El fallecimiento de Ernesto Cardenal Martín el pasado 1 de marzo dejaba una profunda huella en la Universidad de Huelva (UHU) por la enorme vinculación que el poeta y sacerdote nicaragüense mantuvo a lo largo de su vida con la Onubense y con la provincia de Huelva a nivel general. Una estrecha relación que se concretaba en el año 2012, cuando Ernesto Cardenal era nombrado Doctor Honoris Causa de la UHU. Posteriormente, el propio poeta donaba a la institución universitaria su escultura ‘Paloma de la Paz’, que fue inaugurada un año después, el 27 de mayo de 2013, en el Campus de El Carmen en conmemoración de su investidura.
Una figura que a lo largo de toda su vida se caracterizó por la excelencia a la hora de desarrollar múltiples facetas, tal y como ha querido recordar en el ciclo ‘Diálogos UHU’ el catedrático de Economía Financiera y ex rector de la Universidad de Huelva, Francisco José Martínez, al que le unió una profunda amistad con Ernesto Cardenal. En este contexto, Martínez ha explicado cómo la UHU quiso incorporar en su claustro de doctores a Ernesto Cardenal a través del Doctorado Honoris Causa el 8 de junio de 2012, en lo que fue “una jornada memorable para la universidad. La investidura fue un momento muy especial, porque ese día tuvimos la suerte de incorporar a nuestro claustro de doctores a tres grandes personalidades, como fueron Vicente Pelechano, al Doctor Robert J. Sternberg, un magnífico psicólogo con el que posteriormente hemos continuado trabajando, y a nuestro querido Ernesto Cardenal. El profesor Walter Gadea actuó entonces de padrino de Don Ernesto, aunque a él no le gustaba que le llamaran así”.
La investidura de Ernesto Cardenal como Doctor Honoris Causa, según recuerda el entonces rector de la Onubense, “fue posible, fundamentalmente, gracias al Instituto de Cultura, Democracia y Medio Ambiente (INCUDEMA), una asociación que tanto ha hecho por relacionar el mundo de Latinoamérica y a Ernesto con nuestra tierra. Gracias al esfuerzo que se hizo entonces, hoy tenemos la suerte de poder decir que hemos estado durante mucho tiempo con Ernesto Cardenal”. Y es que, aunque el poeta nicaragüense vendría en más ocasiones a Huelva, entonces, con motivo de su nombramiento como Doctor Honoris Causa, la Onubense organizó una serie de actos con el objetivo de que sus ideas calaran en la provincia de Huelva. Siendo así, “hicimos una exposición en La Merced, mientras que el ofreció una conferencia magnífica en el Salón de Actos, hablando de poesía, de la Teoría de la Liberación y de revolución, poniendo en común sus ideas con muchos intelectuales onubenses. También hicimos otro encuentro en el instituto Diego Guzmán y Quesada, tanto para los alumnos universitarios como de instituto. Fue un acto precioso. Con ello, pudimos dar a conocer, más que la obra, a la magnífica persona que era Ernesto Cardenal”.
En recuerdo a la labor desarrollada por el poeta nicaragüense, Francisco José Martínez ha querido hacer un recorrido por su amplia trayectoria, en la que ha destacado que “Ernesto Cardenal es una persona muy, muy especial. Una persona que ha tenido una vida muy intensa. “Él ha vivido mucho, para lo bueno y lo malo”, como él mismo decía. Una persona que nació en enero de 1925 y que, desde entonces, ha ejercido de poeta, sacerdote, teólogo, escritor, traductor, escultor, político…, en suma, un personaje enormemente renacentista, que ha tenido un gran trascendencia y que viajó mucho. Él nació en el seno de una familia muy acomodada de Nicaragua, en la ciudad de Granada. Vivía en un edificio emblemático, en una de las casas más importantes del país y, cuando llegó su etapa universitaria, viajó para estudiar tanto a México como a Estados Unidos, donde hizo diversos grados y entre grados de diferente índole, fundamentalmente relacionados con la Literatura y lo que podríamos llamar Filosofía, porque él intentó formarse su propio currículum. Primero estudió en México, en la Universidad Autónoma, una etapa que le marcó bastante, y luego en Nueva York”.
