéneo, pues
sus responsabilidades dependerán de la clase social a la que pertenezcan, la edad, el es-
tado civil o el lugar de residencia. En los hogares más pobres las mujeres tienen mayores
dicultades para acceder al mercado de trabajo. En un análisis desde la perspectiva de la
equidad, se trata de que disminuya la desigual e injusta división sexual del trabajo en el
interior de los hogares con el propósito de promover la equiparación de oportunidades de
mujeres y varones de distintas generaciones y status sociales.
De este modo, la noción de cuidados se ha vuelto clave para el análisis y la investi-
gación con perspectiva de género sobre las políticas de protección social y los planes
de conciliación de la vida laboral y familiar. Teniendo todo esto en cuenta, el cuidado se
trata de un concepto que se puede concebir como una actividad femenina generalmente
no remunerada, sin reconocimiento ni valoración social. El cuidado designa la acción de
ayudar a una persona dependiente en el desarrollo y bienestar de su vida cotidiana. Eng-
loba por tanto, hacerse cargo del cuidado material que implica un “trabajo “ que conlleva
“un coste económico” y del cuidado psicológico que implica un “vínculo afectivo, emotivo
y sentimental”, y que puede ser realizada de forma honoraria o benéca por parientes,
en el marco de la familia o fuera de ella. La especicidad del trabajo de cuidado es la de
La utilización de dicotomías explicativas se convierte en una constante ya a partir de
los años 70 del siglo XX, y un ejemplo de ello es la propuesta de Rosaldo respecto de la
diferenciación público/privado. Se trata de un modelo explicativo que vincula el papel de
las mujeres al ámbito privado y doméstico, una esfera de la vida social que contiene me-
nor consideración y reconocimiento social que la esfera pública, dominada por los varones
y en la que desempeñan su autoridad (Rosaldo, 1974:169). Ortner, por su parte, retoma
el par conceptual de Lévi-Strauss, naturaleza/cultura para tratar de explicar la subordina-
ción de las mujeres, entendiendo que esta ocurre de manera universal. De este modo, su
propuesta teórica se basa en la percepción de las mujeres como seres más cercanos a la
naturaleza, como consecuencia lógica de su capacidad biológica reproductiva. Igualmen-
te, las mujeres limitan sus funciones sociales precisamente por ese mismo hecho, mien-
tras que los varones son percibidos como más cercanos a la cultura. Lo más relevante
de sus aportaciones es la construcción simbólica del género y cómo esto se articula con
otros sistemas sociales más amplios (Ortner, 1974:16). Esta autora se inspira en el es-
tructuralismo de Lévi-Strauss, que haciendo uso de las dicotomías explicativas, relaciona
la percepción de desigualdad con ideas y sistemas simbólicos (Comas, 1995:22). Por su
parte, Sacks retoma la obra de Engels para realizar una crítica actualizada de sus análisis
y asume que la desigualdad entre sexos puede situarse en las relaciones de producción/
reproducción. Desde este punto de partida, la autora reconoce que es la exclusión de
las mujeres del trabajo social público la cuestión que determina dicha desigualdad y su
propuesta de solución para ello es la inclusión de los varones en el ámbito reproductivo
(Sacks, 1979:247), cuestión clave para el desarrollo de esta investigación.
En los tres casos, se realiza un análisis de las relaciones de poder en torno a los se-
xos, ubicando el mismo en diferentes áreas de la vida social tomadas de manera analíti-
ca, lo que supone ya un gran avance en este tipo de estudios. No obstante, todas estas
perspectivas, como se comentaba con anterioridad, han sido en mayor o menor medida
superadas, revisitadas, criticadas y reconstruidas, aunque este estudio pretende ponerlas
en valor, fundamentalmente por tratarse de los antecedentes inmediatos de este tema de
estudio en la disciplina antropológica, pero también teniendo en cuenta que su contextua-
lización es vital para conocer el pensamiento sobre este asunto en ese momento histórico
y observar sus posibles variaciones. “El esquema conceptual no nos permite llegar a la
interpretación última que explique la subordinación de las mujeres en relación a la división
del trabajo, pero se trata de un buen punto de partida para examinar los componentes
culturales y simbólicos que intervienen en la construcción social del género” (Comas,
1995:25).
Desde la Antropología, entonces, se analizan las relaciones de género y los roles este-
reotipados como un hecho cultural construido ideológicamente a partir de las diferencias
biológicas mediante las cuales se atribuyen cultural y socialmente aptitudes, roles socia-
les y actitudes diferenciadas para hombres y mujeres, asignadas en función de su sexo
biológico. Existe por tanto una ideología de género, priorizando que el hombre trabaje
fuera del hogar y la mujer, mayoritariamente, quede al cargo de la reproducción, si bien la
participación de la mujer en el mercado laboral ha ido en aumento. “Gran parte del trabajo
de las mujeres es extensión de la procreación; no separar el cuerpo de la mujer del traba-
jo de reproducción ha derivado en la consideración de éste como un hecho natural y no
social” (Lagarde, 2005:116). El cuidado y el valor del afecto como proceso cultural y social
de segregación de las mujeres a los trabajos de cuidados está directamente relacionado
con la separación de las esferas de la producción y la reproducción y por tanto la mayor
exclusión de éstas del mercado de trabajo. “Lo ideal es que la sociedad reconozca y va-
lore la importancia que tiene el cuidado sin reforzar sus tareas como algo que únicamente
las mujeres pueden y deben hacer” (Antón, 2011:39).
Estas son las bases subjetivas de la división sexual del trabajo que se traducen en ele-
mentos objetivables en el marco de los sistemas de género. La participación femenina por
excelencia ha ocurrido y ocurre tradicionalmente en el ámbito privado de la reproducción
y de la vida familiar, consecuentemente las áreas de ocupación de las mujeres se desen-
vuelven alrededor del hogar: la educación de los hijos, temas de salud y bienestar social.
Las mujeres han sido impulsadas a interesarse por temas relacionados con el hogar, a
causa principalmente de la educación que han recibido. El papel de los hombres, por el
contrario, comprende la vida pública, dominada por los negocios, la economía, la indus-
tria, la política, etc. Como se ha visto, las actividades del ámbito público son históricamen-
te masculinas, a pesar de que aparentemente no tienen género. La estructura societaria
fomenta la participación masculina en la vida pública y desanima a las mujeres a dejar el
hogar. Además, la valorización y el reconocimiento social de esas actividades se realizan
de manera desigual, fomentando entonces la desigualdad entre géneros en función de
sus actividades: “el establecimiento de desigualdades a partir de asignaciones simbólicas
desvalorizadas para con las mujeres” (Comas, 1995:97).
3.3. El Cuidado de Personas Vulnerables.
Los cuidados a personas dependientes, desde la crianza de niños y niñas hasta los
cuidados dispensados a personas enfermas, con alguna discapacidad o en la vejez, de-
ben ser entendidos como una actividad clave dentro del funcionamiento de la sociedad,
por su capacidad para transmitir valores y formas de comportamiento y, en general, sus
aportaciones a la tarea de reproducción social, como ya se ha explicado con anterioridad.
Pero, ¿qué entendemos con cuidado? La conceptualización es un problema clave en el
desarrollo de los distintos estudios sociológicos, pues “no existe concreción en el signi-
cado dando lugar a una imagen parcial y fragmentada de los cuidados en la sociedad”
[2173-6812 (2017) 35, 77-90]