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Huelva 25 marzo 2020. Ante la situación extraordinaria que está viviendo la sociedad debido a la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, el profesor de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Huelva (UHU) y doctor en Sociología José Andrés Domínguez ha querido resaltar el comportamiento que están demostrando los ciudadanos en este contexto, puesto que asegura que “estamos respondiendo ejemplarmente a lo que nos piden los que tienen la responsabilidad de organizar la respuesta y que también tenían la responsabilidad de prevenir la situación. Estamos actuando ejemplarmente con un sentido de comunidad, como sólo se observa en situaciones extremas, como las guerras, por ejemplo”. 

Para este sociólogo, obviamente, la prioridad en todo momento deben ser las vidas humanas, sin que olvidar que “la enfermedad está por llegar a las zonas más densamente pobladas del planeta, que coinciden, a nivel global, con las menos desarrolladas. Muy probablemente a partir de pocos meses conviviremos con el virus de forma ‘pacífica’, tal y como hacemos ya con otros millones de ellos, con nuestros sistemas inmunológicos adaptados a la nueva presencia. Pero, mientras tanto, vamos a ver un shock socioeconómico brutal, que ya empieza a observarse”. 

A nivel económico, José Andrés Domínguez considera que es probable que no se haya dado nunca en la historia “un frenazo tan violento. Quizá alguno similar con otras pandemias de referencia -la peste medieval en Europa, por ejemplo, con aún más devastación en términos de vidas humanas-, pero nunca a semejante escala (planetaria). Será el momento de poner a prueba de nuevo el sistema político global, la ‘comunidad internacional’, las regiones político-económicas internacionales, su capacidad de llegar a acuerdos para la reducción del impacto social y económico y el impulso de la recuperación”.

Por este motivo, en su opinión, es necesario “poner en valor la solidaridad entre países y regiones, esa solidaridad y sentido de grupo y comunidad que vemos en la población encerrada en sus casas, a través de internet, de los vecindarios y de los balcones. Es impresionante, así como lo es nuestra capacidad ética, nuestra capacidad de aceptar los requerimientos de control que nos hacen precisamente los responsables de no haber prevenido y controlado a tiempo la pandemia, disponiendo, como disponen, del conocimiento científico y los medios para ello”.

Una crisis en la que considera que los colectivos más vulnerables son “los de siempre: los grupos sociales que ya estaban en riesgo de exclusión social, los más débiles en términos de salud, los que disponen de menor apoyo social (relaciones sociales de ayuda y apoyo). Básicamente, los perfiles que, a día de hoy, engrosan las cifras de fallecidos. A partir de ya mismo, aparecen nuevos colectivos de alta sensibilidad, como por ejemplo nuevos grupos de desempleados cuyos trabajos eran precarios y conseguían sobrevivir. Ahora ya no”. 

A nivel general, sobre las consecuencias que puede tener en nuestra sociedad esta crisis, este doctor en Sociología aclara que “van a depender de cómo los sistemas respondan, cómo funcionen en el contexto extremo en el que nos encontramos, y que se espera. Ante semejantes impactos, las sociedades, paradójicamente, no suelen responder mediante un ‘crack’, por ejemplo, un cambio radical en el modelo de relaciones ecológicas-económicas, sino mediante un movimiento pendular. Es decir, una adaptación al choque que finaliza, tiempo más adelante, con un sistema que incorpora algunas novedades, a modo de ‘resaca’. Las inercias de funcionamiento social son enormes y las lecciones se aprenden, pero no se incorporan radicalmente al sistema por la fuerte resistencia a los cambios que tienen. Por ejemplo, el sistema financiero podrá ahora incorporar nuevos criterios de evaluación de riesgos en productos financieros, pero va a seguir funcionando aproximadamente igual y la tendencia de cambio va a llegar muy progresivamente”. 

En este sentido, para este profesor de la UHU, “es el momento de que el Estado demuestre para lo que sirve; demuestre su función social. Esperemos que los tomadores de decisiones sean capaces de poner las necesidades sociales por encima de los discursos y el maquillaje político”.

Y es que “el sistema debería haber respondido con rapidez y responsabilidad. El problema ha sido más grave porque el sistema político, y la forma actual de ‘hacer política’, no ha respondido como debía, es decir, no ha cumplido la función que la sociedad confía en que desarrolle. Lo que ha sucedido ha sido una mala conexión entre el sistema científico y el político. Son dos sistemas con registros culturales diferentes y criterios de toma de decisiones a menudo incluso opuestos: la verdad científica tiene la manía de ser políticamente incorrecta. En este caso, si la clase política hubiese escuchado más, y antes, al sistema científico, y hubiese tomado las decisiones en tiempo y forma, -que es lo que la sociedad espera de ella-, probablemente ahora no estaríamos asistiendo a este triste acontecimiento histórico”, afirma José Andrés Domínguez.

Para este profesor de la Onubense, ante esta situación de crisis única,  desde la Sociología, “a estas alturas, no puede hacer recomendaciones que sean muy diferentes de las que hacen las ciencias de la salud, las ciencias ambientales o aquellas relacionadas con el conocimiento sistemático aplicado a los problemas sociales. Como el resto, ya hizo sus recomendaciones y no fueron escuchadas; de ahí el problema actual. Es muy raro que quienes toman decisiones de impacto recurran al conocimiento sociológico para fundamentarlas. Lo que puede aportar la Sociología es el conocimiento de las dinámicas político-económicas globales, con apoyos históricos, geográficos y antropológicos, principalmente. Saber cómo y por qué se relacionan personas y grupos en los diferentes aspectos que componen la vida social ayuda a anticipar cómo van a reaccionar las sociedades ante estos eventos”. 

Ahora, para Domínguez, “lo realmente efectivo es el trabajo conjunto de las ciencias sociales en general con las ciencias naturales. La mejor recomendación que se me ocurre, a estas alturas, es que los responsables de tomar decisiones políticas en la organización de la respuesta al shock social y sanitario escuchen a los profesionales que están en primera línea y atiendan a sus demandas de forma inmediata y con todos los medios disponibles, sin dilación ni excusa alguna. El conocimiento científico y práctico es la mejor herramienta que tienen las sociedades complejas, porque cualquier decisión apoyada sobre él supondrá las consecuencias menos-malas en las situaciones de emergencia. Y, probablemente, también la mejor herramienta para no llegar a ellas”.

Por todo ello, a modo de conclusión, José Andrés Domínguez ha querido lanzar un llamamiento a los entes decisionales para que escuchen “al sistema científico, porque no hay otra forma de prevenir desastres de este tipo. Los científicos hacemos nuestro trabajo con el objetivo de ser útiles a la sociedad, pero es el sistema político el que tiene que confiar en científicos y profesionales para poder prever y prevenir situaciones como la que estamos viviendo. Este déficit de confianza se demuestra especialmente gravoso en el contexto global, puesto que los primeros casos en China deberían haber bastado para empezar a tomar decisiones drásticas en base a conocimiento ya existente. Esperemos que esta experiencia resulte en un aprendizaje de qué rol debemos cumplir cada uno en la prevención de desastres”.