Otra experiencia destacada fue cuando, “siendo muy joven, él mismo se embarcó, con apenas 22 años, en un viaje por toda Europa. Estuvo dos años viajando por España, Suiza, Italia… Cuando volvió a Nicaragua, con escasamente 25 años, ya iba con un perfil eminentemente reivindicativo. Entonces se unió a la Revolución de Abril de 1954 contra Anastasio Somoza. Luchó contra él. Aunque esa revolución no triunfó y muchos de sus amigos y compañeros fallecieron en la revuelta. Este hecho hizo que quedara marcado durante toda su vida como un verdadero revolucionario”, puntualiza Francisco José Martínez, que añade que, desde este punto de vista, “él hablaba mucho de la revolución desprovista de venganza. Él luchó y colaboró con el Frente Sandinista de Liberación en el Revolución nicaragüense de 1979 y, gracias a eso, fue nombrado ministro tras el triunfo de la revolución. Estuvo trabajando como ministro de Cultura hasta que, curiosamente, dejó de serlo. Fundamentalmente, porque ya no se llevaba bien con el propio gobierno. Y es que la crisis económica llevó a que no hubiera ningún dinero para cultura, así que dijo que, para estar así, prefería no seguir de ministro. Y, de hecho, cuando él salió del gobierno, de alguna manera, se extinguió el ministerio”.
Junto a su faceta de revolucionario, Cardenal destacó siempre por ser “una persona profundamente espiritual. Más que de un dios en concreto, de un dios cósmico. Su poesía así lo transmitió enormemente. Y, después, se fue a Estados Unidos durante tres años. Se fue al Monasterio de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky, una especie de abadía trapense donde forjó una profunda relación con sus preceptores, lo que también le marcó para toda su vida”. Todo ello provocó que “cuando tenía escasamente 30 años ya tuviera una profunda experiencia. Había vivido diversas formas de entender la existencia y todo eso le hizo una persona especial”, puntualiza el catedrático de la Universidad de Huelva.
Su paso por esta abadía le influyó para que decidiera estudiar Teología en Cuernavaca, en México y, posteriormente, lo hizo en Managua, en 1965. Como sigue contando el ex rector de la UHU, “tenía entonces 40 años y mucho vivido. Una vez que fue nombrado sacerdote, fundó una comunidad cristiana, casi monástica, en el Archipiélago de Solentiname, en el Lago Cocibolca, donde ubicó su felicidad, un lago enorme que nos ha permitido conocer muy bien a Ernesto, porque allí es donde él se ha unido con la naturaleza. No hay que olvidar que, en su poesía cósmica, la naturaleza es muy importante y allí es donde él se relaciona enormemente con ella, donde leía, donde escribía, donde daba su misa”. Allí hizo El evangelio de Solentiname.
Hay que recordar que Cardenal fue uno de los más destacados representantes de la llamada Teología de la Liberación, que propone una relectura a los principios de Jesús, la comunión con los pobres y la lucha, a veces encarnizada, contra la jerarquía eclesiástica. Esto, según recuerda Martínez, “le llevó a ser una persona muy crítica con la Iglesia, de tal manera que, en 1983, se produce, quizás, su imagen más internacional, cuando el Papa Juan Pablo II visita Nicaragua el 4 de marzo y Ernesto lo recibe arrodillado. Entonces, San Juan Pablo II le recriminó con el dedo muy efusivamente que hubiera formado parte del gobierno sandinista, es decir, que siendo sacerdote se hubiera vinculado a un gobierno que el Papa entendía que era de izquierdas. Fueron unas imágenes que dieron la vuelta al mundo”.
