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Huelva 14 junio 2020. ‘Hugh M. Matheson, un victoriano en las minas de Rio Tinto’, de la historiadora Consuelo Domínguez, es el título del libro que acaba de ser presentado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva (UHU). Un acto que ha tenido lugar de forma online dentro del ciclo ‘Diálogos. Entrevistas UHU’, contando con la participación de la rectora de la Universidad de Huelva, María Antonia Peña, la vicerrectora de Extensión Universitaria y Relaciones Institucionales, Joaquina Castillo, y la autora de la obra.

Un estudio que se centra en la figura del escocés presbiteriano Hugh M. Matheson, banquero y hombre de negocios de Londres que, mediante la creación de un consorcio financiero, accedió en el siglo XIX a la propiedad de las minas de Rio Tinto, donde desarrolló una labor filantrópica que se tradujo en la creación de escuelas.

Un libro que ha sido alabado por la rectora de la UHU y catedrática de Historia Contemporánea, que, durante este acto, quiso destacar que, “para los que conocemos a Consuelo Domínguez, este libro sobre Hugh Matheson no es ninguna sorpresa. Sabemos de siempre del enorme interés de Consuelo por todo lo relacionado con la Cuenca Minera y, especialmente, por los aspectos sociales y culturales de ese entorno. Ahora nos presenta un libro magnífico. Una biografía necesaria sobre un hombre clave para entender la historia de Huelva del siglo XIX. Y lo hace, como nos tiene acostumbrados, con un rigor y una habilidad para manejar las fuentes de información verdaderamente excepcional”.

Para María Antonia Peña, “es un libro en el que se busca, no solamente al personaje en todas sus dimensiones, sino también a su entorno en ese grupo humano que le rodeó, desde su familia, sus amigos y sus empresarios colaboradores. Y se trata de profundizar, con la dificultad de fuentes que no son fáciles de obtener, en el carácter del personaje, en sus ideas, en su pensamiento, en su sensibilidad o no ante determinadas cosas. El libro focaliza en una de las herencias, quizás más valiosas, que tiene este empresario en lo que hace referencia a la Cuenca Minera y es esa labor educativa que se desarrolla a través de las escuelas de Riotinto y que todavía se percibe en el nivel cultural de esa zona”. Es más, “si comparamos la historia con la gastronomía podríamos decir que tenemos aquí un plato magníficamente cocinado y para mí ha sido un lujo asistir al proceso que ha ido gestando este buen plato de cocina historiográfica. He podido ver cómo Consuelo se afanaba por encontrar hasta el último documento posible y cómo trataba de integrar toda esa información en un conjunto que fuera coherente y ameno, que nos demuestra que el rigor científico y la seriedad en la investigación no es incompatible con una buena divulgación”.

Un personaje muy controvertido sobre el que esta investigadora “busca un equilibrio personal como historiadora. Una objetividad que le haga valorar sus luces y sus sombras. Porque Hugh M. Matheson tuvo un poco de todo. Tuvo muchas sombras y muchas luces. Y creo que Consuelo ha sabido manejarse con extraordinaria habilidad en ese difícil terreno de hablar de las personas. Y es que, además, se profundiza en el personaje, incluso, en sus aspectos psicológicos. En esto ha ayudado el que se pueda contar con sus memorias, en una recopilación póstuma de documentación de Matheson que se publicó y eso nos permite ver el personaje desde dentro, es decir, con lo que él escribe, con lo que él cuenta, cómo ve las cosas. Es un libro muy completo”.

Por todo ello, para la rectora, se trata de “un libro necesario e, incluso, podría decir que imprescindible, porque se ha trabajado mucho todo lo que es la historia de Cuenca Minera en el siglo XIX, se conocen bastante bien los acontecimientos, pero, a veces, hemos descuidado a los personajes. Y en una época como el siglo XIX, estos personajes tuvieron un papel de liderazgo y de capacidad de mover procesos históricos que es incomparable. En ese sentido, creo que Hugh Matheson necesitaba ser biografiado, tanto él como su entorno, porque da respuesta a muchas cuestiones importantes, de cómo se produjo esa colonización económica de nuestros recursos mineros, de cómo se gestionaron las relaciones con los trabajadores, de cómo se manejaron asuntos muy controvertidos, como, por ejemplo, los humos, las famosas calcinaciones, y de cómo, además, la empresa de Rio Tinto, más allá de sus inversiones mineras, irradió en la provincia toda una forma de ser, todo un mundo de sociabilidades en el estilo británico que impregnó también nuestro pasado”.

