A la Compañía onubense La Jaula Teatro le cabe el honor de haber sido la primera en poner en escena en España una obra del dramaturgo estadounidense William Missouri Downs. No es difícil hallar los vasos comunicantes entre Fuera de órbita (adaptación de Dani Mantero y Darío Martín de Mad Gravity) y Un Dios salvaje, de la francesa Yasmina Reza. Dos matrimonios que no se conocen entre sí se citan en el hogar de uno de ellos para dirimir un conflicto entre hijos. Mientras en la obra de Reza el origen del conflicto era una pelea entre niños, en la pieza de Missouri Downs la tensión la provoca el noviazgo de unos hijos con padres de ideologías muy diferentes. En ambos casos toda la trama transcurre en la misma estancia. Casi todos los temas que se abordan son coincidentes: lucha de clases, prejuicios sociales, tensiones entre opuestos, conflictos domésticos, reflexiones teológicas, convenciones sociales, reglas de urbanidad, secretos de matrimonio, personajes que se desatan. Fuera de órbita añade otro puñado de cuestiones sobre las tablas: amor, sexo, vanidad, buenrollismo espiritual. Reza fabricó una bomba que estallaba con virulencia. En el ánimo de Missouri Downs no está bombardearnos ni salpicarnos con metralla. Él se conforma (y no es poco) con hacernos ver la puerilidad inherente al mundo de los adultos, nuestras contradicciones sociales y personales, nuestra incapacidad para resolver los conflictos de forma civilizada. Todo bajo un envoltorio en el que la mueca nunca torna amarga.
En Fuera de órbita los padres de la novia son Margarita (María Nogales) y Ricky (Dani Mantero). Él es un vanidoso actor televisivo de escaso éxito. Ella se define como “coaching de la transición”. Tienen una sex room en su propia casa. Los padres del novio son María (Gracia López) y Pepe (Darío Martín) y pertenecen al Opus Dei. Él es un dentista algo apocado. Ella es ama de casa… y manda.

Margarita y Ricky invitan a su casa a María y a Pepe con el fin de conocerse. Pronto se hacen patentes los diferentes modos de encarar la vida de ambos matrimonios. Lo que debía ser una reunión amistosa se convierte en una sucesión de encontronazos. Y de alguna que otra revelación, como la que experimenta Pepe, que animado por Ricky redescubre su antigua vocación de actor.

El punto de inflexión dramático sucede cuando anuncian por televisión un acontecimiento que podría cambiar sus vidas para siempre. Esta hipotética tragedia actúa como un cataclismo emocional en la conducta de los personajes. La inminencia de la debacle desboca sus sentimientos. Se desinhiben, se pelean, se reconcilian,se salen de sus órbitas. Sus actos dejan al descubierto la volatilidad del alma humana y el fino alambre del que penden nuestras higiénicas relaciones con los demás.

La Jaula Teatro estrenó Fuera de órbita en el Gran Teatro de Huelva el pasado 1 de abril, y el pasado fin de semana llenó la Sala Imperdible durante tres funciones. Si el éxito de toda manifestación artística debe medirse por la conexión que establezca con el público, no puede negarse que el de la compañía onubense fue rotundo. El respetable empatizó a las primeras de cambio, y respondió con risas a casi todos los gags del libreto. Lo que sucedía parecía natural: una puesta en escena escueta, colorista, limpia, sin cambio de decorados, una interpretación ajustada, desprovista de alardes innecesarios, unos caracteres psicológicos fácilmente identificables, gestualidad corporal, vestuarios y peinados que terminaban de definir a los personajes. Incluso la ruptura de la cuarta pared, esa pirueta teatral tan arriesgada, se producía con espontaneidad. El personaje de Pepe, ansioso en todo momento de exhibir su redescubierta vocación actoral, se reservaba los momentos más cómicos. Pero entre las rendijas que dejaba abiertas esta comedia netamente volcada hacia el humor blanco también se colaban puyazos a la Iglesia, a la Nueva Espiritualidad (esa danza con música de Macaco), al complicado mundo de la farándula… Hay buenos recursos escénicos, como esas transiciones escénicas con los personajes ejercitando los chakras con sonido de grillos de fondo. La adaptación realizada a nuestra realidad hispánica es acertada (chistes a costa de Verónica Forqué, Punto Roma o Mariló Montero que enfatizan la complicidad con el espectador). Solo la coreografía del momento slapstick puede mejorar.