Un año después, el 4 de febrero de 1984, el poeta nicaragüense fue suspendido a divinis junto a su hermano Fernando, que también era sacerdote, y a algunas otras personas, como castigo por su participación en la revolución sandinista. Una suspensión que le impedía ejercer el sacerdocio y que el Vaticano mantuvo durante 35 años. Según recuerda el profesor de la UHU, “el 4 de agosto de 2014, el Papa Francisco levantó el veto a todos los sacerdotes suspendidos, menos él. Ernesto tuvo que esperar cinco años más para ser readmitido, hasta que el 19 de febrero de 2019, cuando ya estaba muy enfermo y todos pensaban que iba a morir, aunque, afortunadamente, no fue así. Entonces, el obispo de Managua, Jorge Mario Bergoglio, fue a verlo al hospital y se puso de rodillas para comunicarle la noticia. Una imagen que también se ha difundido mucho”.
A este respecto, el ex rector de la Onubense recuerda una anécdota personal en la que, en una de sus visitas a Huelva, durante una comida organizada en Punta Umbría por INCUDEMA, “le pregunté por el Papa Francisco, que estaba recién nombrado. Entonces, Ernesto me contestó que creía que lo estaba haciendo bien, que estaba haciendo lo que tenía que hacer y que, “si lo dejan, será un gran Papa”. Y ese “si lo dejan” fue muy premonitorio. A él siempre le gustaba dejar esas improntas. Tanto fue así que, posteriormente, le quitó la suspensión y volvió a ser sacerdote. Un hecho que demuestra que era una persona enormemente religiosa, muy espiritual, no tanto católica, cristiana, protestante, hindú o musulmana. Él hablaba de un dios cósmico, vinculado con el universo, con la naturaleza. También seguía mucho el mundo de la ciencia. Estaba suscrito a diversas revistas internacionales de prestigio y las leía con cierta avidez, porque le gustaba saber qué pasaba en el mundo de la ciencia y cómo la ciencia, como él decía, nos acercaba al mundo de Dios. Consideraba que había que buscar a Dios en lo científico, en lo cósmico”.
Un referente de la poesía latinoamericana
En el ámbito literario, Ernesto Cardenal fue uno de los principales exponentes de la poesía latinoamericana. Sobre su extensa obra literaria, Martínez destaca que fue configurándola “desde que en 1957 publicó Hora cero hasta sus últimos momentos, puesto que nunca dejó de escribir. Publicó Epigramas, una obra magnífica, donde rescató esa forma de escritura de la Antigüedad, porque él también traducía muy bien. Del mismo modo, podríamos destacar Salmos y Oración por Marilyn Monroe, que lo recomiendo a todos, porque se trata de un libro de poemas publicado en 1965, donde abordó la vida de Marilyn desde un punto de vista intimista, precioso. Y tampoco podemos olvidar el homenaje a los indios que hace con El canto nacional o Los ovnis de oro, un título muy llamativo, que demuestra que era una persona muy actual”.
Sus grandes obras son Cántico cósmico y Telescopio en la noche oscura, donde pone de manifiesto su continúa vinculación con la astronomía, el universo y la tecnología, sin olvidar otros títulos, como Pasajero de tránsito, El celular y otros poemas, Hidrógeno enamorado, Somos polvo de estrellas… En este aspecto, el ex rector recuerda que, recientemente, “se ha editado una edición con las obras completas de Ernesto Cardenal, obra que se vende en las librerías de Huelva”.
Pero no sólo cultivó la poesía, puesto que Cardenal también escribió sus memorias, que aparecieron bajo el título de Los años de Granada, Las ínsulas extrañas o La revolución perdida. Del mismo modo, realizó muchos ensayos sobre temas como la santidad de la revolución, la democratización cultural, etcétera. Sus obras han sido traducidas a más de 20 idiomas.