Por su parte, la vicerrectora de Extensión Universitaria y Relaciones Institucionales quiso añadir que esta presentación es la tercera realizada por el Servicio de Publicaciones de la UHU desde que comenzara este periodo de confinamiento. En concreto, “en el Servicio de Publicaciones tenemos una deuda con este libro y con su autora, Consuelo Domínguez, porque ya hace un año que se publicó. Y, además, fue el éxito de ventas absoluto de la última Feria del Libro, celebrada en 2019, hasta el punto de que teníamos que reponer diariamente las estanterías porque se agotaban los ejemplares. Es decir, se trata de un libro que ya es conocido por una gran parte de la sociedad onubense, que ha podido disfrutarlo. Pero, lo presentamos con gran orgullo y merecimiento. Creo que el éxito radica en dos cosas fundamentales: la calidad y el cariño con el que el Servicio de Publicaciones lo acogió y lo ha editado. Y, cómo no, la calidad y el cariño que ha puesto su autora en cada una de sus páginas y que nos hace disfrutar de él, porque Consuelo es, además de una excelente profesora e investigadora, una magistral escritora que nos traslada a la vida de Hugh M. Matheson al final del siglo XIX en una época histórica de Huelva que, realmente, todavía está viva y forma parte de un pasado tan bonito”.

Siendo así, Joaquina Castillo quiso “felicitar a su autora, a Consuelo Domínguez, por esta magnífica obra. Darle las gracias por haber elegido a nuestro Servicio de Publicaciones para poder editarla. Sé que ya está preparando otra y, tanto nosotros como el resto de los onubenses, estamos expectantes para ver esta nueva publicación. Y solo quiero deciros que esto es una muestra más de que nuestro Servicio continúa trabajando magníficamente”.

Un personaje bastante desconocido

Un acto de presentación en el que la autora afirmaba que había elegido este tema de investigación por ser natural de la Cuenca Minera y, por tanto, haber sentido en su infancia la presencia inglesa, de ahí su carga emotiva. Una obra sobre Hugh M. Matheson que, según explicaba, “llevé a cabo, puesto que, a pesar de la importancia de nuestra minería, estando la presencia inglesa en la cuenca de Rio Tinto hasta el año 1954, cuando el Estado español adquirió las minas, sin embargo, este personaje, que fue el que realizó la compra por parte de los ingleses, era muy poco conocido. Un hecho que parece deberse a su propia personalidad. Se trataba de un escocés, presbiteriano y un hombre súper inteligente, un hombre de negocios, que cuando realizó la operación de la compra de las minas de Rio Tinto tenía 52 años, en una época en la que el Imperio británico regía los designios, la economía y la política del mundo”.

Un objeto de estudio al que llegó mientras realizaba otra investigación anterior referida a los cementerios británicos en la provincia de Huelva, “cuando me tropecé con un libro muy particular, llamado ‘Memorial of Hugh Mackay Matheson’, que es la base en la que me he podido basar, aparte de otras fuentes, para realizar este trabajo. Es una recopilación de cartas que cuando murió Matheson en el año 1898 su mujer le entregó al reverendo al que él asistía en los últimos años en Londres, que, a su vez, hizo una selección y publicó esta obra. No hay archivo personal de él, solo el archivo de la Rio Tinto Company Limited, que está en el Metropolitan de Londres, archivo que ha sido digitalizado por la Fundación de Río Tinto, gracias a lo cual me he aprovechado de muchos documentos. Una fuente de la que he podido recabar muchos datos de su personalidad y su actuación en Riotinto, como su viaje a la Cuenca dos años después de la compra de las minas, en 1875, con muchas anécdotas”, explica esta historiadora.

