EL PUERTO HISTÓRICO DE PALOS DE LA FRONTERA (HUELVA)

RESUMEN

A los pies de la Iglesia de San Jorge se desarrolla una destacada vaguada donde las diferentes campañas arqueológicas llevadas a cabo hasta la actualidad, han permitido conocer un importante complejo industrial.

Esta vaguada, transformada antrópicamente a lo largo de los siglos, enmascara en realidad una antigua ensenada natural. En su orilla meridional se localizan los restos de la alota o edificio aduanero. Con una planta de 101,84m², distribuidos en cuatro habitaciones, en el interior de este edificio se llevaron a cabo las actividades de control aduanero propias de un puerto de estas características, como fueron las transacciones de compra-venta de pescado, esclavos, cerámicas y paños provenientes de otras regiones europeas, todos ellas pilares de la economía palerma en los momentos previos al descubrimiento de América. No obstante, las evidencias arqueológicas dicen que junto a estas diligencias, también se llevaron a cabo otras actividades más mundanas como fueron ofrecer comida y hospedaje a los marineros y trabajadores del puerto, al tiempo de servir como taller alfarero.

De la mano de este comercio se produjo un intenso tráfico de esclavos, pues los marineros palermos supieron aprovechar sus viajes, supuestamente pesqueros, para desarrollar este otro tipo de actividades menos lícitas. Evidencias de estas transacciones se recogen en gran número en las fuentes históricas, a las que han venido a sumarse las pulseras de pasta vítrea descubiertas en el yacimiento, de diferentes tonalidades y con diversas decoraciones, empleadas tanto por españoles como por genoveses como medio de intercambio fraudulento al hacerlas pasar por adornos personales de lapislázuli. Tampoco faltan en el repertorio material los brazaletes de hierro y los cascabeles con los que eran marcados estos individuos.

Justo a las espaldas de la alota se levanta un importante alfar compuesto por diez hornos. De ellos tres estuvieron destinados a la producción del menaje doméstico (ollas, cuencos, platos, escudillas), producciones que eran alternadas con otras de uso cotidiano como los lebrillos y los bacines, o las destinadas al transporte y almacenaje, esenciales para las rutas mediterráneas y atlánticas que pasaban por este puerto. Pero sin duda, la manufactura más significativa de estas estructuras fornáceas, dada la especialización que para ello se requería, era el ingenio azucarero, vulgarmente conocido cono de azúcar. Su elaboración en suelo peninsular supone un auténtico revulsivo de cara al conocimiento económico del puerto, pues no debemos olvidar que  este tipo de producto sólo era procesado en las Islas Canarias y las costas africanas, lo cual implica que necesariamente eran producidos para ser exportados.

Una cuarta estructura fornácea, de dimensiones notablemente inferiores a los anteriores, ha sido denominada horno laboratorio. Gracias a los desechos de su testar se ha podido conocer la actividad productiva de este importante complejo, donde sabemos que se llevaron a cabo imitaciones de cerámica de lujo del momento.

A este escenario productivo se unen otros dos hornos destinados al procesado de alimentos. Según las Reales Ordenanzas del puerto, este debía contar con las infraestructuras necesarias para avituallar tanto a los trabajadores allí empleados, como a todos los tripulantes y comerciantes que arribaran a él. Esta actividad, como ya ha quedado reflejada, debió ser atendida, durante los momentos iniciales, por la cocina de la alota, no obstante el progresivo crecimiento del tráfico mercantil, y el aumento de la llegada de barcos, terminó por forzar la construcción de grandes estructuras auxiliares, externas al edificio aduanero.

El horizonte productivo del puerto colombino se cierra con dos hornos más destinados a la producción de ladrillos y tejas, y otros dos a la obtención de la cal. Ambas actividades se encuentran reguladas en las Ordenanzas Municipales, ya que constituían una importante fuente de ingresos para el señor del castillo.

El ambiente portuario en los albores del Descubrimiento

Las circunstancias de este puerto experimentaron un vuelco radical, cuando pocos meses antes de la salida de Colón, los Reyes Católicos decidieron comprar la alota alentados por el floreciente comercio generado en torno a él, la experiencia de sus marineros, ávidos de nuevos negocios, y la pericia de sus astilleros.

No obstante podemos concluir que todas estas características que marcaron el Puerto de Palos como el más idóneo para el Descubrimiento, también fueron las causantes de su caída; arquitectónicamente no contaba con las infraestructuras necesarias para hacer frente al volumen de viajes que se aproximaba, sus marineros decidieron abandonar el municipio en busca de fortuna en el Nuevo Mundo, y lo que había sido un centro comercial de primer orden, terminó convirtiéndose en un despoblado, sin gente preparada para continuar con las actividades productivas que otrora hicieron de Palos la cuna del Descubrimiento.

 

SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

– Pozo, F.; Campos, J.M. y Borja, F. (1996): Puerto histórico y castillo de Palos de la Frontera. Universidad de Huelva. Huelva.

– Campos Carrasco, J.M. (2014): Puerto histórico y castillo de Palos de la Frontera (Huelva): Protagonistas de la Gesta Colombina. Universidad de Huelva, Huelva.