“Se caracterizaba por ser un artista integral, completo. Él hacía los poemas de una manera muy, muy especial. Escribía las frases, los versos, y los ordenaba luego, una vez que los había escrito. Escribía una línea en cada papel, los recortaba y los unía como si fuera un puzle. En este aspecto, era muy académico, muy científico. Y de esta forma escribía esa poesía tan especial, tan cósmica, tan bonita, tan unida con el universo y la naturaleza, lo que hace de él un poeta tan especial”, explica Francisco José Martínez, que recuerda que “entre sus escritores de cabecera estuvieron Santa Teresa o San Juan de la Cruz, que, además, daba nombre a una barquita que él tenía para ir a pescar en Solentiname, lo que demuestra que era una persona muy mística”. Una poesía cósmica que, incluso, ha inspirado a este catedrático de la UHU, como se demuestra en su último libro de poesía, Carta a la luz, publicado por Francisco José Martínez el pasado año, que “es una carta a dios, no un dios de una religión concreta, sino a un dios cósmico, como él escribía. Este libro está inspirado en Ernesto Cardenal, pues, si él hablaba de la palabra, yo hablo de la luz, pero, en el fondo, es el mismo canto a esa vida que tenemos y que debemos aprovechar”.
Pero, además, el poeta nicaragüense escribió mucho al amor. Y es que, como relata Martínez en este ciclo de ‘Diálogos UHU’, “hay que tener en cuenta que él fue sacerdote a la edad de 40 años, en 1965. Y también habló mucho de amor y desamor, como sucede en Epigramas, donde habla a personas que no le correspondieron a él. En esta obra aparece un verso muy bonito y conocido, que decía: “Al perderte yo a ti / Tú y yo hemos perdido: / Yo porque tú eras / Lo que más amaba / Y tú porque yo era / El que te amaba más. / Pero de nosotros dos / Tú pierdes más que yo: / Porque yo podré amar a otros / Como te amaba a ti, / Pero a ti no te amarán / Como te amaba yo”.
Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana
Ernesto Cardenal recibió numerosos reconocimientos a lo largo de su vida, como fueron el Premio Iberoamericano de Poesía, el Pablo Neruda o el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2012. Galardones a los que sumó el reconocimiento de diversas universidades, siendo la UHU “la primera universidad que le otorgó un Doctorado Honoris Causa. Después fueron la de Valparaíso (Chile) y la de Wuppertal, una universidad ubicada en esta ciudad alemana en la que se preocuparon mucho de que toda su obra se conociera”, aclara Martínez.
Junto a la escritura, este reconocido artista también fue escultor. Y, como recuerda este profesor de la UHU, “la Universidad de Huelva tiene la enorme suerte de contar con una de sus esculturas, que él nos regaló, ubicada en el Campus de El Carmen, en una zona de césped rodeada de palmeras, como a él le hubiera gustado, parecido a su Solentiname querido. Personalmente tengo una réplica de esta obra tan bonita. Una cesión que nos hizo y que nos enorgullece mucho”.
Pero, por encima de los premios, estaba la persona, porque “debemos resaltar a Ernesto Cardenal, no sólo como personalidad, sino como persona. Tenía un sentido del humor muy especial, a veces un poco ácido, pero muy especial. Se reía de todos y de todo, incluso de él mismo. Siempre era muy crítico. Nunca cayó en la prisión de la adulación o de las fidelidades terrenales. Vivía, única y exclusivamente, con lo que necesitaba. Por ejemplo, en su casa en Managua tenía una cama, una mesa y, en su caso, una maca. Era todo lo que él necesitaba. Y eso que procedía de una familia pudiente. A pesar de eso, siempre fue muy crítica, aunque esto le acarreara problemas, como sucedió con el propio gobierno sandinista. Tampoco buscaba las relaciones sociales artificiales”. Por todo ello, como reflexión final, Francisco José Martínez deja claro que Ernesto Cardenal fue “una persona a la que tenemos que agradecerle el haber tenido tantas facetas y el haber sido capaz de unirlas. En suma, era una persona muy especial. Un artista en todo lo que hacía”.