Una parte relevante de esta publicación está centrada en mostrar cómo, a pesar de ser un hombre de negocios, que buscaba un fin lucrativo, dada su condición de presbiteriano ortodoxo, llevó a cabo una obra social en Huelva, que consistió en la fundación de las primeras escuelas de Riotinto para los hijos de los trabajadores de la mina, futuros operarios de la compañía, un aspecto que, por su labor docente en la Universidad de Huelva, ha interesado mucho a Consuelo Domínguez, que comenta que “antes de llegar a Huelva y de fundar esas primeras escuelas mandó a un misionero y un reverendo para que la colonia inglesa no se desviara de lo que él consideraba la moral predominante, una colonia en la que había un dominio de escoceses, que presentan muchas diferencias con los ingleses”.

El libro Hugh M. Matheson, un victoriano en las minas de Río Tinto’ se centra en tres aspectos, siendo el primero de ellos el contexto histórico de España y Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XIX, “una España presidida entonces por la reina Isabel II, donde dominaba una gran incultura e inestabilidad política, mientras que el auge la reina Victoria fue el corazón del Imperio británico, por lo que sigue siendo una figura muy admirada por los ingleses”, según concreta Domínguez, que asegura que “entre las monarquías y la economía de un país y otro había una distancia abismal, pues una se hunde, como es la española, y otra emerge con tentáculos por todo el mundo, como sucede en el Imperio británico”.

Entre las sombras de ese imperio se encontraban las condiciones de los mineros ingleses, que dio lugar al cartismo, lo que provocó que el Gobierno, ante el temor de la extensión del movimiento obrero por el país, desarrollara un amplio sentido de paternalismo para evitar la confrontación social que derivó en la creación de una clase media que endiosó a la reina Victoria. Sin embargo, en España, Isabel II se vio obligada a huir a Francia tras la Revolución de 1868, iniciándose un periodo de inestabilidad, dando lugar a la proclamación de la I República. Este hecho y la ruinosa situación económica del país propician que Hugh M. Matheson llegue a firmar la operación de compra venta de las minas onubenses y las pusiera en explotación.

El segundo capítulo del libro se centra en la biografía personal de Hugh M. Matheson, un hombre nacido en Escocia, donde tenía a toda su familia y donde continuaba funcionando el sistema de clanes. Él pertenecía a una de las familias más destacadas y sus circunstancias personales propiciaron que llegara a ser un personaje relevante de la city londinense, a pesar de que, a los ocho años, muere su madre, de la que había heredado su sentido religioso, mientras que su padre era juez, representante en la Corte en Edimburgo y, luego, de Leith. Tal y como relataba la autora, su aterrizaje en el mundo de los negocios se produce cuando, con 15 años, y siendo sobrino del propietario de una de las compañías más importantes del Imperio británico, que tenía su centro de operaciones en India y China, es requerido por su tío para que se encargue de la contabilidad de la empresa, después del fallecimiento de un primo suyo que ocupaba este cargo. Y, a pesar de las reticencias de su padre, “al final lo convencieron y se trasladó a Glasgow para trabajar en la plaza vacante por su primo. Allí realmente comenzó su formación y su contacto con los negocios”.

Esta etapa se desarrolló durante siete años, cuando su tío, James Matheson, como le parecía que era un chico muy inteligente, le propone que se incorpore a sus negocios en China y la India. Sin embargo, rechaza este ofrecimiento, en gran parte, porque Hugh ya estaba muy involucrado con la causa presbiteriana en Glasgow, cuestión que le parecía incompatible con algunos negocios muy criticables de la compañía, como era la explotación y venta de opio. A pesar de ello, se crea una entidad en Londres para gestionar la empresa, al frente de la cual se sitúa como presidente de la sociedad a un joven Mackay Matheson, que tan sólo tenía 22 años. Este hecho provocó, según relata en sus memorias, que siempre lamentara no haber podido ir a la universidad por haberse incorporado tan joven al mercado laboral por las circunstancias familiares.

