Miguel Ángel Márquez

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Inés y Catalina vivieron en un tiempo recio, donde el amor resultaba peligroso y quien elegía la libertad de amar sabía que ponía su vida en juego: «…sean sacadas caballeras en dos bestias menores de albarda, desnudas de la cintura para arriba, atados los pies y las manos a la garganta con soga de esparto y se les dé garrote a las dichas hasta que mueran naturalmente, y luego mandamos que sean quemadas en una hoguera».
Como esas películas que aspiran a encarecer su propio valor asegurando que están basadas en hechos reales, también podemos asegurar que estas dos mujeres existieron en verdad, que su amor fue perseguido por el Santo Oficio y que conservamos la noticia de los procesos que se abrieron contra ellas; aunque eso acaso sea lo de menos, porque la verdadera literatura no precisa de la realidad y crea por sí misma otro mundo para que los lectores puedan vivir en él. Es lo que ha hecho Miguel Ángel Márquez en su novela, reconstruyendo un entorno de sentimientos femeninos y no de una manera abstracta, sino poblándolo de detalles, colores, sabores, texturas y palabras de otro tiempo, que nos permiten vivir de cerca la vida de estas dos mujeres, tal como pudo ser. En una voltereta sorprendente, la ficción les otorga, a través de los siglos, la posibilidad de afirmarse en lo que fueron, en su condición de mujeres, pero no de flacas mujeres ("Prólogo", Luis Gómez Canseco).

No somos flacas mujeres

Editorial Sial Pigmalion, 2021

"El núcleo de esta novela es un caso: el caso de los amores de dos mujeres, Inés de Santa Cruz y Catalina de Ledesma [...]. Es Márquez un novelista tenaz. Sus tramas atrapan al lector en una red de conexiones y de giros sorprendentes. [...]. Leyendo sus obras nadie diría que solo ha escrito esas dos. Sus giros sorprenden, precisamente porque la narración no parece demandar sorpresas. Y, sin embargo, nunca son caprichosos sino producto de las condiciones históricas en las que se desenvuelven los personajes. Sus símbolos son certeros y aparecen en los momentos precisos para anticipar o explicar esos giros. [...]. En suma, este autor es un ingeniero en el doble sentido que admite ese término: el de la precisión industrial y en el ya perdido de poseedor de ingenio. Sus novelas bien darían para construir sólidas series televisivas. Especialmente esta, de título cervantino".

"[...] El resultado es esta historia de dos mujeres recluidas en el edificio de las emparedadas que se quieren, con vivencias profundas y pasiones intensas, y que acabada la lectura uno tiene sensación de agradecimiento a la vida nuestra, a la de hoy, más libre y abierta, y de gratitud inmensa a ese mundo de mujeres y hombres que nos han traído hasta aquí; pero sobre todo, como lector, no deseo levantarme del sillón arrastrado por el pulso elegante de su prosa y ritmo pausado; en definitiva, texto lírico de sorprendente expresividad".

"M.Á. Márquez, a partir de hechos documentados por G.G. Carvajal, más lo mucho que lícitamente imagina, reconstruye las atormentadas biografías de aquellas dos mujeres, contextualizándolas de manera brillante. [...]. M.Á. Márquez, cuya vena lírica no se oculta, escribe en una prosa magnífica, con espléndidas imágenes y una riqueza léxica deslumbrante, muy acorde frente los tiempos, oficios, situaciones, usos y costumbres o personajes manejados.  Resulta delicioso encontrarse con términos, siempre traídos oportunamente, como hendijas, arria, cordellate, azaque, dornajos, jamuga, tusona, sayuelo, alfaquín, chambranas, cimillo y tantos otros. Por lo demás, el relato se enriquece a menudo recurriendo a letrillas, romances, canciones y dictados de la literatura popular, cuando no se transliteran textos bíblicos".

"El título se toma de un pasaje de ‘El curioso impertinente’, la novela intercalada en el Quijote de 1605, solo que ahora en negativo. Hay una nota del autor en que declara haberse inspirado literariamente en la obra de Bajtin ‘La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento’, que es como se tradujo al español el importante libro sobre los contextos sociales de la obra de Rabelais. Ciertamente, esta novela rezuma vida renacentista por todos sus poros, pero especialmente por dos: el lenguaje y los hábitos de las relaciones personales [...]. Hay escenas en los baños moriscos, en las lavanderías de río, en mancebías, en las negociaciones de inquilinato, pero también las hay sobre los pleitos de la de herencia materna de Catalina Ledesma [...]. Otros elementos de enorme interés son los usos lingüísticos, que han llevado a Miguel Márquez a desplegar un enorme friso de vocabulario, que podría llamarse un verdadero festín del lenguaje. Habiendo sido fiel el autor a los usos, sin embargo será entendido perfectamente por el lector medio. Contra lo que suele pensarse, esta novela muestra que la lengua castellana ha tenido desde el siglo XVII un alto grado de fijeza desde Cervantes. Pocas veces me he encontrado con una novela histórica que cuidara tanto el lenguaje, de manera que los hechos narrados cobran mayor interés por la forma de haber sido escrito."