La ciudad de Huelva presenta una secuencia multifásica que abarca desde fines del II milenio-comienzos del I a.C. hasta el presente, sin solución de continuidad. Esta dilatada secuencia cronológica contiene algunos episodios de especial relevancia histórica, caso de la etapa tartésica, a la que se había dedicado casi la totalidad de los estudios arqueológicos sobre la ciudad y que han tenido como consecuencia negativa el olvido de otros periodos históricos. Es este el caso de la etapa romana, tan olvidada y poco conocida hasta el punto de haberse forjado una imagen negativa sobre ella que la definía como un núcleo de escasa importancia en el contexto de la Bética. Sin embargo, en la última década se ha dado un impulso decidido al estudio de la presencia de Roma y sus momentos inmediatamente precedentes que permiten afirmar que la ciudad de Onoba debió de jugar un cierto papel relevante en el contexto del occidente de la Bética, merced a la existencia de su estratégico puerto hacia donde se dirigían las producciones de los tres sectores que conformaban la economía del área onubense, la minería, la agricultura y las salazones. Esta circunstancia hizo posible que muy probablemente Onoba Aestuaria alcanzará el estatuto colonial quizás desde época de Augusto. Los restos de ocupación de las zonas altas de la ciudad, que se han perdido para siempre pero que han quedado recogidos en los testimonios historiográficos, indican que gran parte de Onoba se extendía por los desaparecidos cabezos de El Molino de Viento y de San Pedro, heredando la ciudad romana-republicana el lugar ocupado ininterrumpidamente desde el segundo milenio a.C. El estado actual de las investigaciones permite establecer la existencia de dos zonas, además de la ubicada en altura, más o menos definida. La primera en torno a las Plazas de San Pedro, La Soledad y Calle Pablo Rada con restos de viviendas y una plaza enlosada con grandes lastras. La otra, que aparece más nítida, se correspondería con un barrio portuario. Es decir se trata de un hábitat de cierta importancia que, además de en las alturas mencionadas, se extendía por las faldas del espacio llano situado entre dichos cabezos, fundamentalmente por el lugar ocupado por la villa de la Edad Moderna. Este recinto tendría una entrada por la actual calle de San Sebastián que perpetua el camino romano de salida de la ciudad y que conduce a Niebla, otra por la calle San Andrés, y especialmente por la cuesta empedrada existente entre el perdido Cabezo del Molino de Viento y el de San Pedro, donde debió de ubicarse una de las puertas de la ciudad. Hacia el sur, quizás el límite estaría en la prolongación de lo anterior hacia la actual Plaza de las Monjas, alcanzando la c/ Pérez Carasa donde han aparecido restos de edificaciones, probablemente de la zona portuaria. Más hacia el sur, en la c/ Vázquez López, se localiza una de las necrópolis de la ciudad en uno de los espigones. Los cuatro puntos anteriores dibujan un recinto, en cuyo interior y exterior puede apreciarse el trazado de los principales ejes viarios de la ciudad y su continuación hacia el exterior. Aunque lógicamente, dada la topografía del solar ocupado por la ciudad romana, no es posible pensar en una ciudad organizada ortogonalmente, si que se aprecian en el urbanismo actual los dos ejes principales que articularon la ciudad en sentido aproximado norte-sur y este-oeste, aprovechando los pasos naturales entre los cabezos. Aunque los cabezos proporcionan defensas naturales, es lógico pensar que el recinto señalado se encontraría rodeado, al menos en parte, de una muralla. En favor de esta hipótesis puede apuntarse la opinión del geógrafo árabe al-Himyarī, en su obra Kitāb Al-rawd al-mi tﺀ ār , (Huici, 1964) escrita en el siglo XV y la existencia del gran muro de sillares, colocados a soga y tizón, en el solar de Plaza de San Pedro 4-5. En cuanto al área circundante del núcleo urbano de Onoba , esta se caracteriza, además de por la presencia de las necrópolis y las calzadas de acceso, por la zona portuaria y las instalaciones relativas a las actividades económicas propias de la periferia, las salazones y las explotaciones agrícolas.
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