El maestro de educación física educando emociones en un centro marginal
E-motion. Revista de Educación, Motricidad e Investigación
1.- INTRODUCCIÓN. EDUCACIÓN EMOCIONAL EN EL
ÁMBITO ESCOLAR
Tanto la enseñanza curricular como los contenidos ocultos contribuyen a conformar
el plano mental del niño (conocimientos, conceptos…), pero también su plano
emocional. Al igual que las dos caras de una misma moneda, “traumas” y “grandes
enseñanzas” a nivel emocional van de la mano en la escuela. Sin embargo, la idea de
que el mundo emocional de los niños tiene que ser desarrollado en el centro educativo
es una propuesta demasiado novedosa y controvertida, pero la ignorancia de este hecho
no impide que, día tras día, el mundo emocional de los niños -futuros adultos- siga
siendo “inconscientemente” modelado en las familias, escuelas y otros ámbitos, como el
club deportivo. Así, estos agentes socializadores forman el marco adecuado para
contribuir a la educación emocional del niño.
“¡Otra responsabilidad más para el maestro o el padre!”, seguramente pensarán
algunos. No se trata de eso, sino de todo lo contrario, de otra forma de vivir. La
educación emocional más efectiva es aquella que se traslada al niño a través de la
actitud personal diaria, de las acciones y reacciones que, como persona, el maestro
muestra en la clase, el entrenador en el gimnasio o el padre o madre en la casa. Ahora
bien, aunque parezca una obviedad, el maestro es un ser humano y, por tanto, también
vive en un mundo emocional propio influido por sus experiencias presentes y pasadas.
¿No sería razonable pensar que un maestro equilibrado emocionalmente influiría de
manera positiva sobre el mundo emocional del alumnado y viceversa?
Antes de entrar a valorar al maestro
como educador emocional es importante
definir su función. Para ello, el Diccionario de uso del español María Moliner señala:
Maestro (del latín magíster). En sentido amplio, persona que enseña cualquier cosa,
generalmente respecto a quien recibe la enseñanza. […] Se aplica con especial
respeto, en vez de profesor, a la persona de quien se han recibido enseñanzas de
mucho valor.
Enseñar (del latín insignare). Hacer que alguien aprenda cierta cosa: comunicar a
alguien sabiduría, experiencia, habilidad para hacer algo, hábitos, etc.
Por tanto, el maestro es aquella persona que comunica y enseña a otro. Desde la
perspectiva cariñosa del alumnado que habla o recuerda a “su maestro”, éste es el que le
señaló, le desveló “algo” que fue importante, algo que todavía hoy está presente, algo
que mantiene su valor. Los maestros que perduran en la memoria de las personas,
incluso hasta la vejez, no son aquellos que únicamente les enseñaron cómo hacer una
división o un análisis de texto. Tanto para bien como para mal, los maestros que no se
olvidan son los que dejaron una marca en el mundo emocional de aquel niño o niña que
ahora es adulto. Por tanto, ser maestro exige una tremenda responsabilidad por su gran
influencia sobre la experiencia vital de los niños.
Dicha influencia se produce, la mayoría de las veces, de una manera inconsciente,
tanto para el niño como para el maestro, lo que no es obstáculo para que ésta sea real y
constatable. El maestro impregna con su personalidad todo aquello que realiza: si ama
los libros, trasladará con su actitud este amor a su alumnado, aunque nunca mencione
una sola palabra sobre ello; de la misma manera, si el maestro rechaza la actividad física
Usaremos el genérico que incluye al femenino al utilizar términos como maestro, profesor, alumno o
niño