Como cuenta esta investigadora, “cuando llevaba dos años trabajando allí, el tío le dijo que, aunque no se había incorporado, era bueno que conociera China y la India, haciendo un viaje en el que demuestra su interés por conocer la cultura y la historia de los pueblos. Aquel viaje fue fantástico, como lo describo en mi libro, que se puede leer como una novela. Es más, cuando llega a la India, yo creía que estaba haciendo un viaje turístico, porque él habla de las montañas, describe el paisaje y muestra el ambiente, con independencia de su trabajo empresarial”. Experiencias que le permitieron conocer muy bien el mecanismo industrial y comprar las minas de Huelva. Este capítulo más personal de la obra finaliza cuando Matheson regresa a Londres, se casa y forma una familia, continuando con sus vivencias y actividades de la Iglesia Presbiteriana.

Creación de escuelas

Por último, la tercera parte del libro se centra, como describe Domínguez, en “su labor filantrópica, al menos, en dos aspectos. Primero, le interesaba mucho la moral de los ingleses y los escoceses que vinieron aquí y, sobre todo, los marineros de los barcos que llegaban al Muelle de Rio Tinto para recoger el mineral y llevárselo a Inglaterra, por lo que crea el club ‘The Seamen’s Institute’ para alejarlos de la vida perniciosa. Y, lo más importante, las escuelas que construyó en los poblados mineros, en La Atalaya, en El Valle y en Rio Tinto. Curiosamente, sí lo hizo en Huelva, pero no en Zalamea, El Campillo y Nerva, donde, posteriormente a su muerte, Walter Browning, las pone en marcha con el objetivo de contener la lucha obrera, después de varios episodios huelguísticos en la comarca”.

Con relación a estos centros educativos se produce un hecho que pone de relevancia el poder de la Rio Tinto Company, puesto que logra que cerraran en Huelva una taberna de mala reputación llamada ‘El Paraíso’ y los negocios de lenocinio situados en la calle Valencia debido a que se encontraban junto a las escuelas de la empresa. Una influencia que no se limitaba a Huelva, sino que se daba a nivel de Madrid, pues, como recuerda esta historiadora, Matheson invitó a Alfonso XII, que fue todo un acontecimiento que viniera a Huelva, por lo que describo en el libro cómo lo recibieron y cómo Guillermo Sundheim y el propio Matheson le hicieron la corte, así que se fue muy satisfecho. También admiraba muchísimo a Cánovas del Castillo. De hecho, cada vez que nuestro personaje venía a Huelva se pasaba por Madrid, porque le interesaba tener las mejores relaciones posibles”.

Otro de los aspectos llamativos de esta publicación es que recoge “la impresión de Matheson la primera vez que viene a Huelva, que entonces era una ciudad muy pequeñita y muy distante de Glasgow, de Edimburgo y de Londres. Describe que las mujeres eran muy morenas y que iban vestidas de oscuro, como si llevaran luto permanentemente. Viene en octubre y hace tanto calor que solicita un paraguas para que no le de el sol, algo que le sorprende. Nota los contrastes de un mundo respecto al otro. Entre las anécdotas curiosas de las visitas se encuentra la aventura de ir a Jabugo para ver el ferrocarril de Huelva a Zafra. En una de estas visitas se cae y se lastima y cuenta la parafernalia de cómo lo tienen que coger. Incluso habla del jamón de Jabugo y de un dulce membrillo y unas natillas muy ricas que le dieron a probar”, comenta esta historiadora.

El fallecimiento de Hugh M. Matheson se produjo en 1898 en Londres, cuando, después de una visita que realiza a Huelva entre noviembre y diciembre del año anterior, un resfriado deriva en una pulmonía o gripe. De este modo finaliza su historia personal. Pero, sin embargo, la obra presentada va mucho más allá, puesto que esta investigadora recoge cómo su legado dejado en Riotinto continúa con sus sucesores, manteniendo la red de escuelas hasta 1970, es decir, mucho después de 1954, cuando España adquiere las minas. Colegios que siguieron funcionando con profesores del Estado, pero que debían supervisar la Compañía de Río Tinto, de la que recibían una compensación adicional. Finalmente, el cierre de estos centros se produjo a raíz de la aprobación en 1970 de la Ley General de Educación, si bien fueron capaces de resistir a momentos tan complicados en España como la Segunda República y la Guerra Civil.

En definitiva, para Consuelo Domínguez era necesario conocer a este personaje, dada su importancia, “a pesar de que las investigaciones que se han hecho sobre la Rio Tinto Company Limited no le habían dado la relevancia suficiente”.